Mt. 7: 15-20
Estamos ante un SM con advertencias. Con supuestos. Jesús les está diciendo a sus oyentes que hay falsos profetas. Y no se trata de una sospecha de Jesús, sino de una realidad. Durante la historia contenida en el AT se encuentran en varias ocasiones los falsos profetas. Jesús de hecho considera a los fariseos y saduceos bajo el misma prisma “ciegos que guían a ciegos”
El segundo supuesto se refiere al criterio que tiene Jesús de ciertos maestros como falsos profetas. Jesús no es un sincretista. No creía que las opiniones contradictorias de la misma verdad no eran complementarias. De hecho sostuvo que la verdad y la falsedad se excluyen mutuamente y los que propagan mentiras en el nombre de Dios son falsos profetas y de ellos, sus seguidores deben cuidarse.
Por qué Jesús hace esta advertencia? Por el peligro que encerraban los falsos profetas. Ahora llega el turno de las advertencias. Los llama lobos. Y nosotros sabemos que los lobos eran los enemigos naturales de las ovejas en Palestina. Frente a ellos las ovejas estaban indefensas. Esta idea la recupera Pablo cuando escribe a los efesios: 29 Sé que cuando me vaya vendrán otros que, como lobos feroces, querrán acabar con la iglesia. 30 Aun entre vosotros mismos se levantarán algunos que enseñarán mentiras para que los creyentes los sigan. ¿De qué peligros estaba profetizando el apóstol?
Una de las principales características de los falsos profetas del AT era su optimismo amoral. Negaban que Dios fuera el Dios del juicio. No nos extrañemos entonces si después de la advertencia sobre los falsos profetas viene la ilustración de las dos puertas, de los caminos, de los grupos y de los destinos del hombre. Los falsos profetas empañan la salvación, distorsionan el evangelio, hacen difícil encontrar la puerta estrecha, dicen que la puerta ancha no lleva a la destrucción sino que todos los caminos conducen a Dios, entrando en oposición con lo dicho por Jesús.
Así que tenemos los supuestos y las advertencias, ahora Jesús ofrece pruebas para que las apliquemos. Cambia la metáfora de ovejas y lobos a la de árboles y frutos. De lobos que van vestido como ovejas a árboles amargos que llevan buenos frutos. El primer tipo de fruto por el que podemos reconocer a un falso profeta es por su verdadera identidad en la esfera del carácter y la conducta. La súplica de Jesús es a buscar justicia y amor en este tipo de profetas, pero Juan cuando escribe a las iglesias de Asia tiene en mente una prueba doctrinal y añade: los que dicen que Jesús no es el Mesías.
Los reformadores del s.XVI fueron acusados de innovadores y falsos maestros y recurrieron a las Escrituras, se defendieron con la doctrina y con la idea de que recuperaban algo se había perdido. Calvino en este sentido escribe: todas las doctrinas tienen que llevarnos a la Palabra de Dios que es la norma.
Ya se que la prueba del fruto no es sencilla ni fácil de detectar. Los frutos requieren tiempo para crecer y madurar. Tenemos que esperarlos con paciencia. Necesitamos examinarlos de cerca porque no siempre podemos reconocer un árbol y su fruto en la distancia.
Las advertencias de Jesús no quieren que nos volvamos sospechosos habituales. Que practiquemos eso que en ciertos círculos eclesiásticos llaman “cacería de herejes”. La intención que veo en Jesús es la de que nos mantengamos alertas porque la Verdad importa, nos edifica a nosotros y a la Iglesia.
Es con esta advertencia que Jesús culmina de cierta manera el bosquejo que ha estado realizando en los últimos versículos sobre las relaciones que han de establecerse en el cristianismo. Como hermanos; el cristiano aborrece la hipocresía, se critica él a si mismo y procura dar apoyo moral a los demás. Como evangelistas, se niega a exponer la perla del evangelio a los de corazón endurecido. Como amante de todos los hombres está dispuesto a tratar a los demás como le gustaría que le trataran a él. Como hijo, espera la gracia y la misericordia del Padre. Como viajero espera caminar por el camino aunque sea angosto y mantener la comunión con los demás caminantes.
miércoles, 23 de junio de 2010
martes, 22 de junio de 2010
Enfermar
Yo también, como los demás, enfermo. Como todos los demás. De la misma forma. Ser cristiano no me ha proporcionado ningún privilegio. El azote de la enfermedad que hiere a todos por igual me llega y siendo su dolor y su angustia. Nunca he sido objeto de un milagro objetivo que me haya devuelto la salud. Soy escéptico en lo que se refiere a las curaciones milagrosas, a pesar de que en ningún momento las niego, pero nunca he participado en una de ellas. Siento que la vida es la vida y la enfermedad forma parte de ella. La he de sufrir.
Pero nunca he pensado que la enfermedad sea voluntad de Dios. Ni tampoco que era consecuencia de un pecado que había cometido. Estoy muy lejos de los amigos de Job que lo querían convencer de su culpa en la situación extrema en que se encontraba. Sé que Dios no quiere la enfermedad, ni la desgracia, ni la muerte. Es el Dios de la vida y de la plenitud. Y cuando me habla, por medio de su Palabra, me invita a mirar hacia arriba, hacia el Reino de Dios, donde no hay clamor, ni llantos, ni dolores. Pero no podemos evitar la situación presente, provocada, de forma que ahora no podemos comprender, por la realidad del pecado. Es nuestra situación. Se nos escapan las razones que justifiquen la presencia del mal y del dolor. Simplemente, están ahí. Y nuestra tarea no es tanto tratar de comprender el por qué, sino como luchar para minimizar sus efectos.
Orar, cuando estoy enfermo, es la esperanza. No sé si entonces espero que el Señor me cure. Nunca estoy seguro. Pero sé que poner mis cosas en sus manos me hace bien, me ayuda, me fortalece, Estoy en las manos de Alguien que lo controla todo y no hay nada que me pueda dañar de forma definitiva. Mi oración es siempre un grito de auxilio, la mayoría de las veces inarticulado, pero sé que El me escucha y me contesta.
De todas formas, en Dios no busco tanto la solución a todos mis problemas, como la fuerza para confrontarlos. Eso también lo aplico a la enfermedad. No pretendo estar exento de sufrirla. Sé que una y otra vez llamará a mi puerta y no tengo derecho a ser diferente de los demás. Tampoco tengo caminos alternativos. Soy uno más en la rueda de la vida y me toca lo que me toca. Lo que entonces busco y encuentro es la fuerza del Espíritu, la seguridad de no haber sido olvidado, la certidumbre de su presencia y la fuerza interior para seguir adelante sin hundirme, sin permitir que aquella situación cierre las puertas a la esperanza y me conduzca a una ruina moral y espiritual. Y en esto reside mi gozo y mi privilegio.
He aprendido que en cualquier situación, por trágica y dolorosa que sea, siempre hay una luz. Es la presencia de Dios. Donde El está, todo puede pasar, nada es imposible. Eso me da fuerzas e ilumina mi camino. No estoy solo. No me ha abandonado. Continúa siendo el Dios de la luz, incluso en las situaciones extremas de enfermedades terminales. Incluso cuando el médico ya ha cerrado todas las puertas humanas. Entonces es el momento apropiado para decir con el salmista: “Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti”(Salmo 39,7).
