sábado, 29 de enero de 2011

Activismo o contemplación: ¿Qué tipo de relación tengo yo con Jesús?

Lucas 10, 38-42

¿Qué hemos escuchado en esta mañana? Pues Jesús está de visita en una aldea. Y es recibido en casa de una mujer llamada Martha que tiene una hermana llamada María y cada una asume un rol diferente ante la visita. María se sienta junta a Jesús para escucharle. Pero Martha está en la cocina trabajando. Y cómo se le acumula el trabajo se queja por la poca cooperación de su hermana. Martha está en la misma casa de Jesús, pero vive en otro mundo. Martha está próxima a Jesús; pero no tiene intimidad con él.

A ella Jesús le dice: Martha, Martha, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero sólo una cosa es importante. María ha escogido lo mejor y nadie se lo quitará. Generalmente este relato ha sido mal interpretado. Y tenemos que tener cuidado a la hora de interpretar la Biblia, porque una mala interpretación nos puede volver o crueles o hipócritas.

Generalmente se dice que María es el tipo de persona tranquila, reflexiva, profunda. Yo me siendo identificado con ella. Generalmente a Martha se le relaciona con las personas atareadas, activas, que necesita estar haciendo cosas. Si tú necesitas estar haciendo cosas constantemente entonces Martha es tu santa patrona.

Generalmente se nos ha dicho que a Dios le gusta que dejemos de hacer las cosas y nos sentamos a escucharle. Que a El no le interesan las cuestiones de cocina y labores del hogar, ni los trabajos físicos. Que a El le interesa más el ser que el hacer. Pero tenemos un problema con esta teoría en esta mañana. Y es que hay muchos momentos en el NT donde Jesús recomienda hacer cosas y no cruzarse de brazos. Hay momentos donde es más importante hacer que ser.

Pero volvamos al relato. Hay alguna cosas que les inquieta? Alguna cosas que les llama la atención? A mi personalmente siempre me resultaron extrañas las palabras de Jesús sobre que María había escogido la mejor parte. La mejor parte de qué? Con los años creo que Jesús me está invitando con estas palabras a definir que tipo de relación quiero establecer con él. Cuando Jesús dice tu nombre dos veces: ¡presta atención! Porque quiere decirte algo importante.

Muchas veces lo que impide que podamos seguir a Jesús no es sólo que estemos atareados o que tengamos muchas cosas que hacer, sino que estamos distraídos, que le damos importancia más a unas cosas que otras. No saben cuántas veces escucho: Pastor, no puedo ir a la iglesia porque tengo que estudiar. Pastor, que tengo que cocinar que viene la familia. Pastor, que anoche me acosté tarde. Pastor, que me hacía frío. Etc. Etc. Pero las palabras de Jesús son bien claras: Sólo una cosa es necesaria. Y esa cosa es vivir en su presencia de una manera tan continua que la gente cuando nos vea diga: Oye, hueles a Jesús.

A veces sentarse a los pies de Jesús es dejar de hacer lo que estamos haciendo y comenzar a hacer las cosas de otra manera. A lo mejor estamos trabajando hasta el agotamiento en algún proyecto y tengamos detenernos y comenzar a confiar.

Las palabras que Lucas utiliza para describir a Martha son distraída, preocupada, enojada. Y muchas veces me veo así a lo largo de la semana. Pero no sólo yo, a veces siento como muchos de Uds. están sentados a mí lado en esta capilla o en algunos de los locales del edificio pero estáis distraídos, están preocupados, están enojados. Estamos en el mismo espacio, pero como en diferentes mundos.

Y yo me pregunto: Qué nos impide estar sentados a los pies de Jesús? Qué nos impide vivir nuestra vida de cada día en nuestra ciudad en la presencia de Dios? No creo que hayamos escogido estar en la cocina trabajando mientras Jesús está en nuestro salón. No creo que hayamos hecho esa elección. Sospecho que muchos de nosotros somos como Martha, tenemos buenas intenciones, invitamos a Jesús a que venga a nuestra casa, pero acabamos perdiendo su presencia, no porque rechacemos a Jesús, sino porque elegimos distraernos con las cosas de la vida.

Parte de nuestra vida podremos pasarla como María en el salón con Jesús, pero la realidad es que otra parte importante la pasamos en la cocina como Martha. Y la cocina viene a ser un símbolo del lugar de nuestra vida donde nos preocupamos y nos afanamos por tantas cosas que no podemos estar cerca de Jesús escuchándole.

Quizás la pregunta adecuada no es si hemos de anotarnos al activismo o a la contemplación. Quizás la pregunta que hemos de hacernos antes que se acabe el día es: ¿Qué tipo de relación mantengo yo con Jesús?

Confianza absoluta en el Señor.

Este es el titulo del salmo 27 en la traducción de la Biblia de las Américas. Es el salmo que este domingo 23 de enero de 2011 utilizamos como lectura bíblica en nuestro culto y que agradezco enormente haber podido compartir.
Todos sabemos que los salmos son oraciones en forma poética, que utilizamos desde la época del AT hasta nuestros días, incluido Jesús.
En esta ocasión nos habla de cómo David se siente calumniado y clama a Dios en medio de la injusticia que le toca vivir.
Me gustaría centrarme en la frase confianza absoluta: En nuestro caminar diario nos encontramos con situaciones en las que la confianza en nuestro Dios es importante para superar pequeñas situaciones o heridas pero, ¿y cuando la cosa se complica y los sucesos pueden incluso cambiar en parte o totalmente nuestras vidas… en la salud, emocional, económica, espiritualmente, etc.?
Retomando el consejo que Jesús nos dio sobre aquello de que seamos como niños, y aplicándolo a la confianza, me imagino la imagen de ese padre/madre que coloca a su hijo sobre la mesa y con los brazos abiertos le dice “ven, vamos” Y el niño no solo no se lo piensa dos veces si no que se lanza con una sonrisa de oreja a oreja ¡ Eso si que es confianza absoluta! Como nosotros ya somos grandes y también nuestro Padre lo es, os propongo que nosotros nos coloquemos en lo alto de una catarata (esa situación que nos supera y desconcierta) y Dios abajo… ¿con los brazos abiertos?.
Otra pregunta, ¿y que hacemos durante la interminable caída libre? Los demás no sé, pero los que tenemos puesta nuestra mirada en las cosas del reino (aquí en la tierra), deberíamos ir bajando recordando las innumerables promesas de Dios “Yo estoy contigo donde quiera que vayas”, “No te dejaré ni te abandonaré en todos los días de tu vida hasta el fin”, “Vuestra carga nunca será mayor de lo que podéis soportar”, “Todo lo que sucede es para bien de los que me aman”, etc. (Es lo más parecido al fuerte abrazo que el padre da al niño cuando lo sostiene).
Volviendo al salmo, estoy segura de que el vrs. 7 es el que mejor se nos da cuando oramos “Escucha señor mi oración”, lo repetimos y repetimos hasta la saciedad, ojala no tardemos demasiado en pasar al 11, y que cómo David digamos confiadamente “Señor muéstrame tus caminos…”
Caminos en los que tendremos que caminar con esas promesas y teniendo claro que cosas nos ayudan y cuales son de estorbo en el camino. Por ejemplo la resignación, es imposible que esta palabra esté en el vocabulario de nuestro Dios, casi siempre se habla de ella cabizbajo y sin esperanza. No nos sirve. Como tampoco es una buena elección el huir, tal y como hizo Jonás, tarde o temprano tendremos que recuperar el tiempo perdido e ir a Nínive.
Por otro lado es interesante saber que las personas que estudian acerca del sufrimiento nos recomiendan que a la hora de hacernos preguntas sobre la situación que nos toca vivir, más que preguntar a Dios el por qué permite esto en mi vida, pasemos a preguntar para que permite esto.
Es bueno seleccionar que cosas merece la pena llevar en la mochila para andar mejor el camino.
Y por último, os voy a leer algo que he estado buscando esta mañana y que me envió un amiga hace ya 12 años, pertenece a un escrito que su madre, una mujer que llevaba mucho tiempo conviviendo con un marido alcohólico y sus consecuencias, había preparado como reflexión para el culto de su comunidad.
Nosotros (los creyentes) somos como los juncos;
Ellos viven siempre en ríos, lagos… siempre cerca de fuentes de vida.
Crecen en el lodo, de donde aprenden a sacar el agua que les permite vivir.
Son flexibles, por lo que cuando vienen fuertes vientos pueden llegar a tocar suelo, pero recuperan su firmeza cuando cesan o los vencen.
Sus raíces son muy débiles y estos lugares no les ofrecen unos cimientos firmes donde crecer. Sobreviven uniendo sus raíces entre todos los juncos de alrededor.
No se a ti, pero a mi esto si me suena a lenguaje propio de los que andan en sus caminos. Aprovecho para dar las gracias a esos amigos junqueros que en este año me han reforzado con sus raíces.

