lunes, 17 de mayo de 2010

Cuando las raíces están enfermas. Parte 1.

Las emociones y yo.
Tema 10.

I. Introducción

Los que saben algo de jardinería conocen que una raíz amarga produce frutos amargos. Si tú tienes problemas de actitud, de comportamiento y en tus relaciones personales, lo más seguro es que estas cosas solo sean síntomas de un problema más profundo.

La mayoría de las personas que han sufrido maltrato en su infancia o juventud acaban saliendo de los lugares de orígenes creyendo que los malos recuerdos y la desdicha se quedan allí, que ya no les afectará en el presente. Pero la realidad es que hay acciones y palabras que se enraízan en nuestro interior.

II. Somos criaturas nuevas, pero con raíces viejas.

Siempre que estoy tentado a sentir lástima por mí recuerdo el texto de 2º Corintios 5:17

Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora todas son hechas nuevas

Hay personas que sobre su pasado no solo echan un tupido velo, sino la alfombra y la cerradura. No quieren escuchar nada al respecto. Creen que este ya no les afecta. Pero no debemos quedarnos con lo que Pablo dice en este fragmento de carta sino con su significado también. Cuando seguimos a Cristo, Dios nos ofrece una oportunidad nueva de servir y hacer. De llevar frutos; pero nuestros frutos están estrechamente vinculados a que tipo de raíces tenemos. Si nuestras raíces son amargas, nuestros frutos también lo serán.

III. El árbol con raíces malas.

Tenemos que conocernos antes de intentar conocer a los demás. Debemos intentar sanarnos a nosotros mismos antes de sanar a los demás. Esta es una regla urgente si quieres acompañar a alguien. Escuchemos lo que dice Lucas, capítulo 6:

44 Cada árbol se conoce por su fruto: no se recogen higos de los espinos ni se vendimian uvas de las zarzas. 45 El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que rebosa su corazón, habla su boca.

¿Qué está diciendo Jesús aquí? Pues que hay diferencias en el comportamiento y en las relaciones de las personas en dependencia de cómo está su corazón. Una persona emocionalmente desequilibrada mostrará vergüenza, culpa, negatividad, maltrato, violencia y vergüenza. Una persona equilibrada emocionalmente mostrará otras emociones.

Cuando mostramos frutos amargos es que tenemos algo enraizado con los patrones de pensamiento. Quizás Ud. sea el producto de lo que sus padres u otras personas proyectaron. Lo que quiero decir es que nuestro sufrimiento presente puede estar originado en nuestro pasado.

Cuando una persona oye constantemente que es malo, que no sirve para nada, puede llegar a creérselo. Se ha comprobado que cuando una persona cree firmemente algo acerca de si mismo, comenzará a comportarse de la manera en que se percibe.

IV. La vergüenza.

Dice el Salmo 44:15:

Cada día la vergüenza está delante de mí y la confusión de mi rostro me cubre.

Hay dos tipos de vergüenza: la normal y la enraizada. Por ejemplo: si derramo una copa de agua en un restaurante siento vergüenza, pero asumo lo sucedido y sigo con la comida como si nada hubiera pasado. Este incidente no marga mi vida.

Cuando cometemos un error y caemos en el pecado, nos sentimos mal por un tiempo hasta que nos arrepentimos y recibimos el perdón. Entonces podemos dejar el asunto en el pasado y seguir sin que el daño sea permanente.

Pero cuando la vergüenza está fijada a las raíces ésta afecta a todos los aspectos de su vida. Las personas que han sido maltratadas en su infancia de manera continua sufren una transformación emocional que las hace avergonzarse no sólo de lo ocurrido sino de ellas mismas.

Cuando alguien nos trata mal, nuestra reacción inmediata es a pagarle con la misma moneda. Pero si el maltrato es constante podremos llegar a pensar que no valemos nada, que no servimos para nada, y que merecemos que nos traten así.

Una vergüenza enraizada comienza a subir hacia nuestro corazón a través del tronco.

(Continuará)

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