Enric Capó
Pero nunca he pensado que la enfermedad sea voluntad de Dios. Ni tampoco que era consecuencia de un pecado que había cometido. Estoy muy lejos de los amigos de Job que lo querían convencer de su culpa en la situación extrema en que se encontraba. Sé que Dios no quiere la enfermedad, ni la desgracia, ni la muerte. Es el Dios de la vida y de la plenitud. Y cuando me habla, por medio de su Palabra, me invita a mirar hacia arriba, hacia el Reino de Dios, donde no hay clamor, ni llantos, ni dolores. Pero no podemos evitar la situación presente, provocada, de forma que ahora no podemos comprender, por la realidad del pecado. Es nuestra situación. Se nos escapan las razones que justifiquen la presencia del mal y del dolor. Simplemente, están ahí. Y nuestra tarea no es tanto tratar de comprender el por qué, sino como luchar para minimizar sus efectos.
Orar, cuando estoy enfermo, es la esperanza. No sé si entonces espero que el Señor me cure. Nunca estoy seguro. Pero sé que poner mis cosas en sus manos me hace bien, me ayuda, me fortalece, Estoy en las manos de Alguien que lo controla todo y no hay nada que me pueda dañar de forma definitiva. Mi oración es siempre un grito de auxilio, la mayoría de las veces inarticulado, pero sé que El me escucha y me contesta.
De todas formas, en Dios no busco tanto la solución a todos mis problemas, como la fuerza para confrontarlos. Eso también lo aplico a la enfermedad. No pretendo estar exento de sufrirla. Sé que una y otra vez llamará a mi puerta y no tengo derecho a ser diferente de los demás. Tampoco tengo caminos alternativos. Soy uno más en la rueda de la vida y me toca lo que me toca. Lo que entonces busco y encuentro es la fuerza del Espíritu, la seguridad de no haber sido olvidado, la certidumbre de su presencia y la fuerza interior para seguir adelante sin hundirme, sin permitir que aquella situación cierre las puertas a la esperanza y me conduzca a una ruina moral y espiritual. Y en esto reside mi gozo y mi privilegio.
He aprendido que en cualquier situación, por trágica y dolorosa que sea, siempre hay una luz. Es la presencia de Dios. Donde El está, todo puede pasar, nada es imposible. Eso me da fuerzas e ilumina mi camino. No estoy solo. No me ha abandonado. Continúa siendo el Dios de la luz, incluso en las situaciones extremas de enfermedades terminales. Incluso cuando el médico ya ha cerrado todas las puertas humanas. Entonces es el momento apropiado para decir con el salmista: “Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti”(Salmo 39,7).
Enric Capó
domingo, 20 de junio de 2010
El problema de la codicia.
Mt.5:27-30 Domingo 20.06.10
Después de Jesús hablar sobre el no matar salta del sexto mandamiento al séptimo, la prohibición del adulterio.
Los rabinos habían sintetizado este mandamiento como no cometerás adulterio olvidando el asunto de la codicia. Quizás por incómodo. Pero sin duda hacían una interpretación estrecha del pecado sexual y una conveniente amplia de la pureza sexual.
¿Qué hace Jesús? Jesús enseña de manera diferente. El amplia la explicación divina. Incluso llega a decir que el mandamiento iba mucho más allá de la mera prohibición sexual. Así como la prohibición a no matar incluía evitar el enojo y la ira, la prohibición del adulterio incluía las miradas lascivas y la imaginación. Podemos cometer asesinatos con nuestras palabras, podemos cometer adulterio con nuestro corazón y nuestra mente.
Dios no tiene nada contra el sexo dentro del marco relacional de pareja y compromiso, ¿sino que sentido tendía el Libro de los Cantares en nuestras Escrituras? Lo que Jesús trata de abordar es el problema del sexo ilegitimo, practicado por personas solteras o casadas. De hecho no esta prohibido mirar una mujer o un hombre; sino mirarles con codicia.
El término original hebreo es kamath, un vocablo muy interesante. No siempre se usa esta palabra en la Biblia en un sentido negativo. El vocablo en sí significa simplemente “desear” algo o “deleitarse” en ello. Por ejemplo, en Cantares la amada dice: “bajo la sombra del deseado me senté” (2:3) y más adelante sigue diciendo: “todo él es codiciable” (5:16). Desear a quien amémonos no es malo. Digo yo.
Pero tiene también un sentido negativo cuando se trata de un deseo pecaminoso. En Proverbios 6:25 leemos en relación con la prostituta: “no codicies su hermosura en tu corazón” y utiliza la misma palabra que en Éxodo. 20:17. Lo que pasa es que a veces la línea de separación entre un deseo correcto y una codicia pecaminosa es muy fina. La advertencia de este mandamiento no va en contra de desear, sino de codiciar lo que pertenece al prójimo.
Dios cubre las principales áreas de la vida del prójimo: la casa y al tierra es una referencia a la propiedad, la mujer alude al matrimonio quebrantando a la vez el séptimo mandamiento; los siervos tienen que ver con los medios de producción ya que eran obreros de la hacienda; los animales eran la medida de los bienes de un hombre y a su capacidad de comerciar, por tanto, una referencia a la riqueza y la posición social.
No han cambiado mucho las cosas desde entonces.
Nuestro problema en occidente no es lo que poseemos, sino que los demás tengan más que nosotros. La publicidad nos lava el cerebro para que tengamos cada vez más cosas. La codicia no consiste necesariamente en querer algo, sino en querer algo más del prójimo que no tenemos nosotros.
En la Introducción que hicimos del SM dijimos que judíos, ortodoxos y los reformados consideramos que este versículo contiene un solo mandamiento, mientras que católicos y luteranos creen que son dos y los colocan en el noveno y el décimo lugar.
La división en dos mandamientos es artificial, porque cuando los comentan, tanto unos como otros no lo hacen por separado, sino juntos. En relación con su contenido creemos que se trata de un mandamiento único, no codiciar, no importa si se trata de la casa del prójimo o de su mujer y este criterio está refrendado por el NT.
Pablo dice que nunca hubiera sabido que es codiciar si la ley no hubiera dicho: “no codicies” (Ro. 7:7). Cuando hace una relación de los mandamientos dice: “no adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás” y cualquier otro mandamiento (Ro. 13:9). Resulta claro que “no codiciarás” debe entenderse como un solo mandamiento.
De acuerdo con el significado que hemos expuesto más arriba, “no codiciarás” se halla entre el deseo y la acción. La acción la han condenado los mandamientos anteriores, éste condena la actitud o disposición del corazón que conduce finalmente a la acción-
No codiciarás la mujer del prójimo: La desdicha se cierne sobre el matrimonio cuando el esposo –en el texto- aunque también puede ser ella en la realidad, ya no encuentra deseable a su cónyuge porque se ha enamorado o encaprichado de otra persona . Aunque éste lo niegue, el otro cónyuge percibe que algo anda mal en su relación. Seguramente no conoce todo lo que se está cociendo en el corazón de su esposa / esposo, pero sabe lo suficiente para darse cuenta que hay otra persona en su vida. Quizás nunca lleguen a divorciarse, pero aparte del divorcio, una persona puede echar a perder su matrimonio y su vida familiar por este tipo de codicia.