Lola Sabroso

Sobre el diezmo.


Pocos temas generan tanta controversia, dentro y fuera de la iglesia, como el diezmo. Que es un fraude, dicen algunos; que es la clave para entrar en una vida de prosperidad, aseguran los otros. Me propongo en este artículo analizar el tema, pero no solo responder a la cuestión de que si debería ser el diezmo una práctica de la iglesia, sino también analizar uno de los problemas que encierra la práctica de dar el 10% de nuestros ingresos a la iglesia local: el diezmo puede llegar a atar las manos de los creyentes y volverlos insensibles ante las necesidades que están a su alrededor.

Realmente, el diezmo es un tema oscuro dentro del cristianismo, y la evidencia de que dar el 10% de los ingresos fuera una práctica de los primeros creyentes es de por sí muy escasa en el Nuevo Testamento. De todos modos, es común en nuestros días tomar estructuras, modelos y ejemplos del Antiguo Testamento, especialmente del período monárquico de Israel, y extrapolarlas a la iglesia. Así, encontramos paralelismos forzados entre el sacerdocio aarónico y el ministerio pastoral o entre el templo de Salomón y nuestros actuales lugares de reunión. No es de extrañar el hecho de que si para algunos el pastor es equivalente al sacerdote —atropellando el sacerdocio de todos los creyentes— y los lugares de reunión actuales equivalentes (en cuanto a su uso, su reverencia y los recursos que consumen) a los mega-templos de Israel —obviando el hecho de que ya Dios no habita en templos hechos por manos de hombres—, se argumente la necesidad de dar el 10% legal para mantener los engranajes del sistema pseudo-sacerdotal funcionando.

Dígase también, que ni siquiera aquello de colectar una ofrenda semanal era una práctica como tal dentro de las primeras iglesias, sino más bien un recurso que utilizó cierta vez el apóstol Pablo para que una iglesia levantara una ofrenda determinada para otra congregación necesitada antes de que él llegara, con el fin de evitar recolectar dinero durante su visita. Fue un caso acaecido una vez, pero que comúnmente se toma como ley universal.

Uno de los peligros más grandes del diezmo no es que alguien se lo robe, como en efecto puede suceder, sino que en un intento de centralizar la ayuda este fomenta el desentendimiento. Cuando la única responsabilidad del creyente es depositar en un sobre mensualmente el 10% de sus ingresos entonces el 100% de la responsabilidad de ayudar a los necesitados recae sobre una sola persona, o como mucho, sobre los elegidos para administrar los ingresos. Aquella lastimosa queja de que el pastor o la iglesia no están haciendo encuentra uno de sus más fuertes sustentos en el supuesto de que por ser él el administrador del dinero de la iglesia está obligado a resolver todos los problemas de toda la congregación.

Para entender el funcionamiento del diezmo en nuestros días, en base a moneda —originalmente, se diezmaba en animales, alimentos y especias—, hay que entender cómo funciona el dinero y cuál es su utilidad. El dinero, económicamente hablando, no es más que una mercancía con valor universal. Este tiene dos utilidades básicas: transportar la riqueza y preservar el valor de la misma. Si un agricultor deseaba moverse de una ciudad a otra no podía llevar con él su producción agrícola, pero si la vendía, convirtiéndola en la mercancía de valor universal (dinero), sí podía hacerlo. Por otro lado, a menos que se convierta en dinero, no es posible ahorrar el excedente de la cosecha, pues de pudre.

Mirándolo así, aunque el caso parezca un poco exagerando, sería muy saludable que en vez de dar en metálico diéramos en víveres, carnes, pan, o legumbres, pues obligaría al administrador a repartir inmediatamente entre los necesitados todo lo recolectado, para que no se desperdicie. Ya que el dinero diezmado puede ser almacenado infinitamente, tenemos casos donde la cuenta de ahorros de la congregación crece desmedidamente mientras sus miembros padecen hambre y viven en condiciones precarias.

Pienso que las razones expuestas son algunas de las causas principales de que el diezmo (especialmente en dinero) no aparezca documentado en las escrituras como una práctica de la iglesia: los primeros creyentes no tenían lugares de reunión lujosos ni con tan altos costos de mantenimiento, como nosotros —los primeros templos cristianos datan de después del 300 d.C., y no fueron construidos por los creyentes, sino que los recibieron como regalos. La iglesia primitiva se reunía, principalmente, en las casas y lugares públicos—; no existía la imagen de un pastor-sacerdote que se mantenía de las entradas de la iglesia local; y por último, los creyentes compartían sus posesiones para suplirse entre ellos mismos sus necesidades: los unos a los otros. (No son estos casos exhaustivos, pues sí existe testimonio de que en determinados lugares los hermanos vendían todos sus bienes y ponían el dinero en un fondo común que al parecer era administrado por los apóstoles, pero ni siquiera este es un argumento para demostrar la vigencia del diezmo, sino un ejemplo para nosotros de un desprendimiento aún más grande: darlo todo por amor al reino.)

La iglesia es un cuerpo dinámico donde todos los miembros deberían poder interactuar para suplirse unos a otros sus necesidades (alimenticias, emocionales, espirituales). Lamentablemente, el diezmo convierte en una actividad impersonal, sustentada en dinero, aquellos «unos a los otros» que mencionan las escrituras en innumerables ocasiones. Como la misericordia está centralizada, la responsabilidad del 99% de los creyentes se limita a depositar su aporte en una caja y sentarse de brazos cruzados a esperar que alguien administre adecuadamente los recursos y haga aquel trabajo que él debería estar haciendo. En el mismo momento en que da su 10% deja de sentirse responsable, se vuelve indiferente y como mucho se limita a criticar el sistema con aquel lastimoso: la iglesia debería estar haciendo. Diezmar es una labor estática, ofrendar para suplir las necesidades de la iglesia un deber dinámico. Cuando se diezma se cierran los ojos, cuando se ofrenda con sentido, se está atento a las necesidades del prójimo.

Todo debe ser dicho, y es cierto que el diezmo puede llegar a tener algún tipo de utilidad (como una buena práctica, claro está, y no como una obligación legal para la iglesia). Puedo citar por lo menos dos casos por los cuales me parece útil: establece un hábito de dar y evita enfrentar el temor al rechazo.

