I. Introducción.
Hay dos cosas que nos han de conmover. Hay dos cosas que hacen que uno se retuerce por dentro: Lo primero es lo negativo que nos han hecho los demás. La segunda, es todo lo negativo que nos hemos hecho a nosotros mismos y a los demás.
Hoy veremos qué podemos esperar de las emociones una vez que comienza a operar dentro del ámbito del perdón: a uno mismo, a los demás y a Dios.
II. Sea rápido para perdonar.
31 Echad fuera de vosotros la amargura, las pasiones, el enojo, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. 32 Sed buenos y compasivos unos con otros, y perdonaos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Efesios 4.
El perdón es una acción voluntaria y libre. Pero ha de hacerse de manera pronta. No debemos esperar mucho. Muchas veces hay personas que hacen cosas o dicen palabras sin detenerse antes a pensar o entender lo que hacen. Pero siempre hay una razón de por qué las personas se comportan de cómo lo hacen.
La falta de perdón hace que dos emociones se nos vean a mucha distancia: resentimiento y amargura. Dime el nombre de alguien que no ha experimentado el perdón y te mostraré cuan resentida y amargada está con la vida.
Hay una especie de rábano picante, Armoracia rusticana, que puede producir daños físicos en las personas que lo coman. Es tóxico. La amargura causa el mismo efecto sobre el espíritu. No sólo nos sentimos mal sino que nos enfermamos por dentro. Las personas amargadas han sufrido una serie de ofensas y han optado por no olvidarlas. Las reviven constantemente.
II. ¿Cómo limpiar nuestras heridas emocionales?
Cuando nosotros estamos ejercitando el perdón lo que estamos haciendo es dejando a un lado una injuria que nos han hecho. ¡Hay que perdonar de una vez y para siempre!
Para limpiar una herida sabemos que lo primario es agua y jabón. Hay que desinfectar. Las heridas emocionales requieren limpieza. Y a veces hay que comenzar por el agua y el jabón. ¿Cuál es nuestra agua y jabón? Me temo que es el perdón.
No sólo tenemos que aprender a perdonar a los demás, sino que también hay que perdonarse a sí mismo. Tenemos que recibir el perdón que Dios nos quiere dar. Tenemos que darnos permiso para ser perdonados.
Hay días que las cosas que nos ocurren no son como nosotros esperábamos. Creemos que Dios podía haber cambiado las circunstancias, pero NUNCA las cambió. Y eso nos enoja. Pero hay otra verdad rondando cerca de nosotros: no podemos tener una relación buena con alguien con el cual estamos enojados. Puede que a Ud. esto le suene raro, pero quizás tengamos que perdonar a Dios por no ser como nosotros queremos que sea. Y es que al perdón lo sigue la restauración en ocasiones.
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