No codiciarás la casa o la tierra de su prójimo: Cuando se estudian las causas que han originado infinidad de guerras en el mundo con el deseo de ampliar sus territorios, entonces se comprende lo que había y lo que hay en la actualidad en los corazones de muchos emperadores, gobernantes, hombres de negocio, grandes empresas multinacionales, etc.
Otros aspectos que abarca el mandamiento “no codiciarás”. En realidad, la codicia está en la base de la caída. El fruto del árbol era deseable y al comerlo podrían ser como Dios. De ahí que el hombre caído piensa que debería ser más de lo que es y tener más de lo que tiene. Las formas pueden variar, pero la esencia sigue siendo la misma.
Una forma intensa de conseguir más es la publicidad. No nos referimos a tener un buen producto y darlo a conocer, sino a la publicidad engañosa que sólo busca beneficios rápidos y fomenta el consumismo explotando con habilidad toda clase de necesidades e instintos humanos, como hace la publicidad subliminal. Un aspecto más, sería el de los juegos de azar, loterías de todo tipo, quinielas, apuestas, casinos, bingo, etc. que tantas vidas y familias ha arruinado.
F. Ridderus, ha dicho: “si medimos por lo externo, el fariseo parece un santo; si estudiamos lo interno, el mejor de los santos merece el infierno. La culpa está oculta en lo más profundo del corazón, bajo todos los deseos que se convierten en un plan que tratamos de hacer realidad”. Codiciar tiene que ver con este deseo oculto antes de actuar.
Después de Jesús hablar sobre el no matar salta del sexto mandamiento al séptimo, la prohibición del adulterio.
Los rabinos habían sintetizado este mandamiento como no cometerás adulterio olvidando el asunto de la codicia. Quizás por incómodo. Pero sin duda hacían una interpretación estrecha del pecado sexual y una conveniente amplia de la pureza sexual.
¿Qué hace Jesús? Jesús enseña de manera diferente. El amplia la explicación divina. Incluso llega a decir que el mandamiento iba mucho más allá de la mera prohibición sexual. Así como la prohibición a no matar incluía evitar el enojo y la ira, la prohibición del adulterio incluía las miradas lascivas y la imaginación. Podemos cometer asesinatos con nuestras palabras, podemos cometer adulterio con nuestro corazón y nuestra mente.
Dios no tiene nada contra el sexo dentro del marco relacional de pareja y compromiso, ¿sino que sentido tendía el Libro de los Cantares en nuestras Escrituras? Lo que Jesús trata de abordar es el problema del sexo ilegitimo, practicado por personas solteras o casadas. De hecho no esta prohibido mirar una mujer o un hombre; sino mirarles con codicia.
El término original hebreo es kamath, un vocablo muy interesante. No siempre se usa esta palabra en la Biblia en un sentido negativo. El vocablo en sí significa simplemente “desear” algo o “deleitarse” en ello. Por ejemplo, en Cantares la amada dice: “bajo la sombra del deseado me senté” (2:3) y más adelante sigue diciendo: “todo él es codiciable” (5:16). Desear a quien amémonos no es malo. Digo yo.
Pero tiene también un sentido negativo cuando se trata de un deseo pecaminoso. En Proverbios 6:25 leemos en relación con la prostituta: “no codicies su hermosura en tu corazón” y utiliza la misma palabra que en Éxodo. 20:17. Lo que pasa es que a veces la línea de separación entre un deseo correcto y una codicia pecaminosa es muy fina. La advertencia de este mandamiento no va en contra de desear, sino de codiciar lo que pertenece al prójimo.
Dios cubre las principales áreas de la vida del prójimo: la casa y al tierra es una referencia a la propiedad, la mujer alude al matrimonio quebrantando a la vez el séptimo mandamiento; los siervos tienen que ver con los medios de producción ya que eran obreros de la hacienda; los animales eran la medida de los bienes de un hombre y a su capacidad de comerciar, por tanto, una referencia a la riqueza y la posición social.
No han cambiado mucho las cosas desde entonces.
Nuestro problema en occidente no es lo que poseemos, sino que los demás tengan más que nosotros. La publicidad nos lava el cerebro para que tengamos cada vez más cosas. La codicia no consiste necesariamente en querer algo, sino en querer algo más del prójimo que no tenemos nosotros.
En la Introducción que hicimos del SM dijimos que judíos, ortodoxos y los reformados consideramos que este versículo contiene un solo mandamiento, mientras que católicos y luteranos creen que son dos y los colocan en el noveno y el décimo lugar.
La división en dos mandamientos es artificial, porque cuando los comentan, tanto unos como otros no lo hacen por separado, sino juntos. En relación con su contenido creemos que se trata de un mandamiento único, no codiciar, no importa si se trata de la casa del prójimo o de su mujer y este criterio está refrendado por el NT.
Pablo dice que nunca hubiera sabido que es codiciar si la ley no hubiera dicho: “no codicies” (Ro. 7:7). Cuando hace una relación de los mandamientos dice: “no adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás” y cualquier otro mandamiento (Ro. 13:9). Resulta claro que “no codiciarás” debe entenderse como un solo mandamiento.
De acuerdo con el significado que hemos expuesto más arriba, “no codiciarás” se halla entre el deseo y la acción. La acción la han condenado los mandamientos anteriores, éste condena la actitud o disposición del corazón que conduce finalmente a la acción-
No codiciarás la mujer del prójimo: La desdicha se cierne sobre el matrimonio cuando el esposo –en el texto- aunque también puede ser ella en la realidad, ya no encuentra deseable a su cónyuge porque se ha enamorado o encaprichado de otra persona . Aunque éste lo niegue, el otro cónyuge percibe que algo anda mal en su relación. Seguramente no conoce todo lo que se está cociendo en el corazón de su esposa / esposo, pero sabe lo suficiente para darse cuenta que hay otra persona en su vida. Quizás nunca lleguen a divorciarse, pero aparte del divorcio, una persona puede echar a perder su matrimonio y su vida familiar por este tipo de codicia.
No codiciarás la casa o la tierra de su prójimo: Cuando se estudian las causas que han originado infinidad de guerras en el mundo con el deseo de ampliar sus territorios, entonces se comprende lo que había y lo que hay en la actualidad en los corazones de muchos emperadores, gobernantes, hombres de negocio, grandes empresas multinacionales, etc.
Otros aspectos que abarca el mandamiento “no codiciarás”. En realidad, la codicia está en la base de la caída. El fruto del árbol era deseable y al comerlo podrían ser como Dios. De ahí que el hombre caído piensa que debería ser más de lo que es y tener más de lo que tiene. Las formas pueden variar, pero la esencia sigue siendo la misma.
Una forma intensa de conseguir más es la publicidad. No nos referimos a tener un buen producto y darlo a conocer, sino a la publicidad engañosa que sólo busca beneficios rápidos y fomenta el consumismo explotando con habilidad toda clase de necesidades e instintos humanos, como hace la publicidad subliminal. Un aspecto más, sería el de los juegos de azar, loterías de todo tipo, quinielas, apuestas, casinos, bingo, etc. que tantas vidas y familias ha arruinado.