Ya ha habido algunos que impulsados por la avaricia y la tacañería se han constituido en exegetas solo por no desprenderse de un centavo de su dinero. Para ellos, creo que el diezmo está muy bien, pues si algo tenía este sistema judío era sabiduría —en los asuntos de dinero los israelitas siempre se han destacado—, dar en base a porcentaje, y no un monto fijo, asegura que todos colaboren proporcionalmente: el que más gana más aporta. Estos, intentado demostrar la falsedad del diezmo, o su dureza, solo alcanzan a demostrar la dureza de su corazón y la falsedad de su fe. Aquel que se recuesta en la hermenéutica para evitar ayudar a su hermano no es solo un falso maestro, sino un ladrón, pues aún lo que tiene no es suyo, sino de Dios. Cuando la avaricia está presente, la hermenéutica se convierte en el camino más corto hacia la mezquindad.

Por otro lado, uno de los dilemas de la misericordia está en que para hacerla, es necesario vencer el temor al rechazo. No todo el que está —o parece estar— en necesidad desea ser ayudado, ya sea por orgullo o por simple vergüenza. Mucha gente que podría estar dando no lo hace por temor a recibir un no por respuesta. Así, prefieren contribuir a un fondo común, donde el necesitado pueda acudir discretamente a satisfacer su necesidad, que ir directamente a intervenir en la solución. Lo mejor sería que en una comunidad de amor, como la iglesia, no existieran este tipo de barreras, pero tampoco debemos dejar que el idealismo nos ciegue ante la posibilidad de ayudar, entre no dar nada o diezmar es mejor diezmar. Aunque no sea una ley y la evidencia de su práctica se escasa, hambre es hambre y pan es pan.

Termino este artículo recordando que la condición natural del hombre caído no es desprenderse, sino acaparar. Aunque sea muy difícil establecer el diezmo como una ley para la iglesia me parece que es una buena práctica y sumamente útil en determinadas ocasiones, principalmente para inculcarnos el hábito de dar. Pero no nos limitemos a dar el 10% de nuestro dinero, sino, mejor pongámoslos como meta dar eso y mucho más.

Una opción interesante para aquellos que no tiene la costumbre, sería iniciar aportando el 5% de sus ingresos para suplir las necesidades de la iglesia —entiéndase por iglesia la comunidad de los santos, no la infraestructura—, ya sea diezmando o supliendo directamente, a medida que Dios les prospere podrían ir aumentando este porcentaje. Sobre todo, estemos atentos a las necesidades de nuestros hermanos, no esperemos que venga alguien a suplir cuando la solución está al alcance de nuestras manos.

Rafael Peréz

martes, 25 de enero de 2011

¿Por qué las pérdidas nos entristecen?

Estudio bíblico
Lucas 8-10

1. Nuestra lección previa introdujo el contexto en el cual es encontrada esta parábola...
a. El recaudador de impuestos y los pecadores se habían acercado para oír a Jesús – Luc 15:1
b. Los fariseos y los escribas estaban murmurando debido a que Jesús los recibiría
y comería con ellos – Luc 15:2
c. En respuesta, Jesús les dijo tres parábolas como fueron registradas en Lucas 15...
1) "La Oveja Perdida" – Luc 15:3-7
2) "La Moneda Perdida" – Luc 15:8-10
3) "El Hijo Prodigo" – Luc 15:11-32

2. Como se observa en la lección anterior...
a. Estas tres parábolas tienen el mismo tema central: "El tierno amor del Padre por el perdido”
b. Ellas revelan también cual debería ser nuestra actitud hacia el perdido

A. COMO FUE DICHA POR JESÚS...
1. Cuál mujer, teniendo diez monedas de plata, si pierde una moneda...
a. Encenderá una lámpara, barrerá la casa, y buscará diligentemente hasta encontrarla
b. Cuando la encuentra llamará a sus amigas y vecinas para que juntas se regocijen con ella
2. De manera similar, hay gozo en la presencia de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente – Luc 15:8-10

B. ALGUNA INFORMACIÓN DE FONDO...
1. La moneda de plata, como el denario romano, era equivalente a un día de salario
2. La casa de las clases más pobres era usualmente pequeña, con pisos de tierra y pocas ventanas
3. Encontrar una moneda perdida en un lugar oscuro y polvoriento no sería fácil

3. Esta parábola refuerza el punto principal en la lección anterior...
a. Que habrá "más gozo en el cielo" por un pecador que se arrepiente
b. Aquí, la expresión es"gozo delante de los ángeles de Dios"
1) ¿Significa esto el decir que los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente?
a) Ellos ciertamente tienen un profundo interés en nuestra salvación
b) ¿Quién está en presencia de ellos? ¡Dios!
c) ¡El cual habita en la presencia de los ángeles con gran regocijo! –


Ahora unos pocos pensamientos relacionados...]

A. CUAL DEBE SER NUESTRA ACTITUD HACIA EL PERDIDO...
1. Hay cuatro actitudes diferentes que alguien puede asumir hacia el perdido:
a. Odiarlos (los individuos que se consideran a si mismo justos podrían tener esta actitud)
b. Considerarlos con indiferencia (algunos cristianos tienen esta actitud)
c. Darles la bienvenida cuando ellos vienen a Usted (los fariseos y los escribas consideraron a Jesús culpable de esto)
d. Buscarlos
2. De las primeras dos parábolas y la declaración que ellos dijeron precipitadamente, aprendemos...
a. Jesús no solo les dio la "bienvenida" (opción "c")
b. ¡Él los "buscó"! (opción "d") ¡Así nuestra actitud debe ser una tanto de dar la bienvenida como de buscar a aquellos que están perdidos!

B. CUAL DEBE SER NUESTRA ACTITUD HACIA EL PENITENTE...
1. Ambas parábolas describen el gozo celestial cuando un pecador se arrepiente –
2. ¿Cuál es nuestra actitud cuando un pecador se arrepiente?
a. ¿Somos indiferentes?
b. ¿Somos escépticos? c. ¿Somos críticos? d. ¿O estamos llenos de gozo?

1. La parábola de "La Moneda Perdida" debe servir para recordarnos que...
a. Dios no solo da la bienvenida a los pecadores, ¡Él se encamina a buscarlos!
b. Dios se regocija cuando los pecadores se arrepienten

2. Es importante que poseamos estas mismas actitudes hacia el perdido...
a. Primero, y sobre todo, porque estamos para imitar a nuestro Padre y a nuestro Salvador – Ef 5:1-2
b. En segundo lugar, Jesús sintió que era bastante importante al decir dos parábolas que son virtualmente idénticas

Josué y la necesidad de deshacer muros

Taller El Antiguo Testamento y el arte de la resiliencia

I. Introducción

1 Después de la muerte de Moisés, el siervo del Señor, habló el Señor a Josué, hijo de Nun y ayudante de Moisés, y le dijo: 2 “Como mi siervo Moisés ha muerto, ahora eres tú quien debe cruzar el río Jordán con todo el pueblo de Israel, para ir a la tierra que os voy a dar. 3 Tal como se lo prometí a Moisés, yo os daré toda la tierra en donde pongáis el pie. 4 Os daré el territorio que va desde el desierto y la sierra del Líbano hasta el gran río Éufrates, con todo el territorio de los hititas, y hasta el mar Mediterráneo. 5 Nadie te podrá derrotar en toda tu vida, y yo estaré contigo como estuve con Moisés, sin dejarte ni abandonarte jamás. 6 Ten valor y firmeza, que tú vas a repartir la tierra a este pueblo, pues es la herencia que yo prometí a sus antepasados. 7 Lo único que te pido es que tengas mucho valor y firmeza, y que cumplas toda la ley que mi siervo Moisés te dio. Cúmplela al pie de la letra para que te vaya bien en todo lo que hagas. 8 Repite siempre lo que dice el libro de la ley de Dios y medita en él de día y de noche, para que hagas siempre lo que él ordena. Así todo lo que hagas te saldrá bien. 9 Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te desanimes, porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas
. Josue 1

