14 Cuando ya no le quedaba nada, vino sobre aquella tierra una época de hambre terrible y él comenzó a pasar necesidad. 15 Fue a pedirle trabajo a uno del lugar, que le mandó a sus campos a cuidar cerdos. 16 Y él deseaba llenar el estómago de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.17 Al fin se puso a pensar: ¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras que aquí yo me muero de hambre! 18 Volveré a la casa de mi padre y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti, 19 y ya no merezco llamarme tu hijo: trátame como a uno de tus trabajadores. 20 Así que se puso en camino… Lc.15
I. Introducción
El hermano menor de nuestra historia es un pobre hombre. Dejó su casa lleno de orgullo y de dinero y se fue a vivir su propia vida. Ahora está sin nada: dinero, salud, honor, dignidad, reputación. No le queda nada. Sólo puede hacer un viaje humillante. De regreso a casa.
II. Cuando nos perdemos
Dice el Diccionario que “perderse” es no hallar el camino, extraviarse. Generalmente cuando estamos perdidos o desorientado volvemos atrás para recordar, para recobrar el rumbo. Volvemos a nuestra casa cuando estamos perdidos, cuando nuestros planes no han funcionado, cuando nos ha ido mal.
En el plano espiritual podemos darnos cuenta que en medida que nos alejamos del lugar donde habita Dios, menos soy capaz d oír su voz. Y entre menos escucho su voz más me enredo en las manipulaciones y juegos de poder de la cultura imperante.
Algunas personas suelen pensar que tienen un hogar, nadie que les quiera o estime y ven que otros parecen estar mejor que ellos. Entonces nos preguntamos: ¿Qué puedo hacer para llegar a dónde están ellos?. Las repuestas son muy variadas: Nos empeñamos en agradar, en tener éxito, en ser reconocidos. Y es que cuando me siento fracasado mi vida se llena de celos y remordimientos. Me pongo a la defensiva, estoy en guardia siempre, susceptible, y el miedo se apodera de mí, porque temo no alcanzar lo que quiero o perderé lo que tengo. Estamos perdidos cuando estamos enredados entre los deseos y las necesidades y se nos olvidan nuestras motivaciones. Estoy perdido cuando busco culpables a mi situación, cuando rebusco argumentos para justificar mi desconfianza. Estoy perdido cuando uso con mucha ligereza la frase: No me fío. El no fiarse es lo contrario a tener fe.
Es medio de mi falta de rumbo cotidiano cuando me pregunto: ¿Alguien me quiere?.Y es que el mundo que conozco se ha vuelto oscuro. Mi corazón está endurecido. Mi cuerpo lleno de tristezas. Y me he convertido en un alma perdida.
¿Cómo sabemos que estamos perdidos? Cuando nadie a nuestro alrededor muestra interés en nosotros. Cuando nadie nos busca. Cuando nadie pregunta por mí. Cuando falto a la Iglesia y nadie me llama.
III. Reclamar nuestra infancia
Aunque el joven de nuestra historia lo ha perdido todo sigue siendo el hijo de su padre. Quizás la mejor manera de expresar el regreso del hijo menor de nuestra historia sea: y ya no merezco llamarme tu hijo. El regreso ocurre en el mismo instante que el muchacho reclama el vínculo filial. Cuando perdemos todo podemos ver nuestra identidad tal cual es. Sin adornos. Parece ser que cuando lo perdemos todo es cuando nos encontramos con nosotros mismos. Parece ser que cuando somos tratados como un cerdo, es que recordamos que somos un ser humano, un hijo de nuestro padre.
Escuchar nuestra voz no es una tarea fácil. Las otras voces que escucho me dicen que no soy bueno y que sólo lo seré si tengo éxito. Pero ser hijo no tiene nada que ver con hacer algo por merecerlo. Tenemos que recordar nuestra infancia.
Pero abandonar el lugar donde estamos y regresar a casa no es fácil. Tenemos que preparar un escenario. Pensar en lo que vamos a decir. Buscando excusas. Generalmente los cristianos cuando regresan a Dios caminan hacia El con la cabeza baja cómo si El les exigiera una explicación de antemano. Y es que seguimos considerando el amor de Dios como algo condicional. Como el amor a la familia, a la pareja, a la tierra, a la Iglesia.
Mientras caminamos a casa me pregunto una y mil veces: ¿Me recibirán bien? Pero en realidad nuestros caminos de regreso están llenos de culpabilidad por nuestro pasado y de preocupación por el futuro.
Tener fe en que nos quieren y nos perdonan no llega tan fácil. Mi experiencia me dice que somos perdonados cuando el otro ha renunciado a la venganza y me muestra cariño.
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