F. Ridderus, ha dicho: “si medimos por lo externo, el fariseo parece un santo; si estudiamos lo interno, el mejor de los santos merece el infierno. La culpa está oculta en lo más profundo del corazón, bajo todos los deseos que se convierten en un plan que tratamos de hacer realidad”. Codiciar tiene que ver con este deseo oculto antes de actuar.
sábado, 19 de junio de 2010
Celebración de la Palabra
miércoles, 16 de junio de 2010
¿Fe o temor?
Las emociones y yo
Tema 13
I. Introducción.
¿Por qué hemos llegado a dónde hemos llegado? ¿Cómo hemos podido permitir que otro ser humano nos domine o nos manipule? ¿Por qué hacemos uso nosotros de las emociones para lograr algún objetivo? ¿Por qué la vida nos lo impone? ¿Por qué es la voluntad de Dios? No. Definitivamente no. Este tipo de comportamiento tiene su raíz en el temor no en la fe. La fe es un regalo de Dios para vivir en libertad. Y el temor es la justificación que nos buscamos para escondernos y atrincherarnos.
Una persona perfeccionista, un hipocondríaco, un adicto al trabajo, un drogodependiente, un alcohólico, tienen algo en común: dependen de algo para sentirse bien. Y cuando entramos en su círculo para ayudarles acabamos codependiendo.
Es como el sentimiento que experimentamos cuando alguien está enfermo: la compasión. Nos mostramos bondadosos, queremos ayudarles. Pero el enfermo nunca mejora, va de una dolencia a otra, de un malestar a otro. ¿Por qué? La respuesta no es muy complicada: esa persona se está sirviendo sencillamente de nuestra bondad y compasión para atraer nuestra atención. Esto lo hacen quienes han sufrido maltrato en el pasado y están intentando obtener de nosotros lo que nunca tuvieron en su niñez.
¿Es bueno ayudar a las personas enfermas o heridas? Por supuesto. Pero cuando sus necesidades emocionales comienzan a dominarnos, el peligro que corremos es de dejarnos llevar por ellos y sus problemas. Tenemos que darnos permiso para confiar más en el Espíritu de Dios que es el que nos da libertad y no estar pendientes de las necesidades de los demás a expensas de nunca tener la libertad de hacer lo que nosotros sentimos que debemos hacer.
23 Pero el que no está seguro de si debe o no debe comer algo, se hace culpable al comerlo porque no lo come con la convicción que da la fe; y todo lo que no se hace con la convicción que da la fe, es pecado. Rom.14
II. Tenemos que darnos permiso para equivocarnos.
Siempre corremos riesgo en todo tipo de relación: el de equivocarnos, el que nos rompan el corazón, el que nos traicionen. Cuando en medio de una situación de dependencia emocional nos cruzamos de brazos y no hacemos nada por miedo o por temor a equivocarnos es que entonces nos hemos convertido en codependientes.
La fe es todo lo contrario al miedo. El miedo nos paraliza y enmudecemos. La fe nos hace dar un paso y hablar. Es por miedo que nos quedamos hundidos en relaciones destructivas muchas veces. Y esto no tiene nada que ver con la voluntad de Dios.
Frente a la manipulación y al chantaje emocional solo podemos hacer una cosa: buscar el balance. Un equilibrio. Desde la fe creemos que ese equilibrio nos lo da el Espíritu Santo, que es quien nos guía a toda sabiduría y verdad sean cuales sean nuestras circunstancias y situaciones personales.
Tenemos que darnos permiso para equivocarnos y para vivir nuestra vida.
III. ¿Somos codependientes, dependientes o independientes de Dios?
Hay temporadas que somos nosotros quien dependemos de alguien o de algo. Habrá días que alguien dependerá de nosotros. Y tal vez también nos convertimos en personas independientes, cuando decidimos que no necesitamos a nadie-incluyendo a Dios. Esto será cuando optamos por hacer las cosas a nuestra manera, cuando rompemos todo vínculo emocional o de dependencia con los demás.
Todas estas relaciones que se describen anteriormente son muestras de nuestra falta de equilibrio emocional. De objetividad. Y cuando esto ocurre no podemos valorar lo que nos rodea apropiadamente. Y no por que no tengamos inteligencia, no, no se trata de eso. Es más bien porque desconocemos lo que es la “normalidad” dado que hemos estado de extremos en extremos constantemente. Y es que generalmente reaccionamos a base de las emociones en vez del sentido común: Un amigo no cumple nuestras expectativas, alguien de mi familia no es como yo deseo e inmediatamente pienso: no soy importante. Cuando las emociones, y no el sentido común, nos traducen la realidad entonces tenemos un problema.
¿Qué tienen en común estas relaciones: la codependencia, la dependencia o la independiente? El frenesí por el control. Muchas veces me veo intentando controlarlo todo, recordándole a la gente sus compromisos, anotando lo que he de hacer; pero con los días descubro que esto ha dejado de ser sano, porque al final es una muestra de que no confío en nadie, ni en Dios, ni en mí. Como no soy nadie revelante me escondo tras el control.
Pero la vida no es como en los cuentos de Andersen. Un día Dios tuvo que enseñarme a confiar en El y no en mis emociones o apreciaciones circunstanciales. He tenido que aprender a escuchar lo que el sentido común dice. A no escuchar las voces que me dicen constantemente: No eres importante.
Y es que al final, solo al final, he descubierto que la mejor lección de la vida es que no vale la pena ser codependiente ni dependiente; sino dependiente de Dios.
22 Pero no basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica, y pues de lo contrario os estaríais engañando a vosotros mismos. 23 El que solamente oye el mensaje, pero no lo practica, es como el hombre que se mira la cara en un espejo: 24 se ve a sí mismo, pero en cuanto se da la vuelta se olvida de cómo es. Santiago 1
Tema 13
I. Introducción.
¿Por qué hemos llegado a dónde hemos llegado? ¿Cómo hemos podido permitir que otro ser humano nos domine o nos manipule? ¿Por qué hacemos uso nosotros de las emociones para lograr algún objetivo? ¿Por qué la vida nos lo impone? ¿Por qué es la voluntad de Dios? No. Definitivamente no. Este tipo de comportamiento tiene su raíz en el temor no en la fe. La fe es un regalo de Dios para vivir en libertad. Y el temor es la justificación que nos buscamos para escondernos y atrincherarnos.
Una persona perfeccionista, un hipocondríaco, un adicto al trabajo, un drogodependiente, un alcohólico, tienen algo en común: dependen de algo para sentirse bien. Y cuando entramos en su círculo para ayudarles acabamos codependiendo.
Es como el sentimiento que experimentamos cuando alguien está enfermo: la compasión. Nos mostramos bondadosos, queremos ayudarles. Pero el enfermo nunca mejora, va de una dolencia a otra, de un malestar a otro. ¿Por qué? La respuesta no es muy complicada: esa persona se está sirviendo sencillamente de nuestra bondad y compasión para atraer nuestra atención. Esto lo hacen quienes han sufrido maltrato en el pasado y están intentando obtener de nosotros lo que nunca tuvieron en su niñez.