II. ¿Qué es la resiliencia?
En psicología, el término resiliencia se refiere a la capacidad de los sujetos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y traumas. Cuando un sujeto o grupo es capaz de hacerlo, se dice que tiene una resiliencia adecuada, y puede sobreponerse a contratiempos o incluso resultar fortalecido por los mismos. Actualmente la resiliencia es considerada como una forma de psicología positiva no encuadrándose dentro de la psicología tradicional.
El concepto de resiliencia se corresponde aproximadamente con el término “entereza”.
III. Deshaciendo muros.
Leer Josue 6
A todos nos pasan cosas tristes y malas. Todos sufrimos tiempos de pérdidas y de duelos. Pero no todos respondemos a estas cosas de la misma manera. Quizás podamos llegar a una conclusión ahora mismo: no son los problemas, los reveses o las catástrofes las que hacen que una persona logre encausar o no su vida. Lo decisivo es la manera en que la persona enfrenta tales dificultades. Que te dejes atrapar por la depresión y te hundas en un pozo oscuro o que te hagas una persona más madura y fuerte depende de cuan resiliente seas. Si eres capaz de arreglártelas con los problemas que cada día tocan a tu puerta, al final serás más fuerte que si no te hubieras confrontado con tales problemas.
Las experiencias dolorosas pueden ayudar a hacerte ver la vida tal cual es y a sacarte de la burbuja en que vives. Resiliencia significa literalmente elasticidad. Y tiene que ver con la capacidad de adaptación o de resistencia que poseamos.
Josué es un ejemplo de elasticidad anímica, de resistencia pese a las circunstancias desfavorables.

IV. ¿Para qué necesitamos la resiliencia?

Lo importante no es tanto, qué nos ocurre en la vida a nosotros, sino más bien, cómo lo afrontamos. Las crisis y las preocupaciones forman parte de nuestra vida. La pubertad, el matrimonio, el trabajo, la jubilación, la muerte son procesos que nos hacen ver la vida y crecer de manera natural. Es en estos procesos cuando podemos darnos cuenta cuán esencial es para nosotros adaptarnos una y otra vez a las nuevas condiciones. Nunca acabaremos de desarrollar la resiliencia. Dura toda la vida. Y es que nunca sabremos a que presión seremos sometidos, ni qué acontecimiento tocará a nuestra puerta. La resiliencia te permite estar preparado para el futuro. Para el cambio. Para los días que están por venir.

V. Recordatorio.

Allí donde termina el placer y comienza la necesidad, allí se inicia la educación que la vida quiere ofrecernos…Herman Hesse

