I. El tronco.
Cuando las personas tienen la vergüenza enraizadas, más temprano que tarde, estos hábitos y pensamientos fluirán hacia el resto del organismo. Las personas con este tipo de ideas suele decir: hay tantas cosas malas en mí que es mejor que me ponga una careta. Y es que muchos de nosotros nos pasamos la vida luchando por convertirnos en algo que no somos, en impresionar a todos, y al final, sólo al final, nos damos cuenta que estamos perdidos y sin identidad.
Y es que nuestra verdadera identidad la queremos esconder. Tal como somos, tal como Dios nos ha conocido es algo de lo que a veces nos avergonzamos. Y por temor a ser rechazado o hacer el ridículo es que pasamos muchos años de nuestra vida intentando ser lo que los demás esperan de nosotros. Y es en este intento de ser algo diferente a lo que somos que descubrimos nuestra infelicidad y desdicha.
A medida que nuestros miedos ascienden hacia arriba, comenzamos a reprimir nuestros sentimientos, a congelar nuestras emociones. Y no es que seamos gentes frías o racionales, no, no se trata de eso; la realidad es que no mostramos emociones porque nos resulta doloroso hacerlo.
La mayoría de los hombres que conozco rehúsan mostrar vulnerabilidad, ternura, sensibilidad, y no porque sean malas personas; sencillamente no quieren aparentar debilidad. La debilidad es algo típico de los niños y las mujeres.
¿Dónde está el remedio? Me temo que tendremos que dejar que el Espíritu Santo tome cartas en el asunto. Que nos diga quienes somos. Nos hable de nuestra identidad y de nuestra condición de amados por Dios.
II. Donde habitan nuestros sentimientos.
Dice Efesios 3.17:
y que Cristo viva en vuestro corazón por la fe. Así, firmes y profundamente enraizados en el amor…
Cada uno de nosotros nace con un corazón. Cuando este falta tenemos un problema. Pero desde el momento de nuestro nacimiento necesitamos recibir amor y cariño. Esta necesidad será mientras tengamos un aliento de vida.
En un lugar importante de nuestras creencias está la idea de que hemos sido creados para estar contentos con nosotros mismos. No tenemos que estar sufriendo constantemente para merecernos el cielo. No tenemos que recibir heridas cada día para merecernos estar cerca de Dios. El sentirnos mal por nuestros errores y faltas no nos garantiza la permanencia en el Reino de Dios. Creo que necesitamos otras cosas. La mayoría de las personas buscamos fuera lo que no tenemos dentro. O buscamos a Dios en las capillas e iglesias cuando donde realmente lo hemos perdido es en nuestro corazón.
Y esta búsqueda cotidiana, no es sólo propia de los no creyentes, no, también los cristianos que al no saberse portadores de una identidad propia o de un amor que les reclama se limitan a seguir las rutinas y las tradiciones. La buena noticia de Jesús es que no importa lo que nos haya sucedido en el pasado, de que no importa de que no nos dieron en nuestra juventud, ahora tenemos la opción de sentirnos amados. De que nada nos falte.
III. Tienes que amarte. Aquí y ahora.
Amarás a tu prójimo como a ti mismo…Mateo 19:19
Las personas con las que más me relaciono suelen ser dadivosas. Suelen ser solidarias, pero también tienen algo en común: tienen poca estima por sí mismas. Cuando se miran en el espejo suelen verse feas. Y esto es un problema de ellas, no de los espejos. Y esta manera de tratarse a sí mismas ha sido tan diaria y costumbrista que no se dan cuenta el poco amor que se tienen.
Es bueno hacer inventarios una vez al año en casa y sacar lo que ya no nos sirve. Pero también urge hacer un inventario de nuestra persona. ¿Tenemos algo que ya no nos sirve? ¿Necesitamos tirar algún sentimiento o idea? ¿Cómo se relaciona Ud. consigo mismo?
No importa cuan lejos llegue profesionalmente, no importa cuantas posesiones llegues a tener, cada día tienes que enfrentarte a ti mismo. Podrás viajar lejos de donde te trataron mal, podrás huir constantemente de la gente mala; pero allí donde vayas llevaras a tu yo.
Cuando Jesús pidió a sus discípulos que amarán a sus prójimos como a sí mismos es que consideraba que era muy importante amarse a uno mismo. Pero me temo que el amor a uno mismo para por el caerse bien a uno mismo.
Y para ello tendremos que diferencias lo que hacemos de lo que somos. No siempre haremos las cosas bien, pero eso no excluye que sea hijo de Dios y que El no me ame. Si Ud. no se cae bien a si mismo, se lo está poniendo muy difícil a los demás.
Los frutos que ofrecemos a los demás son los nuestros. Los que seamos capaces de cosechar.
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