¿Es bueno ayudar a las personas enfermas o heridas? Por supuesto. Pero cuando sus necesidades emocionales comienzan a dominarnos, el peligro que corremos es de dejarnos llevar por ellos y sus problemas. Tenemos que darnos permiso para confiar más en el Espíritu de Dios que es el que nos da libertad y no estar pendientes de las necesidades de los demás a expensas de nunca tener la libertad de hacer lo que nosotros sentimos que debemos hacer.
23 Pero el que no está seguro de si debe o no debe comer algo, se hace culpable al comerlo porque no lo come con la convicción que da la fe; y todo lo que no se hace con la convicción que da la fe, es pecado. Rom.14
II. Tenemos que darnos permiso para equivocarnos.
Siempre corremos riesgo en todo tipo de relación: el de equivocarnos, el que nos rompan el corazón, el que nos traicionen. Cuando en medio de una situación de dependencia emocional nos cruzamos de brazos y no hacemos nada por miedo o por temor a equivocarnos es que entonces nos hemos convertido en codependientes.
La fe es todo lo contrario al miedo. El miedo nos paraliza y enmudecemos. La fe nos hace dar un paso y hablar. Es por miedo que nos quedamos hundidos en relaciones destructivas muchas veces. Y esto no tiene nada que ver con la voluntad de Dios.
Frente a la manipulación y al chantaje emocional solo podemos hacer una cosa: buscar el balance. Un equilibrio. Desde la fe creemos que ese equilibrio nos lo da el Espíritu Santo, que es quien nos guía a toda sabiduría y verdad sean cuales sean nuestras circunstancias y situaciones personales.
Tenemos que darnos permiso para equivocarnos y para vivir nuestra vida.
III. ¿Somos codependientes, dependientes o independientes de Dios?
Hay temporadas que somos nosotros quien dependemos de alguien o de algo. Habrá días que alguien dependerá de nosotros. Y tal vez también nos convertimos en personas independientes, cuando decidimos que no necesitamos a nadie-incluyendo a Dios. Esto será cuando optamos por hacer las cosas a nuestra manera, cuando rompemos todo vínculo emocional o de dependencia con los demás.
Todas estas relaciones que se describen anteriormente son muestras de nuestra falta de equilibrio emocional. De objetividad. Y cuando esto ocurre no podemos valorar lo que nos rodea apropiadamente. Y no por que no tengamos inteligencia, no, no se trata de eso. Es más bien porque desconocemos lo que es la “normalidad” dado que hemos estado de extremos en extremos constantemente. Y es que generalmente reaccionamos a base de las emociones en vez del sentido común: Un amigo no cumple nuestras expectativas, alguien de mi familia no es como yo deseo e inmediatamente pienso: no soy importante. Cuando las emociones, y no el sentido común, nos traducen la realidad entonces tenemos un problema.
¿Qué tienen en común estas relaciones: la codependencia, la dependencia o la independiente? El frenesí por el control. Muchas veces me veo intentando controlarlo todo, recordándole a la gente sus compromisos, anotando lo que he de hacer; pero con los días descubro que esto ha dejado de ser sano, porque al final es una muestra de que no confío en nadie, ni en Dios, ni en mí. Como no soy nadie revelante me escondo tras el control.
Pero la vida no es como en los cuentos de Andersen. Un día Dios tuvo que enseñarme a confiar en El y no en mis emociones o apreciaciones circunstanciales. He tenido que aprender a escuchar lo que el sentido común dice. A no escuchar las voces que me dicen constantemente: No eres importante.
Y es que al final, solo al final, he descubierto que la mejor lección de la vida es que no vale la pena ser codependiente ni dependiente; sino dependiente de Dios.
22 Pero no basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica, y pues de lo contrario os estaríais engañando a vosotros mismos. 23 El que solamente oye el mensaje, pero no lo practica, es como el hombre que se mira la cara en un espejo: 24 se ve a sí mismo, pero en cuanto se da la vuelta se olvida de cómo es. Santiago 1
lunes, 7 de junio de 2010
El problema del enojo y del atardecer.
Mt. 5:21-26 Domingo 13.06.10
Cuando Jesús pretende explicar a sus oyentes la justicia que han de practicar sus seguidores lo hace teniendo como referencia el sexto y el séptimo mandamiento: la prohibición del asesinato y el adulterio.
Cuando Jesús les recuerda el no matarás lo que esta proclamando es no cometerás asesinato. Y no se trata de quitar la vida bajo ninguna circunstancia. En Israel existía la pena de muerte y se practicaba la guerra, por tanto el no matarás es en aplicable literalmente. La pena de muerte y la guerra son cosas que nos molestan a los cristianos, o al menos de algunos de nosotros. Por tanto no nos podemos atrincherar en la idea del no matarás para identificarnos con causas anti pena de muertes o pacifistas. La cuestión es más complicada.
El enojo se menciona en el v.22. En algunas versiones dice…se enoja locamente…y esto quizás exprese lo que Jesús querría comentar. No todo enojo es malo. Incluso se nos dice que dios siente ira. El propio Lutero lo experimento y dejó constancia de ello:
“Siento enojo motivado por el amor. Y es un enojo que no desea mal a nadie, que es amigable con la persona, pero hostil con la maldad” Si esto es así, entonces del enojo que hace referencia Jesús es un enojo injusto, producto del orgullo, de la vanidad, del aborrecimiento, la maldad y la venganza.
El insulto del que se hace eco Jesús, necio, se trata de un insulto a la inteligencia de una persona, son sinónimos bobalicón, zoquete, mentecato. Pero la referencia que hace Jesús no sólo tiene un valor etimológico, sino que tiene matices religiosos y morales. Cuando nosotros decimos que alguien está condenado al infierno estamos en el mismo peligro de caer en el infierno.
Cuando decimos algo malo sobre otra persona ante los ojos de Dios estamos cometiendo asesinato. Dice Juan en su primera epístola: Todo el que aborrece a su hermano es homicida, y vosotros sabéis que ningún homicida tiene vida eterna.(3:15) Tanto el enojo como el insulto son síntomas de que deseamos deshacernos de alguien que se ha interpuesto en nuestro camino. Hay palabras, hay gestos y hay miradas que matan. Y estos deseos son una violación del sexto mandamiento.
Cuando deseas que alguien muera te estás exponiendo al mismo castigo que el de los homicidas y no se trata de ir a un juicio, no. Ningún tribunal te juzgara por enojarte en la tierra. Me refiero al tribunal de Dios.
En este caso vemos como Jesús amplia el sentido de la ley. Si los rabíes recordaban que cualquiera que asesinará será culpable de muerte, Jesús agrega: cualquiera que se enoja sin causa será culpable de juicio. Y culmina la frase en el v.22: que será expuesto al fuego del infierno.
Veamos un principio puesto en práctica con dos ejemplos o ilustraciones. Son los vv.23 y 24. La primera tiene que ver con la costumbre de ir al templo y ofrecer sacrificios a Dios. Y la segunda de dar testimonio ante el juez.