viernes, 21 de enero de 2011

Ecumenismo y misión en España

Actitudes ecuménicas en el protestantismo español y de la Iglesia Católica

Para entender el estado de las relaciones ecuménicas en España es preciso mencionar algo de la historia del protestantismo en nuestro país, ya que fue en pleno nacional-catolicismo que se dieron los primeros contactos entre católicos y protestantes.
En primer lugar hay que recordar que el Protestantismo no arraigó en España en el siglo XVI como en los países del centro y norte de Europa. La actividad de la Inquisición lo hizo imposible. Las primeras comunidades protestantes que se crearon en los orígenes de la Reforma, especialmente en Sevilla y en Valladolid, fueron aniquiladas cruelmente por la inquisición en dos autos de fe celebrados en Sevilla y en Valladolid en 1559 y 1560. Desde entonces, y por espacio de 300 años, la inquisición mantuvo estrecha vigilancia para que ningún grupo protestante se estableciera en el país. Si algún español abrazaba las doctrinas reformadas debía ausentarse y fijar su residencia en países donde era posible hacerlo. Inglaterra, Suiza y especialmente Gibraltar, fueron los lugares donde se refugiaron.
No fue hasta 1868 que el protestantismo fue permitido en España y esto fue debido al triunfo de la Revolución de Septiembre, llamada “la Gloriosa”, encabezada por Prim, Serrano y Topete. Así, pues, las primeras comunidades protestantes que se fundaron en España datan de finales de 1868 y principios de 1869. Es decir, el protestantismo español sólo está presente en España desde hace unos 140 años.
La historia de estos 140 años es muy diversa. Se estableció una especie de tolerancia religiosa, tanto por parte de las autoridades, como por parte de la Iglesia Católica, muy celosa de sus privilegios, y del pueblo en general que estaba muy mal informado sobre quienes eran y qué querían los protestantes en España. Había un especial interés en calificarlos de agentes al servicio de intereses extranjeros y enemigos de la patria. Los únicos períodos en que hubo verdadera libertad para los no católicos fueron los que se vivieron durante las efímeras primera y segunda repúblicas.
La época más dura fueron los 40 años de régimen franquista. Franco siempre estuvo en contra de los protestantes y fue defensor acérrimo de la unidad religiosa de España. Ya durante la contienda, y en las partes ocupadas por Franco, hubo represalias contra pastores y miembros destacados de las comunidades protestantes. Se los perseguía como a los comunistas y masones. La victoria de las tropas franquistas en 1939 significó el cierre de todas las iglesias evangélicas, excepto las de Madrid. Los protestantes pasaron a la clandestinidad y tuvieron que limitarse a reuniones en las casas particulares, con las consecuentes redadas de la policía y la imposición de multas. Fue la época más difícil en que ser protestante en España era una heroicidad. Debía enfrentarse a la marginalidad en la que las leyes lo situaban, a la incomprensión familiar y a los prejuicios de la gente.
En 1945 se dio una tímida apertura del régimen. Se publicó el Fuero de los Españoles, en cuyo artículo 34 se establecía el derecho al culto privado, lo que permitió la reapertura de los templos, siempre sujetos a la vigilancia de la policía y sin ningún signo exterior. Decía textualmente: “La profesión y práctica de la religión católica, que es la del Estado Españoñ, gozará de la protección oficial” y con referencia a los no católicos decía: Nadie será molestado por sus creencias religiosas ni el ejercicio privado de su culto” y “No se permitirán otras ceremonias ni manifestaciones externas que las de la religión católica”. Esto significó un alivio, pero no resolvió los problemas que los protestantes tenían que confrontar. La Ley reguladora del derecho civil a la libertad religiosa no fue publicada hasta el año 1967 (Ley 44/1967). Fue sólo a partir de esta ley que se permitió la existencia jurídica de las iglesias evangélicas que hasta entonces legalmente no existían.
Me refiero a todo esto para explicar el estado de ánimo de los protestantes españoles no sólo ante el Estado sino también ante la Iglesia Católica que, en todo momento, respaldó la política del ejecutivo. Para los protestantes fue muy difícil separar la Iglesia del nacional catolicismo, imperante entonces, de las decisiones del Estado. Eran una y la misma cosa y, por tanto, si los protestantes eran de ideología republicana, también eran anticatólicos. Sus sufrimientos y marginación venían tanto del Estado como de la Iglesia. Recordamos los problemas de los jóvenes en el servicio militar a la hora de ser obligados a asistir a la misa de la jura de bandera, las tremendas dificultades de las parejas protestantes a acceder al matrimonio civil, si un día habían sido bautizados en la Iglesia Católica, la casi imposibilidad de abrir nuevos lugares de culto y multitud de otras trabas que los protestantes tenían que afrontar. El templo de mi iglesia, entonces en la calle Ripoll de Barcelona, fue asaltado y sus muebles destrozados por jóvenes requetés en 1947.
Es necesario tener en cuenta esta historia a la hora evaluar el ecumenismo protestante en España y, asimismo, la división interna de los protestantes ante el hecho ecuménico. El protestantismo español es muy dispar. La mayoría de los protestantes pertenecen a comunidades fundamentalistas con fuerte acento doctrinal. No hay actualmente un anticatolicismo como el que podíamos identificar a principios del siglo pasado, pero hay una corriente de pensamiento en estos grupos que no pertenecen al protestantismo histórico que tiene un criterio muy negativo a la hora de evaluar a la Iglesia Católica. Las únicas excepciones a este criterio general son las dos iglesias que pertenecen al Consejo Mundial de Iglesias: la Iglesia Evangélica Española y la Iglesia Española Reformada Episcopal. Una tercera comunión de iglesias, la Unión Bautista Española, tiene en su seno fuertes influencias ecuménicas, a partir de pastores que se distinguen por su posición de apertura a los problemas del ecumenismo. El resto del protestantismo, con actitudes muy conservadoras, son muy escépticos hacia el movimiento ecuménico. Juan Antonio Monroy, conocido predicador conservador, decía en 2006: “En España, algunos sacerdotes, pocos, y muy contados obispos dejaron de referirse a los protestantes como herejes y comenzaron a llamarles hermanos separados. ¡Había nacido la era del ecumenismo! Una era engañosa, tramposa, que deslumbró a algunos dirigentes protestantes en España. ¡Incautos! Para la Iglesia católica, por muchos y muy grandes que sean sus cambios, los protestantes, siempre, hasta el día de hoy, seremos herejes, herederos de un fraile católico rebelde y excomulgado que vivió, según ellos, amancebado con una monja. Todo lo demás es cloroformo para dormir el pensamiento, la voluntad y la conciencia de los herejes o hermanos separados; no es el tratamiento el que prima.” Y eso es especialmente cierto de los nuevos evangélicos, que han llegado al país como inmigrantes y han creado nuevas comunidades. Tener esto en cuenta es importante para valorar la incidencia del ecumenismo en España.
Si los ecuménicos protestantes fueron –y todavía son- una minoría en los orígenes del ecumenismo en España, lo mismo pasaba con los católicos. Fueron unos pocos sacerdotes y laicos católicos los que se comprometieron en el movimiento ecuménico español. El ecumenismo surgió de la base del pueblo cristiano en España. Fueron hombres y mujeres creyentes que sintieron el llamamiento del Espíritu para acercarse unos a otros y organizarse paulatinamente para promover un acercamiento entre sus respectivas iglesias. Más allá de las incomprensiones del pasado y de las mutuas condenaciones, leyeron correctamente los signos de los tiempos y entendieron que había llegado el momento para una renovada búsqueda de la unidad de los cristianos. No se trataba de buscar, como objetivo principal e inmediato, la unión de las iglesias. Este es un proceso muy complicado. Se trataba ante todo de encontrarse, ya no como enemigos o rivales, sino como hermanos miembros del cuerpo de Cristo.
Cuando llegó a España, el movimiento ecuménico ya llevaba muchos años de vida en Europa. Si hemos de señalar una fecha para sus orígenes, debería ser la que hemos celebrado este mismo año al conmemorar el 100 aniversario de la Conferencia de Edimburgo. Fue allí, en 1910, que la urgencia del ecumenismo se hizo patente en el campo de la misión. No se podía llevar a cabo una auténtica misión cristiana desde la controversia, la descalificación mutua y la rivalidad. Era preciso encontrar aquello que nos une a todos y de lo que todos podemos dar testimonio común. Y esto es lo que, en principio, se alcanzó en Edimburgo. Las principales iglesias protestantes y organizaciones misioneras pusieron sobre la mesa sus diferencias, reconocieron el pecado de la desunión de los cristianos y, si bien no fue posible resolver todos los problemas planteados, se inició un camino sin retorno, el de la unidad en la misión de la Iglesia.
Es cierto que la Iglesia Católica no quiso participar en este encuentro. Su pretensión de ser la única verdadera Iglesia de Cristo, le ha impedido a menudo comprometerse en las relaciones con otras iglesias. Blazquez, el entonces obispo de Bilao, lo expresaba así: “Si la Iglesia es de orden sacramental, también lo es su unidad; consiguientemente, la unidad interior y visible en la fe, los sacramentos y la comunión con los sucesores de los apóstoles presididos por el Obispo de Roma es la meta del ecumenismo”, una manera muy poco ecuménica del entonces presidente de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales. Sin embargo, desde entonces, y a partir del Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica se ha involucrado en el diálogo y la colaboración ecuménicos. Son numerosos los documentos y los mensajes del Papa y de los Obispos que llaman a una búsqueda conjunta de los caminos que nos pueden llevar a un testimonio común “para que el mundo crea”, es decir, para responder adecuadamente a la urgencia de la misión cristiana en el mundo. Se ha llegado al convencimiento de que si la Iglesia ha de ser un instrumento en las manos de Dios para la evangelización del mundo, ésta no puede realizarse si no es a partir de la unión de todos los cristianos en Cristo.

Principios del ecumenismo en España
Podemos hablar de ecumenismo en España a partir de 1954, es decir, en plena época franquista. Las iglesias protestantes surgían de la clandestinidad y se iban afianzando en el país. Su vida se iba regularizando y sus más prominentes pastores, en contacto con el Consejo Mundial de Iglesias, creado en 1948, entraban en el círculo de los contactos ecuménicos y veían más y más la necesidad de que el espíritu ecuménico entrara en España. Al mismo tiempo, es decir, por los mismos años, en la Iglesia Católica surgía un hombre de arraigadas convicciones ecuménicas que debía ser persona clave para que tuvieran lugar los primeros contactos ecuménicos entre católicos y protestantes en España. Se trata de Juan Misser, un joven laico barcelonés que conocía a fondo a los protagonistas de la Reforma y estaba en relación epistolar con el Padre Michalon, continuador de la obra ecuménica del abad Paul Couturier. Este joven ha de ser considerado providencial para el inicio y primeros pasos del ecumenismo en España. Su celo ecuménico le llevó a entrar en relación con un pastor luterano sueco, Gunnar Rosendal, a quien interesó por las cuestiones españolas especialmente en relación al ecumenismo. Este pastor fue invitado a visitar España y lo hizo en 1954, siendo acogido y agasajado por los católicos, entre los que se encontraban Juan Misser y Josep Desumbila, un laico católico muy comprometido con el ecumenismo. Lo hospedaron los PP Capuchinos de Sarriá. Sus contactos en España fueron especialmente con católicos que encontraron en él un protestante atípico, muy influido por el catolicismo. Sin embargo, lo más importante es que promovió un encuentro entre católico y protestantes que tuvo lugar en Barcelona en 1954. El primer contacto fue con el pastor de la IEE Benjamín Heras quien invitó a asistir, y lo hicieron, a los pastores Capó, Busquets y Vargas y el entonces laico José Luis Lana. Por parte católica estuvieron presentes, además de Juan Misser, Carmelo Abando, Francisco Corominas , Juan Gomis, Josep Desumbila y Francisco Nubiola. Dejar constancia de esta reunión es importante para subrayar el inicio del ecumenismo en España. Por primera vez en la historia, católicos y protestantes se reunían y oraban juntos con la oración que nos enseñó Jesús.

