jueves, 30 de junio de 2011

¿De que se predica en mi iglesia?

Mt 11,25-30

En el evangelio de hoy hay tres párrafos bien definidas. El primero se refiere a Dios. El segundo, a una interdependencia total entre Jesús y Dios. El tercero, hace referencia a la relación entre nosotros y Jesús. Los tres manifiestan aspectos esenciales del mensaje de Jesús que vamos a repasar brevemente. Los dos primeras se encuentran también en Lc, pero en el contexto des éxito de los 72 y haciendo intervenir al Espíritu que llenó de alegría a Jesús. Aunque no sean palabras del mismo Jesús, se trata de una tradición muy antigua que refleja un conocimiento muy profundo de su persona.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviar. La imagen de yugo se aplicaba a la Ley, que, tal como la imponían los fariseos, era ciertamente insoportable. El hombre desaparecía bajo el peso de más de 600 preceptos y 5.000 prescripciones. Para los fariseos, la Ley era lo único absoluto. Jesús dice lo contrario: “El sábado está hecho para el hombre, no el hombre para el sábado”. La principal tarea de Jesús es liberar al hombre de todas las ataduras. Y las religiosas son las más fuertes.

Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Jesús libera de los yugos y las cargas que oprimen al hombre y le impiden ser Él. No propone una vida sin esfuerzo; eso sería engañar al ser humano que tiene experiencia de lo difícil que es la existencia. Sin esfuerzo no hay verdadera vida humana. Si desaparecieran todas las dificultades, no podríamos avanzar hacia ninguna meta. No es el trabajo exigente lo que malogra una vida, sino los esfuerzos que no llevan a ninguna plenitud. Todo lo que hagamos a favor del hombre, por mucho que cueste, se convertirá en felicidad porque traerá plenitud.

Jesús propone un “yugo” pero no de opresión que vaya contra el hombre, sino para desplegar todas sus posibilidades de ser más humano. Jesús quiere ayudar al ser humano a desplegar su ser sin opresiones. El yugo y la carga serían, como el peso de las alas para el ave. Claro que las alas tienen su peso, pero si se lo quitas, ¿con qué volará? El motor de un avión es una tremenda carga, pero gracias a ese peso el avión vuela. Nuestras limitaciones son las que nos permiten avanzar en el camino hacia una meta que está más allá de lo que somos como animales conscientes.

Lo que acabamos de leer es, sin duda, evangelio (buena noticia). No hemos hecho mucho caso a este mensaje. En cuanto pasaron los primeros siglos de cristianismo, se olvidó totalmente este evangelio, y se recuperó “el sentido común”. Nunca más se ha reconocido que Dios se pueda revelar a la gente sencilla. Es tan sorprendente lo que nos acaba de decir Jesús, que no nos lo hemos creído nunca. ¡Qué sabe Cristo lo que significa ser cristiano! Sin embargo, Dios no comparte con el hombre los secretos del conocimiento, sino su misma Vida. La “revelación” no consiste en más conocimiento, sino en una manera nueva de vivir. Para Jesús la vida es más importante que el conocimiento.

Si Dios se revela a la gente sencilla, ¿Qué cauces encontramos en nuestra institución para que esa revelación sea escuchada? ¿No estamos haciendo el ridículo cuando seguimos siendo guiados por los “sabios y entendidos” que se escuchan más a sí mismos que al verdadero Dios? A todos los niveles estamos en manos de expertos. En religión la dependencia es absoluta, hasta tal punto, que se nos ha prohibido pensar por nuestra cuenta. “Eso no me lo preguntes a mí que soy ignorante; doctores tiene la Iglesia...” decía el catecismo que yo aprendí de memoria a los siete años.

Jesús no propone una religión menos exigente. Esto sería tergiversar el mensaje. Jesús no quiere saber nada de religiones. Propone una manera de vivir la cercanía de Dios, tal como él la vivió. Esa Vida profunda, es la que puede dar sentido a la existencia, tanto del listo como del tonto, tanto del sabio como del ignorante, tanto del rico como del pobre. Todo lo que nos lleve a plenitud, será ligero. Este camino no es fácil.

Hoy podíamos decir que, “sencillo” es todo aquel que descubre la necesidad de pasar de lo que cree ser, a lo que realmente es. Por eso está dispuesto a aprender y a cambiar. Los cansados y agobiados eran los que intentaban cumplir la Ley, pero fracasaban en el intento por la dificultad de abarcar todas las prescripciones. De esas conciencias atormentadas abusaban los eruditos para someterlos y oprimirlos. Nada ha cambiado desde entonces. Los entendidos de todos los tiempos siguen abusando de los que no lo son y tratando de convencerles de que tienen que hacerles caso en nombre de Dios.

Ahora sólo nos queda revisar nuestra religión y ver en qué medida separamos la fe de la vida, la experiencia del conocimiento, el amor del culto, la conciencia de la moralidad, y así sucesivamente. Los predicadores seguimos imponiendo pesadas fardos sobre las espaldas de los fieles. Nuestro anuncio no es liberador. Seguimos confiando más en los conocimientos teológicos, en el cumplimiento de unas normas morales y en la práctica de unos ritos, que en la sencillez de sabernos en Dios. Seguimos proponiendo como meta, la “Ley” de Dios, no la Vida de Dios

La crisis de la Iglesia es una crisis doctrinal. Es una crisis de vivencia. Por eso nunca se podrá superar por medio de más documentos que tratan de zanjar cuestiones discutidas. Lo que hay que enseñar a los hombres es a vivir una experiencia del Dios de Jesús. Sólo ahí encontraremos la liberación de toda opresión. Sólo teniendo la misma vivencia de Jesús, descubriremos la libertad necesaria para ser nosotros mismos.

José A. Pagola

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