El entorno es cultural, pero nosotros podríamos buscar ejemplos cercanos. Dar dinero a la iglesia, tomar la Santa Cena, usar el teléfono para descalificar a un hermano de la iglesia, etc.
Los ejemplos que expone Jesús en esta mañana son diferentes. Uno es eclesiástico y el otro legal. Uno está referido a un hermano y el otro a un enemigo. Pero en ambos caso
la situación es similar: alguien tiene un motivo de queja contra nosotros. Y la sugerencia de Jesús es la misma: tienes que hacer algo urgentemente. Si estás en la iglesia interrumpe tu adoración y pide perdón. Si vas camino del tribunal paga tus deudas.
Pero la realidad es que no nos gusta hacer cosas inmediatas. Esa petición de Jesús no es de nuestro agrado. Si nos solidarizamos con las victimas y condenamos los asesinos, nos cuesta evitar el enojo y el insulto malicioso. Creo que no somos lo suficientemente sensibles a estas maldades menores a estas mentiras blancas. Si te dices cristiano has de cumplir toda la Palabra, no aquella parte que más te guste o te conviene.
El llamado que te está haciendo Jesús hoy, a ti y a mi, es que no debemos dejar que un distanciamiento dure y menos aun que crezca. No demores en arreglar una situación mucho. No debemos permitir ni tan siquiera que el sol se ponga sobre nuestro enojo. Hay que tomar la iniciativa cuando una relación se rompe. Hay que pedir disculpa si hemos agraviado a alguien. Hay que pagar las deudas. Hay que restituir.
Como veréis es muy fácil decir: no matarás. Podemos protestar contra el aborto haciendo mucho escándalo y recogiendo muchas firmas en la Plaza de España, podemos escribirle al Presidente de los EE.UU. y mostrar nuestro desacuerdo contra la pena de muerte e incluso podemos ir a manifestaciones contra la guerra. Pero eso solo será la parte visible del problema. Lo difícil, lo arduo, lo cotidiano es dar pequeños pasos en nosotros. Luchas contra nuestras propias emociones y egoísmos.
Hoy, yo he entendido de la Palabra de Dios que debo dar pasos para vivir en paz con Uds. porque es la única manera de tener paz con Dios y conmigo mismo.
Cuando Jesús pretende explicar a sus oyentes la justicia que han de practicar sus seguidores lo hace teniendo como referencia el sexto y el séptimo mandamiento: la prohibición del asesinato y el adulterio.
Cuando Jesús les recuerda el no matarás lo que esta proclamando es no cometerás asesinato. Y no se trata de quitar la vida bajo ninguna circunstancia. En Israel existía la pena de muerte y se practicaba la guerra, por tanto el no matarás es en aplicable literalmente. La pena de muerte y la guerra son cosas que nos molestan a los cristianos, o al menos de algunos de nosotros. Por tanto no nos podemos atrincherar en la idea del no matarás para identificarnos con causas anti pena de muertes o pacifistas. La cuestión es más complicada.
El enojo se menciona en el v.22. En algunas versiones dice…se enoja locamente…y esto quizás exprese lo que Jesús querría comentar. No todo enojo es malo. Incluso se nos dice que dios siente ira. El propio Lutero lo experimento y dejó constancia de ello:
“Siento enojo motivado por el amor. Y es un enojo que no desea mal a nadie, que es amigable con la persona, pero hostil con la maldad” Si esto es así, entonces del enojo que hace referencia Jesús es un enojo injusto, producto del orgullo, de la vanidad, del aborrecimiento, la maldad y la venganza.
El insulto del que se hace eco Jesús, necio, se trata de un insulto a la inteligencia de una persona, son sinónimos bobalicón, zoquete, mentecato. Pero la referencia que hace Jesús no sólo tiene un valor etimológico, sino que tiene matices religiosos y morales. Cuando nosotros decimos que alguien está condenado al infierno estamos en el mismo peligro de caer en el infierno.
Cuando decimos algo malo sobre otra persona ante los ojos de Dios estamos cometiendo asesinato. Dice Juan en su primera epístola: Todo el que aborrece a su hermano es homicida, y vosotros sabéis que ningún homicida tiene vida eterna.(3:15) Tanto el enojo como el insulto son síntomas de que deseamos deshacernos de alguien que se ha interpuesto en nuestro camino. Hay palabras, hay gestos y hay miradas que matan. Y estos deseos son una violación del sexto mandamiento.
Cuando deseas que alguien muera te estás exponiendo al mismo castigo que el de los homicidas y no se trata de ir a un juicio, no. Ningún tribunal te juzgara por enojarte en la tierra. Me refiero al tribunal de Dios.
En este caso vemos como Jesús amplia el sentido de la ley. Si los rabíes recordaban que cualquiera que asesinará será culpable de muerte, Jesús agrega: cualquiera que se enoja sin causa será culpable de juicio. Y culmina la frase en el v.22: que será expuesto al fuego del infierno.
Veamos un principio puesto en práctica con dos ejemplos o ilustraciones. Son los vv.23 y 24. La primera tiene que ver con la costumbre de ir al templo y ofrecer sacrificios a Dios. Y la segunda de dar testimonio ante el juez.
El entorno es cultural, pero nosotros podríamos buscar ejemplos cercanos. Dar dinero a la iglesia, tomar la Santa Cena, usar el teléfono para descalificar a un hermano de la iglesia, etc.
Los ejemplos que expone Jesús en esta mañana son diferentes. Uno es eclesiástico y el otro legal. Uno está referido a un hermano y el otro a un enemigo. Pero en ambos caso
la situación es similar: alguien tiene un motivo de queja contra nosotros. Y la sugerencia de Jesús es la misma: tienes que hacer algo urgentemente. Si estás en la iglesia interrumpe tu adoración y pide perdón. Si vas camino del tribunal paga tus deudas.
Pero la realidad es que no nos gusta hacer cosas inmediatas. Esa petición de Jesús no es de nuestro agrado. Si nos solidarizamos con las victimas y condenamos los asesinos, nos cuesta evitar el enojo y el insulto malicioso. Creo que no somos lo suficientemente sensibles a estas maldades menores a estas mentiras blancas. Si te dices cristiano has de cumplir toda la Palabra, no aquella parte que más te guste o te conviene.
El llamado que te está haciendo Jesús hoy, a ti y a mi, es que no debemos dejar que un distanciamiento dure y menos aun que crezca. No demores en arreglar una situación mucho. No debemos permitir ni tan siquiera que el sol se ponga sobre nuestro enojo. Hay que tomar la iniciativa cuando una relación se rompe. Hay que pedir disculpa si hemos agraviado a alguien. Hay que pagar las deudas. Hay que restituir.
Como veréis es muy fácil decir: no matarás. Podemos protestar contra el aborto haciendo mucho escándalo y recogiendo muchas firmas en la Plaza de España, podemos escribirle al Presidente de los EE.UU. y mostrar nuestro desacuerdo contra la pena de muerte e incluso podemos ir a manifestaciones contra la guerra. Pero eso solo será la parte visible del problema. Lo difícil, lo arduo, lo cotidiano es dar pequeños pasos en nosotros. Luchas contra nuestras propias emociones y egoísmos.
