lunes, 31 de mayo de 2010

El problema del lenguaje teológico.

Curso de ecumenismo.
Tema 31.

Curso de Ecumenismo
Tema 31: El problema del lenguaje teológico.

1. Provisionalidad del lenguaje teológico.

A. La desigualdad entre la palabra y lo que se intenta decir.

Todas las palabras son inadecuadas. Pero son necesarias. Nuestro lenguaje es provisional, pero sin él no podríamos comunicarnos. Nunca existirá una perfecta correlación entre lo que intentamos decir y lo que la otra persona ha escuchado. Esta dificultad es propia de nuestra condición humana e intrínseca de la constitución del lenguaje como modo de comunicarnos. Pero una cosa hemos de asumir, tanto la palabra como el lenguaje nos son muy necesarias.

Lo que yo quiero decir y lo que digo coinciden pocas veces; y no se trata de que intente mentir, sino por la pobreza de mi palabra. Y es que nuestras palabras aunque necesarias son frágiles.

¿Cuándo yo digo “comunión” qué entiende un católico? ¿Cuándo un ortodoxo habla de “comunión” qué escuchó yo?

B. La desigualdad entre la palabra sobre Dios y Dios mismo.

Si hablar de las cosas de todos los días, de las relaciones entre personas, de categorías filosóficas, de literatura, de arte, de política, ya de por sí es arduo, el hablar sobre Dios multiplica las dificultades.

Y es que cuando hablamos sobre Dios expresamos ideas abstractas, de manera sublime, poéticas. Y es que no hablamos sobre un objeto, sino sobre un sujeto sublime, abstracto, poético. Una entidad ante la cual el creyente se siente pequeño, frágil e inmaduro. Cuando hablamos sobre Dios es como un balbuceo. Como el lenguaje de un niño. Pero también pude ser un hablar dialéctico. Un tanteo. Donde cada palabra pronunciada puede ser corregida de manera inmediata por otra palabra. No podemos hablar sobre Dios desde la prepotencia, sino desde la humildad. Y es que nuestras palabras sobre Dios son escasas y con lagunas.

Desde cada iglesia, desde cada tradición cristiana se ha intentado crear un lenguaje propio, una expresividad teológica que choca con la expresividad teológica de las otras iglesias. Esta barrera hemos de sumarlas a las ya existentes.

¿Pero deberíamos sacrificar el lenguaje teológico para superar las divisiones?

2. Y a pesar de todo, la necesidad del lenguaje.

1. Que una cosa sea difícil no implica que debamos estar en silencio.
Ante lo desconocido guardamos silencio. Igual nos pasa ante Dios. Una teología que guarda silencio ante los excesos de tanta palabrería desde los púlpitos es una teología inteligente. Es sabia.

La palabrería no sirve de mucho en la oración ni para hacer teología. Tampoco las iglesias se erigen sobre la palabrería.

Una cosa es guardar silencio ante Dios y otra muy diferente es callarse la boca cuando debemos hablar, cuando debemos proclamar, cuando debemos confesar. El cristianismo se ha de conocer cuando proclama su fe.

¿De qué predicas tú? Si te mantienes callado cuando esperan que hables de tu fe, tu silencio sería como el de los sepulcros.


2. Una cita sustancial sobre la necesidad de la teología.

Escribía Heinz Zahrnt “Todas las nuevas formas de hablar sobre Dios no son más que tanteos. Pero aunque la teología consigue responder de un modo nuevo a las preguntas de nuestro tiempo sobre Dios, eso sería una mera respuesta provisional. Pues sólo el Evangelio es eterno, en cambio la teología es temporal, ha de estar siempre traduciendo el Evangelio para cada época... Por eso las catedrales que construyen los teólogos no estarán nunca acabadas si es que realmente han de ser una catedral en las que se predique y se ore a Dios…

Aunque la teología fallé en el intento de explicar a Dios, no debemos renunciar a ella.


3. Preguntas difíciles.

a. ¿Cuándo digo Iglesia que quiero decir? ¿Qué oyen los demás?

b. ¿Cuándo grito que la salvación es sólo por fe qué escuchan los que me oyen?

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