El ecumenismo al margen de las Instituciones
¿Cómo se desarrolló el movimiento ecuménico a partir de esta fecha de 1954? Podríamos señalar una primera época que se caracterizaría por las iniciativas particulares, tanto católicas como protestantes, de encuentros de tipo ecuménico. Este período llegaría hasta mediados o finales de los años 60 en que se dan unos hechos que, evidentemente, fueron muy importantes para la marcha del movimiento ecuménico en España. Estos hechos serían, por una parte, la celebración del Concilio Vaticano II (1962-1964) que aprobó dos documentos importantes que tuvieron que ser forzosamente examinados por los obispos españoles: El Decreto sobre ecumenismo titulado “Unitatis redintegratio” (1964) y la Declaración sobre libertad religiosa que llevaba el título “Dignitatis Humanae” (1965) y, por otra, la promulgación en España de la Ley 44/1967 reguladora del derecho civil a la libertad religiosa, que daba a las iglesias disidentes la posibilidad de alcanzar personalidad jurídica, algo de lo que carecían a pesar de lo establecido en el Fuero de los Españoles.
La característica principal de este primer período de la historia del ecumenismo en España se caracteriza por ser un movimiento de base, movidos por la inquietud de la división de los cristianos y empeñados en la promoción de un nuevo espíritu de relación y fraternidad entre cristianos de diferentes confesiones. Tuvieron que moverse en el terreno movedizo de los recelos y los prejuicios. Era relaciones nuevas, jamás tenidas. Protestantes y católicos, como judíos y samaritanos, no se reconocían como hermanos ni participantes de una misma vocación. Entre los protestantes abundaban las sospechas sobre las intenciones verdaderas de los católicos, teniendo presente la historia reciente, en especial, las actitudes del nacional-catolicismo que tanto había hecho contra los protestantes. Estos no eran reconocidos en España, ni por el Estado ni por la Iglesia Católica, que siempre había minimizado su presencia en España como una minoría insignificante. Vivían de una minima tolerancia y no tenían acceso a ningún medio de comunicación. Vivían en el anonimato y, desde siempre, se habían acostumbrado a ver en la Iglesia Católica como participante activa en las limitaciones y opresión que sufrían. Por parte católica, había el temor a una invasión protestante y estaba realmente preocupada por la unidad religiosa del país, a la que de ninguna forma quería renunciar. Para ellos, los protestantes eran o bien extranjeros o extranjerizantes que vivían del oro extranjero.
En estos 10 o 15 años prevalecieron las iniciativas personales. En Barcelona, a partir de la experiencia obtenida a raíz de la visita de Gunnar Rosendal, católicos y protestantes continuaron reuniéndose, unidos por el diálogo y la oración, proyectándose como movimiento de ecumenismo espiritual a otras ciudades. Este grupo decidió organizarse oficialmente y en 1984 se creó el Centre Ecumènic de Catalunya, con unos estatutos presentados y aprobados como asociación civil, no estando, pues, bajo la jurisdicción de ninguna autoridad eclesiástica. Surgió como una iniciativa de cristianos católicos, protestantes y ortodoxos y siempre ha mantenido completa independencia. Es uno de los pocos centros que funcionan al margen de las instituciones eclesiásticas y está dirigido por un equipo interconfesional. Este centro se ha ido manteniendo y, desde hace muchos años publica una circular trimestral denominada OIKUMENE, que ha llegado al número 84. Su actividad está dedicada a la promoción del ecumenismo mediante reuniones de oración, conferencias, encuentros, etc. El principal promotor de este Centro es el Padre Juan Botam, capuchino, que lo preside desde el principio. Su Junta Directiva es mixta, tanto en lo que se refiere a hombre y mujeres, como a católicos, protestantes y ortodoxos.
En este clima no era fácil abordar la cuestión ecuménica. Demasiados prejuicios por ambas partes. Sin embargo, las primeras figuras del ecumenismo no se arredraron ante las dificultades y paso a paso trataron de encontrase unos a otros, establecer relaciones de amistad y empezar el diálogo y la oración propiamente ecuménicos.