Hoy, yo he entendido de la Palabra de Dios que debo dar pasos para vivir en paz con Uds. porque es la única manera de tener paz con Dios y conmigo mismo.
La codependencia
Las emociones y yo.
Tema 12
8 Sed prudentes y manteneos despiertos, porque vuestro enemigo el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quien devorar.1 Pe. 5:8
I. Introducción.
La codependencia es un término actual no sólo en ámbitos cristianos sino también en los no cristianos. Para comprender que es la codependencia hemos de averiguar antes que es la dependencia.
La dependencia emocional es "un patrón de necesidades emocionales insatisfechas desde la niñez, ahora de mayores buscamos satisfacer, mediante la búsqueda de relaciones interpersonales muy estrechas". Somos codependientes cuando continuamente sentimos que estamos complaciendo los deseos y necesidades de otras personas sin haber alcanzado los nuestros; consideramos que trabajamos demasiado y los demás aprecian poco lo que hacemos; que les brindamos toda la atención que necesitan ante sus dolencias, perturbaciones, malestares, y sin embargo cuando somos nosotros quienes necesitamos de ellos no les importa como estemos o como nos sintamos.
a. Si los otros están contentos con nosotros entonces somos felices, si los demás: familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc., nos aprueban, entonces sentimos que valemos la pena.
b. Sufrimos de un profundo temor porque lo que digamos o hagamos pueda ofender a alguien y mejor evitamos los desacuerdos para no ser rechazados.
c. Estamos constantemente anteponiendo las necesidades, deseos y demandas de los demás, a las nuestras. Decimos si, cuando realmente deseábamos decir no.
d. Estar en manos de otras personas para poder percibir lo bueno de nuestra propia imagen, obtener felicidad a cambio de sacrificar lo que realmente deseamos y necesitamos por temor a ser abandonados, desplazados o rechazados.
e. En vez de construir y ganar nuestra propia autoestima, estamos buscando la opinión de otros para obtenerla.
El problema de la adicción es que es una prueba de nuestra falta de equilibrio. Y su origen esta en comportamientos obsesivos compulsivos.
II. Comportamiento obsesivo-compulsivo.
La obsesión es una perturbación anímica producida por una idea fija. La persona piensa en ella todo el tiempo y habla de ello, no importa si es una cosa o una persona. Su mente y su lengua viven enfocadas en eso únicamente.
La codependencia produce también una noción equivocada en cuanto a qué es el amor. La persona afectada cree que no puede vivir sin su pareja sin importar cuán conflictiva y enfermiza sea la relación. Por eso puede pasar años soportando situaciones humillantes que impliquen violencia física y emocional. Algunos de los factores que ocasionan este trastorno están relacionados con haber crecido con vacíos afectivos, en una familia disfuncional o que uno de sus padres haya sido alcohólico o adicto a otras sustancias.
La baja autoestima es una causa y a la vez un efecto de la codependencia. Funciona como en círculos porque la persona vive queriendo satisfacer las necesidades de los demás, pero espera a cambio cariño y reconocimiento. Cuando no obtiene lo anterior, se frustra y se siente desvalorizada. Ese mismo sentimiento genera más codependencia y así hasta que el círculo no se rompe. La única manera de hacerlo es buscando ayuda profesional. Y esto es importante porque la codependiente no solo tendrá dificultad con parejas afectivas, sino con amistades, el trabajo y su interacción social en general.
III. ¿Cómo superar la codependencia?
No hay soluciones mágicas. Las emociones requieren tiempo para ser disciplinadas. Pero tenemos algunas herramientas a mano.
1. Aumente su autoestima concentrándose en sus talentos, sentido del humor y creatividad.
2. Si las personas no le piden ayuda no trate de ayudarlas.
3. Sea asertivo, exprese sus pensamientos y sentimientos de manera saludable.
4. Escuche a las personas que ama sin darles consejos.
Pero sobre todas las cosas comience a tomar conciencia que usted tiene su propia vida que vale y que sus necesidades son importantes. Aprenda a poner límites y libere su necesidad de arreglar los problemas de todas las personas.
Tema 12
8 Sed prudentes y manteneos despiertos, porque vuestro enemigo el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quien devorar.1 Pe. 5:8
I. Introducción.
La codependencia es un término actual no sólo en ámbitos cristianos sino también en los no cristianos. Para comprender que es la codependencia hemos de averiguar antes que es la dependencia.
La dependencia emocional es "un patrón de necesidades emocionales insatisfechas desde la niñez, ahora de mayores buscamos satisfacer, mediante la búsqueda de relaciones interpersonales muy estrechas". Somos codependientes cuando continuamente sentimos que estamos complaciendo los deseos y necesidades de otras personas sin haber alcanzado los nuestros; consideramos que trabajamos demasiado y los demás aprecian poco lo que hacemos; que les brindamos toda la atención que necesitan ante sus dolencias, perturbaciones, malestares, y sin embargo cuando somos nosotros quienes necesitamos de ellos no les importa como estemos o como nos sintamos.
a. Si los otros están contentos con nosotros entonces somos felices, si los demás: familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc., nos aprueban, entonces sentimos que valemos la pena.
b. Sufrimos de un profundo temor porque lo que digamos o hagamos pueda ofender a alguien y mejor evitamos los desacuerdos para no ser rechazados.
c. Estamos constantemente anteponiendo las necesidades, deseos y demandas de los demás, a las nuestras. Decimos si, cuando realmente deseábamos decir no.
d. Estar en manos de otras personas para poder percibir lo bueno de nuestra propia imagen, obtener felicidad a cambio de sacrificar lo que realmente deseamos y necesitamos por temor a ser abandonados, desplazados o rechazados.
e. En vez de construir y ganar nuestra propia autoestima, estamos buscando la opinión de otros para obtenerla.
El problema de la adicción es que es una prueba de nuestra falta de equilibrio. Y su origen esta en comportamientos obsesivos compulsivos.
II. Comportamiento obsesivo-compulsivo.
La obsesión es una perturbación anímica producida por una idea fija. La persona piensa en ella todo el tiempo y habla de ello, no importa si es una cosa o una persona. Su mente y su lengua viven enfocadas en eso únicamente.
La codependencia produce también una noción equivocada en cuanto a qué es el amor. La persona afectada cree que no puede vivir sin su pareja sin importar cuán conflictiva y enfermiza sea la relación. Por eso puede pasar años soportando situaciones humillantes que impliquen violencia física y emocional. Algunos de los factores que ocasionan este trastorno están relacionados con haber crecido con vacíos afectivos, en una familia disfuncional o que uno de sus padres haya sido alcohólico o adicto a otras sustancias.
La baja autoestima es una causa y a la vez un efecto de la codependencia. Funciona como en círculos porque la persona vive queriendo satisfacer las necesidades de los demás, pero espera a cambio cariño y reconocimiento. Cuando no obtiene lo anterior, se frustra y se siente desvalorizada. Ese mismo sentimiento genera más codependencia y así hasta que el círculo no se rompe. La única manera de hacerlo es buscando ayuda profesional. Y esto es importante porque la codependiente no solo tendrá dificultad con parejas afectivas, sino con amistades, el trabajo y su interacción social en general.
