lunes, 15 de junio de 2015

La botánica explicada a las ovejas.


Reflexionando en voz alta sobre Marcos 4: 26-34

Queremos crecer como comunidad, pero no tenemos paciencia con las personas. El texto de hoy está relacionado con la siembra y la cosecha y la mayoría de nosotros tenemos alguna noción acerca de esto. Pero hay otra realidad viviendo entre nosotros y es que no tenemos paciencia con el crecimiento de las personas que viven a nuestro alrededor.
Para este domingo tenemos dos parábolas de Jesús sobre la botánica, parábolas a las que le dedicamos poca atención porque no dedica mucho espacio a hablar del pecado de los demás que tanto nos gusta. Pero parábolas que hablan de la idea que tenía Jesús del Reino. Si la primera trata el asunto del crecimiento la segunda parábola habla de la mostaza. Y sospecho en esta mañana que nadie quiere tener un árbol mostaza en su jardín.  Nadie quiere tener el jardín lleno de pájaros.
Tal vez la idea de Marcos al narrar estas parábolas es que dejarán de ser problemáticas o misteriosas y que nosotros, junto a los oyentes originales pudiéramos captar su significado.
Una posible interpretación a que somos llamados es a evitar las tácticas agresivas tan promovidas desde círculos empresariales y de iglecrecimiento. Pero Jesús no parece defender esta tesis, más bien se coloca en frente de quienes quieren obtener resultados rápidos. Espectaculares. Los que usan la violencia y la palabra para conquistar.
Ya sé que en la jardinería y la agricultura nos gusta exagerar. Queremos calabacines gigantes, frutas y flores vistosas. ¡Y las queremos ahora! Así que usamos un mucha agua y una gran cantidad de fertilizantes para acelerar las cosas. Pero es posible que sólo logremos aniquilar las plantas.
Jesús recomienda que actuemos con sabiduría en nuestras relaciones humanas. Entre sus propios seguidores habían violentos, desesperados, gente sin paciencia, gente que decía algo así como: ¡Hemos estado esperando este reinado demasiado tiempo y queremos imponerlo ya! Algunos creen que esta es la razón por la que Pedro llevaba una espada, porque quería que los cambios fueran pronto. ¿Por qué Judas traicionó a Jesús, y por qué Santiago y Juan eran conocidos en privado como hijos del trueno? Su comprensión del Reino de Dios puede haber sido en gran medida política; en cualquier caso, no eran hombres con mucha paciencia y la recomendación que hacían es que Jesús tomara medidas urgentemente. Que cambiara las cosas radicalmente. 
De los cristianos se esperan muchas cosas. Se espera por ejemplo que posean paciencia. Pero no siempre cumplimos las expectativas de nuestros familiares y amigos. Si escuchamos bien, Jesús está hablando en sus parábolas sobre el reino y aquí el Espíritu de Dios tiene mucho que enseñarnos. Es en la forma de vivir y actuar lo que nos hace ser llamados pueblo de Dios, no las veces que repetimos la paga del pecado es la muerte.
Jesús es un fans de las parábolas. Dice mediante ellas que el reino de Dios es como una semilla que un hombre siembra, que es como un pastor que sale a busca la oveja perdida, que es como una mujer que busca una moneda perdida, que es como un padre que espera un hijo perdido. ¿Qué tienen estas personas en común? Nos ofrecen tiempo. Nos invitan a no desesperarnos.
En todas estas historias hay algo de paciencia. Aunque sea una pizca. Cuando, por ejemplo, el hermano mayor en la historia de los dos hermanos y el padre, no quiere entrar en casa y participar de la fiesta por el regreso de su hermano menor, el padre no lo golpeó ni le echó en cara pasajes de las Escrituras. Por eso el padre de esta historia es el prototipo de Dios, no hace lo que nosotros hacemos. El padre de nuestra historia espera. Pero a nosotros esta historia nos molesta un poco y es que todavía estamos esperando, porque nunca supimos si el hermano mayor entró para dar la bienvenida a un pecador arrepentido o se quedó amargado formando parte de una iglesia. A nosotros nos gustan los finales felices, pero muchas veces no tenemos paciencia para verlos.
No nos gusta esperar porque sencillamente la espera nos da tiempo para pensar acerca de nosotros mismos. Y esto nos asusta. El reino de Dios tiene que ver más con las relaciones entre personas que con el cumplimiento de determinados reglas morales o religiosas. El reino de Dios tiene que ver con las personas que son capaces de perdonar una ofensa, tiene que ver con el ayudar a un persona que ha sido golpeada y dejada en la cuneta de un camino, tiene que ver con el deseo de un hombre rico tratando de hacerse más ricos y perderlo todo, tiene que ver con una viuda que no se cansa de insistir y obtiene una respuestas, tiene que ver con un hombre arrogante que piensa que es mejor que los demás y no es nada bueno en absoluto. Y sale del templo como entró: vacío.
En la cruz, Jesús nos está ofreciendo otra manera de entender nuestras vidas y nuestras circunstancias, nos dice que no tenemos que utilizar los enfoques ofensivos en la fe cristiana para obtener frutos o resultados. No tenemos que copiar las actuaciones de los demás hombres y mujeres que se creen que lo pueden todo, Incluso el tomar el cielo por asalto. Lo que los líderes religiosos de Jerusalén y el poder romano hicieron a Jesús es lo que estamos acostumbrados a hacernos los uno a los otros cuando descubrimos nuestras diferencias. Nuestras disidencias. Nuestras heterodoxias. 
Pero la buena noticia es que somos llamados a perdonarnos y a sanarnos entre nosotros. Tenemos permiso del Espíritu Santo para perdonarnos. Tenemos permiso para sanarnos.
Aunque ahora vivimos días de dolor y tristeza. Días de injusticia y atropellos. Días sin fiestas y sin bailes. Esto no siempre será así. Un día llegará el tiempo de Dios. Habremos crecido. Y aquellos de nosotros que tengamos la paciencia para esperar, vamos a ser capaces de mirar hacia atrás y decir: ¡Todo ha pasado! Ahora podemos levantarnos y bailar. Ahora ha pasado la seguía y llega la lluvia. ¡Espíritu Santo queremos bailar bajo la lluvia!

A. Gil

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