El ecumenismo se institucionaliza.
El Vaticano II fue importantísimo para establecer un nuevo clima en las relaciones interconfesionales. Las decisiones del Concilio Vaticano II llevaron al episcopado español a asumir el ecumenismo y así en 1966, la Conferencia Episcopal Española acordó: “crear un secretariado de ecumenismo que cuidara de las relaciones con los no católicos, los no cristianos y los no creyentes”. Como puede verse, todos en un mismo saco. No aparece muy claro hasta qué punto la decisión venía de una convicción profunda o del pensamiento que expresó uno de los obispos “hacer todo lo que manda la Santa Madre Iglesia”. Lo cierto es que hubo un ecumenismo en la Iglesia Católica que fue muy peculiar, un mirar hacia adentro, dejando muy de lado la realidad de las otras iglesias cristianas. Hay toda una actividad ecuménica por parte de la Iglesia Católica que tiene vida propia y se mueve en el campo de la reflexión teológica, pero tiene poco que ver con la realidad del país. En 1993 se llegó a la aprobación por Juan Pablo II del “Directorio para la aplicación de principios y normas sobre el ecumenismo” que actualizaba los de 1966 y 1970. En España este Directorio fue recibido fríamente y sólo en parte modificó criterios y actitudes.
De todas formas, el ecumenismo había entrado en España para quedarse y ha sido un movimiento que ha tenido sus horas bajas, pero que ha perdurado. Como decía el obispo Blazquez de Bilabo “la causa de la unidad de los cristianos ha ido calando poco a poco entre nosotros”. Así, cuando consideramos su historia vemos como se ha manifestado en diferentes partes del país.
Se han venido celebrando anualmente la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, con desigual participación, en la que ha habido intercambio de púlpitos, es decir, pastores han predicado en templos católicos y viceversa. Al principio hubo recelos por parte de la jerarquía católica e incluso el obispo Narcís Jubany se negó a aprobar en 1958 la edición de los folletos explicativos de la Semana. Sin embargo, al año siguiente lo hizo el obispo de Tarragona Dr. Pont i Gol. A partir de este año, la celebración se ha hecho normalmente en Barcelona y en otras ciudades españolas y ha constituido una de las citas anuales en la que nos sentimos llamados a no olvidar esta prioridad en la vida de la Iglesia.
Otra de las realidades ecuménicas importantes ha sido la creación de Centros Ecuménicos. No todos tienen las mismas características. Se han creado a partir de las oportunidades y necesidades del momento. Representan la inquietud ecuménica que busca formas de expresión y las encuentra en estos lugares donde el diálogo es posible y el conocimiento mutuo se profundiza. Se dan especialmente dos tipos de organizaciones ecuménicas: las oficialmente establecidas en los obispados, siguiendo las directrices episcopales y las que no tienen ninguna adscripción confesional. José Luis Diez Moreno, en su Historia del Ecumenismo en España, contabiliza hasta 10 Centros aunque son muy diferentes entre sí. Destacan, por su profunda reflexión teológica, los centros de Salamanca, “Juan XXIII”, inspirado por el profesor Sánchez Vaquero, que en 1972 la Universidad Pontificia de Salamanca transformó en Instituto Ecuménico Juan XXIII y el de las Misioneras de la Unidad, creado por el recordado Julián García Hernando, con quien el ecumenismo en España tiene una gran deuda de gratitud. En Zaragoza, ya en 1967, el obispo Mons. Cantero Cuadrado dedicó especial atención a promover las relaciones con iglesias disidentes.
El organismo más importante, aun no teniendo ninguna representación por parte de las iglesias, fue el Comité Cristiano Interconfesional que se creó en 1958 en Madrid. Aun contando con el beneplácito de las iglesias involucradas (católicos, protestantes y ortodoxos), los que pertenecían a este Comité actuaban sin representación oficial ni oficiosa. Lo hacían solamente a título personal. Pero su existencia permitió dialogar sobre asuntos y problemas que afectaban a las relaciones entre ellas. En el primer encuentro interconfesional acudieron, además del Presidente del Secretariado Nacional de Ecumenismo de la Iglesia Católica, Mons. Cantero Cuadrado, arzobispo de Zaragoza, otros destacados ecumenistas católicos. Por parte protestante estuvieron pastores de la IEE, la IERE, así como bautistas, de las asambleas de hermanos, de iglesias luterana y anglicana, y de la Iglesia Ortodoxa griega. Miembros destacados de este Comité fueron D. Julián García Hernando y D. Luis Ruiz Poveda. En 1969, en Majadahonda (Madrid) se aprobaron unas bases sencillas de funcionamiento. Estaban presentes pastores y laicos de las Iglesias Católica, Ortodoxa, IEE, IERE, anglicana y luterana. Este Comité permitió a las iglesias tratar temas de interés común, tales como el Concordato con la Santa Sede, las relaciones iglesia-estado entre diferentes comunidades acatólicas, la ley de libertad religiosa, el tema de la enseñanza, etc. Este Comité dejó de funcionar a partir de las conversaciones sobre la creación de un Consejo de Iglesias Cristianas.
Sin embargo, esta tentativa de crear un Consejo de Iglesias Cristianas de España que tuviera carácter oficial como existen ya en muchos países, no tuvo éxito, a pesar de las buenas perspectivas que tuvo en sus principios, especialmente por parte de las iglesias evangélicas. Se veía muy claro que, si el ecumenismo iba a desarrollarse de manera efectiva, era imprescindible que hubiera un lugar de diálogo interconfesional. En este proyecto se pusieron, tanto por parte católica como protestante, muchas esperanzas. Parecía que el proyecto marchaba viento en popa y ya por el año 2000, la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales había elaborado, con la participación de diversas iglesias, unos estatutos para este Consejo de Iglesias Cristianas. Todo estaba ya muy avanzado cuando, al buscar la aprobación de la Conferencia Episcopal, surgieron críticas muy duras y la oposición frontal de la mayoría de los obispos. El obispo Blazquez, de Bilbao, Presidente de la Comisión Episcopal para las relaciones Interconfesionales, expresa el rechazo de la Conferencia Episcopal en estos términos: “La opinión mayoritaria manifestada en la última sesión de la Comisión Permanente va en sentido contrario a que la Iglesia católica participe en la erección de un este Consejo de Iglesias. Los pareceres se pueden resumir seguramente de esta manera: de acuerdo en que prosigan los encuentros, relaciones y trabajos entre todos. Por lo que se refiere a la institucionalización de las relaciones en la forma de un Consejo de Iglesias, previsto por el Directorio de Ecumenismo, no se ve conveniente por ahora. Las razones que aparecieron son diversas: no existe suficiente base ecuménica para la creación de esta estructura de colaboración y diálogo; no todas las diócesis sienten la misma conveniencia del posible Consejo; en algunas diócesis hay todavía experiencias poco gratificantes de las relaciones con otras Iglesias; se necesitaría recorrer un camino más largo para que el Consejo fuera eficaz y no sólo existiera erigido en los papeles; por supuesto, dada la desproporción inmensa del arraigo social de las diferentes Iglesias, sería un Consejo sólo formalmente paritario.”
Así terminó la mejor iniciativa para poner el ecumenismo español a nivel europeo. Lo que ha podido ser en la gran mayoría de países del mundo no fue posible, y todavía no lo es, a pesar del hecho de que el Directorio de Ecumenismo elaborado por el Papa lo prevé. La Conferencia Episcopal Española siempre ha ido a remolque y sólo a regañadientes ha cedido a las orientaciones dadas desde el Vaticano. Es de destacar el hecho de que las iglesias protestantes ecuménicamente comprometidas han continuado con su actitud abierta, incluso después de la publicación por parte de la “Congregación para la doctrina de la fe” (Año 2000, dirigida por el Cardenal Ratzinger) de la Declaración llamada Dominus Iesus en la que se niega a los protestantes incluso el título de Iglesia.[1]

Ecumenismo y misión.
¿Qué nos depara el futuro en este campo del ecumenismo en España? Poco a poco hemos ido avanzando en el camino del entendimiento mutuo entre cristianos. El clima es óptimo, las relaciones son fraternales, el respeto de los unos para con los otros es una realidad. Sin embargo, las perspectivas de futuro no son buenas. Por parte de los protestantes, están apareciendo, como resultado de la emigración de gentes de América Latina, comunidades centradas en la evangelización y el proselitismo muy ajenas a los problemas del escándalo de las divisiones entre los cristianos. Por parte católica hay un status quo por parte oficial que no parece que avance hacia nuevas iniciativas de acercamiento de los unos con los otros. Da la impresión de conformismo con la situación actual, lo que puede ser muy peligroso. Hay una actitud de repliegue a posiciones conservadoras y una atonía general en cuanto a la necesidad de seguir adelante, en obediencia a la palabra de Cristo en su oración sacerdotal “que todos sean uno para que el mundo crea”. El movimiento ecuménico no puede olvidar que la división de los cristianos es un escándalo para el mundo y que daña enormemente su testimonio. Si en el corazón de la Iglesia –de todas las iglesias- está la misión, es decir, la evangelización del mundo, es preciso recordar que no será posible hacerlo desde la división. No podemos llamar a los no creyentes a la paz con Dios si somos incapaces de reconciliarnos los unos con los otros.

Comunidades eclesiales; ni tienen la facultad de pensar que la Iglesia de Cristo hoy no existe en ningún lugar y que, por lo tanto, deba ser objeto de búsqueda por parte de todas las Iglesias y Comunidades ».64 En efecto, « los elementos de esta Iglesia ya dada existen juntos y en plenitud en la Iglesia católica, y sin esta plenitud en las otras Comunidades ».65 « Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y Comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia.

Enric Capó.

¿Por qué viene la gente a la Iglesia?