III. ¿Cómo superar la codependencia?
No hay soluciones mágicas. Las emociones requieren tiempo para ser disciplinadas. Pero tenemos algunas herramientas a mano.
1. Aumente su autoestima concentrándose en sus talentos, sentido del humor y creatividad.
2. Si las personas no le piden ayuda no trate de ayudarlas.
3. Sea asertivo, exprese sus pensamientos y sentimientos de manera saludable.
4. Escuche a las personas que ama sin darles consejos.
Pero sobre todas las cosas comience a tomar conciencia que usted tiene su propia vida que vale y que sus necesidades son importantes. Aprenda a poner límites y libere su necesidad de arreglar los problemas de todas las personas.
martes, 1 de junio de 2010
Revindicación de una mujer sin nombre.
A propósito de la mujer de Job: apuntes inconclusos
Algunas mujeres pasan a la historia sin nombre. Si acaso, pasan a la historia debido a su mala fama. Son convertidas en el paradigma de mujeres faltas de piedad e insensatas. La fama que les ha impuesto la tradición se convierte en clave de lectura de sus experiencias vitales, y es muy complicado desprendernos de ella.
Así, en mi opinión, ha sucedido con la mujer de Job, paradigma de la fatuidad y falta de fe. No conocemos su nombre, pero reitero que “conocemos” su fama de mujer falta de entendimiento y de piedad. Nos hemos quedado con las únicas palabras que se citan en el libro de Job dirigidas a su esposo: “maldice a Dios y muérete” (Job 23:9).
Pero, ¿realmente hemos entendido a la mujer sin nombre? En este momento me gustaría abrir una andanada a su favor y poner delante de vosotros su historia para vuestra reflexión. En primer lugar deseo hacer el esfuerzo por entenderla; en segundo, cuestionar su mala fama; y, en tercer lugar, observar cómo Dios se muestra más que comprensivo con ella.
La conclusión la dejaré abierta. No puedo, ni debo concluir. Dejaré a vuestro cargo la responsabilidad de escribirla…
Entendiendo a la mujer sin nombre
Cuando un ser humano profundamente religioso, como la mujer sin nombre, atraviesa por una experiencia que supera todas las expectativas humanas de sufrimiento y dolor es normal que cuestione toda su teología y comprensión de la existencia. En esos momentos todo se derrumba. Y cuando escribo “todo”, estoy diciendo todo, absolutamente todo.
La mujer sin nombre, pierde a sus hijos e hijas. Aquellos a los que amamantó, acompañó y sobre los que puso todos sus sueños. Su marido, ese compañero con el que ha compartido su vida, esta pasando por una enfermedad en la que los indicadores señalan a un diagnóstico terrible: es terminal. Además, sus bienes desaparecen de la noche a la mañana. ¿Cómo reaccionaríamos ante una experiencia así?
Ella no entiende la actitud de su marido. Es comprensible, muy comprensible. La teología de su marido entiende a Dios como un Ser que lleva a los seres humanos al más hondo de los sufrimientos, sin encontrar en ello una razón clara que lo explique –simplemente hay que atender a todas las reflexiones que Job hace en la conversación que sostiene con sus amigos-, simplemente afirma su soberanía sobre la existencia de los seres humanos.
Ante esa teología, ella, se rebela. “¿Aún retienes tu integridad [teológica]? Maldice a Dios –ese Dios que, según tú, nos ha introducido en el más profundo de los sufrimientos- y muérete – acaba con tus sufrimientos y los míos, no vale la pena vivir así-“ (Job 2:9). ¿No es comprensible su reacción..?
Ahora bien, ¿cómo responde Job al dolor de su esposa..?
Cuestionando la mala fama de la mujer sin nombre
La respuesta de Job hacia su esposa es insultante y descalificadora. No la entiende. No quiere comprenderla, porque de hacerlo destruiría su propia comprensión de Dios. En ese preciso momento, Job, reacciona a la manera del cuestionamiento que sus amigos van a hacer de su existencia en la parte central de la narración.
La respuesta de Job a su esposa es terrible: “Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado” (Job 2:10). A los ojos de Job, su mujer es falta de razón o de entendimiento. La mujer sin nombre, no entiende la teología de su marido. Una teología que hace a Dios absoluto responsable de la muerte de sus hijos e hijas, de la pérdida de toda su hacienda y de su enfermedad terminal. Y lo acepta sin cuestionamientos, de momento.
Job no pecó, ya que en ningún momento cuestionó su teología. Él interpretó su dramática experiencia desde la despótica voluntad del Dios en quién creía. Dios tiene derecho a todo, aunque a costa de la vida de los que le sirven.
Sin embargo, Job, al inicio de su discurso ante la presencia de sus amigos comienza un recorrido que cuestiona todo frente a la teología en la que ha sido educado y a las teologías de sus amigos: “Exclamó Job, y dijo: Perezca el día en que yo nací…” (Job 3:1ss.). Job inicia el cuestionamiento de toda su teología, y de esa manera expresa que ha comenzado a entender a su mujer, la mujer sin nombre. Y sus amigos, a través de sus reflexiones, realizan una crítica mordaz e inmisericorde al discurso de Job. Reaccionan de la misma manera que la que él practicó con su mujer. Job ha pecado contra Dios, por eso le acontece el sufrimiento y sus palabras lo demuestran. Job, a los ojos de sus amigos es una persona fatua y pecadora.
La mujer sin nombre no es tan fatua como Job pensaba, y tampoco concuerda con la fama que la ha rodeado en la tradición de la Iglesia.
El Dios que comprende a la mujer sin nombre
Es importante notar el silencio de Dios respecto a la mujer sin nombre al final de la antigua obra literaria. Dios no juzga a la mujer. Dios no juzga a Job. Dios juzga a sus amigos y coloca “patas arriba” sus respectivas teologías, todas ellas muy ortodoxas.
Job, al igual que su mujer, “hablaba de lo que no entendía”. El misterio no debe ser transgredido ¿por qué sufre el justo? Silencio, no hay explicación que contente nuestro entendimiento. De ahí que sea razonable, y así lo entiende Dios, la reacción de la mujer sin nombre y su marido ante el drama que están experimentando. La respuesta al problema del mal y el sufrimiento de los justos es “explicado” a través del silencio: no lo comprendemos. No así sus amigos y el primer Job, el hombre que califica a su mujer de fatua, que creían tener explicación teológica para todo el acontecer humano.
Dios entiende a la mujer sin nombre. La prueba de ello es que Él no emite ningún juicio, ni cuestiona a la esposa de Job. No así a los teólogos, amigos del protagonista del libro que nos ocupa. Dios, según el autor del libro, declarará acerca de los amigos de Job: “no habéis hablado de mi con rectitud” (Job 42:7,8), no así de la mujer.
Es más, la mujer sin nombre, tuvo siete hijos y tres hijas. Fue bendecida junto a su compañero y, quiero pensar, que ambos murieron viejos y llenos de días (Job 42:17). Ella, contra todo pronóstico, también fue revindicada por Dios.
Ignacio Simal
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