Mateo 4: 12-25

Las motivaciones que traen a las personas a la iglesia son concretas. Angustias, malestares, miedo ante la enfermedad, el dolor, la muerte, la injusticia. Las personas se acercan por algún tipo de necesidad. Una necesidad que tiene la certeza que va a ser contemplada. Aunque necesariamente no sea resuelta, sabe que va a ser escuchada y, tal vez, orientada ante esta necesidad.
Jesús identificó esta situación en su tiempo. Él comienza a dar testimonio del evangelio de la vigencia del reino de Dios en esa realidad en el exilio a partir del arresto de Juan, el bautista. Jesús tenía un gran respeto por Juan, el bautista. En esta situación personal comienza a dar testimonio de su fe. En ese tiempo, Jesús organiza su mensaje y su equipo misionero. Su propia situación de vulnerabilidad lo asocia con los sectores sociales más vulnerables en aquellas tierras. Juan ya lo había marcado profundamente con su ética radical. La formación religiosa de Jesús se profundiza a partir de su condición de seguidor de un profeta encarcelado y devenido profeta con un mensaje radical para los pueblos de su tiempo: ¡Conviértanse! Mientras los profetas son amenazados y asesinados por plantear la vigencia de la ética social judaica la mayoría vive su vida como si nada pasara. Sin embargo, Jesús va mostrando que algo está pasando. El reino de Dios está en medio de ellos presente. Él se los va a mostrar.
Jesús convoca gente para su proyecto. ¿A quiénes? Trabajadores que viven el día a día. Incluso, gente que aún teniendo apenas para ellos dan de su producto para alimentar a gran cantidad de gente todos los días. Los pescadores solían regalar el pescado que no podían vender en el mercado o las piezas de pescado que los mercaderes no les compraban. El pescado que llevaban a casa para comer en familia no debe haber sido muy distinto. Jesús encontró la tierra fértil entre los pobres. Allí había disposición a escuchar su mensaje de ágape porque ya era una práctica entre ellos. Estaban convencidos que la solidaridad era necesaria para sostenerse como comunidad. Jesús apuesta a esta gente y a esta experiencia cotidiana de cuidarse para sobrevivir.
En este escenario Jesús se vuelve un terapeuta. El evangelio, de hecho plantea que Jesús de niño creció en sabiduría y en la fuerza del Espíritu Santo. Estas eran dos marcas que sus seguidores van a rescatar en él. Sus mensajes eran consistentes y contundentes. Jesús sabía hacerse entender y sabía hacerse escuchar. El anuncio o la proclamación es una estrategia innovadora de enseñanza que despierta a la fe a cientos de personas. No es un exposición teórica que explica el sentido de un texto. Es la puesta en evidencia, sea como relato, sea como experiencia, de la acción de Dios en la vida de los oyentes y actores con los que se interactúa en ese momento. El anuncio del evangelio es una experiencia colectiva trascendente porque trasciende lo verbal, lo individual y lo físico.
La experiencia de ser discípulos de Jesús moviliza profundamente porque involucra la vida cotidiana de las personas, Jesús enseña con las experiencias compartidas entre ellos, la gente se convence de lo que Jesús comparte al tratar a personas con diferentes enfermedades hablándoles, tocándolas y devolviéndoles la alegría y la confianza en Dios. Mientras entre los pobres pasaba todo esto, la religión oficial estaba orientada a los justos y puros que organizaban la vida social de cada pueblo y aldea.
Jesús predica con sus labios y con sus manos, con sabiduría y con afecto, con justicia y rectitud. Jesús con su actitud les devolvía la vida. El ánimo les cambiaba profundamente: ¡Un profeta me dijo que por la fe me voy a sanar! Jesús les devolvía la confianza en la vigencia de un mundo donde estas personas eran dignas de ser cuidadas y respetadas. Ese mundo está negado, oculto, incomprendido, desoído, pero es como querer tapar el sol con las manos.
La marginación a la que son expuestas las personas que no se ajustan a las normas de la sociedad de ese entonces es indignante a los ojos de este hijo de Dios. Él ha visto mucho más fe entre extranjeros y pueblos enemistados con el pueblo de Israel que entre los judíos más practicantes de esa sociedad. Esa gente está entrampada en el poder y la apariencia del deber ser donde todo funciona porque se hace la vista gorda entre nos, y se excluye al que nos manda al frente. El pecado siempre es el de los otros. El mal siempre está en los demás. Los demonios sólo andan por los desiertos.
Nosotros no conseguimos ni imaginarnos lo que es vivir en una sociedad como la de entonces. El malestar social de la amplia mayoría por la enorme presión religiosa, política y económica no podía menos que generar permanentes aflicciones de todo tipo sobre todo a los sectores más pobres.
En nuestros días, tal como en los tiempos de Jesús es posible encontrar discípulos entre los sectores populares. También como en aquellos tiempos es posible encontrar entre las familias adineradas mujeres como la esposa de Herodes, solícitas con la causa de Jesús.
Las demandas siguen siendo en torno al cuerpo, en torno a necesidades físicas, pero desde un abordaje espiritual en el que sea posible ver un cambio en la vida gracias a que la obra de Dios se ha hecho visible en una nueva manera de vivir y enfrentar la vida. La demanda sigue siendo un evangelio vivo que comprometa y movilice la vida de los actores con los que se comparte la certeza del reinado de Dios entre nosotros. La demanda sigue siendo hablar y salir al encuentro de la otra persona, escuchar y acompañar, entender y contener, aclarar y abrazar, para afianzar la fe en la realidad que Dios rige la vida que vivimos. Este es el cometido de Jesús. Este es el nuestro. Amén

Jorge Weishein

lunes, 10 de enero de 2011

Caminamos apoyados por un bastón

Tema 11
El sanador herido

I. Introducción

Cuando podemos hablar a la cara de nuestra propia soledad, entonces podemos hacer el camino de retorno a comunidad. Cuando somos capaces de reconocer nuestras propias heridas, entonces estamos en condiciones de nombrar y ver las heridas de los demás. Solo cuando hemos sido recibidos y perdonados, solo entonces podemos comportarnos como un anfitrión y como un perdonador. Cuando hemos descubierto un espacio de libertad donde podemos ser nosotros mismos, entonces podemos ofrecer un lugar para encontrarnos con los demás. Pero necesitaremos de una gayata para hacer ese recorrido.

¿Por qué somos personas capaces de curar a otros? Quizás la respuesta no la tengamos tan bien definida ahora mismo, pero podríamos dar algunas herramientas. Curamos porque no somos una isla, porque formamos parte de los demás. Curamos porque no nos gusta ser arrojados a la soledad y al sufrimiento. Curamos porque es queremos que alguien nos sane a nosotros también. Que alguien nos reciba. Que alguien sea hospitalario con nosotros.

II. Dolor, perdón y generosidad.

Mirando el cuadro El regreso del hijo pródigo, de Rembrandt, defino tres aspectos de la paternidad misericordiosa: el dolor, el perdón y la generosidad.

Hablar de dolor en nuestro tiempo como una manera de ser compasivo ya se que es una locura porque nadie quiere sentir dolor. Vivimos sitiados por una cultura de la indolencia. Y el dolor nos hace reconocer que nuestro mundo no es justo, incluyéndome a mí. El dolor nos hace llorar; pero llorar sigue siendo un síntoma de debilidad. Y sin embargo no hay misericordia sin lágrimas. Y no importa si salen de los ojos o del corazón.

Cuando me logro ver saltándome las normas, desobedeciendo, ciego por la ira, inundado de codicia, repleto de violencia, inundado por el rencor, lo único que puedo hacer es gritar desde dentro de mí y mojar mis parpados. Pero esto es algo muy poco típico en nuestro mundo. Ahora pocas cosas nos emocionan hasta el punto de hacernos llorar así frente al mal. Pero este tipo de dolor es como una oración. Es parte de la oración.






El segundo camino tiene que ver con el perdón. Perdonar de corazón es muy difícil. Algunos dirían que casi imposible. Y es que muchas veces después de decir: Te perdono, mi corazón sigue enfadado y resentido. Y es que nos gusta volver a oír la historia cuando fuimos ofendidos o maltratados. Y es que queremos que nos digan en la cara que tenemos razón.

Pero del perdón que se habla aquí es el del incondicional. Del perdón que no exige nada a cambio. Del que pasa por encima de todos mis argumentos que me dice que perdonar es de imprudentes. Cuando logro perdonar estoy saltando un muro emocional. Un muro que me impide vivir con integridad.

La tercera vía para llegar a hacer como el padre de nuestra historia es la generosidad. En la historia que hoy acabamos de estudiar, el padre no solo entrega a su hijo pequeño lo que le pide, sino que cuando regresa a casa lo llena de regalos y al hijo mayor, al que nunca se fue de casa, pero que estaba amargado le dice: Todo lo que tengo es tuyo. El padre no se queda con nada para él. Sus hijos son todo para él.

Darse es una disciplina. Y es que nadie se da de manera espontánea. Por eso necesitamos caminar ayudados por un bastón

III. ¿Y tú cómo eres cuando nadie te ve?