Mateo 5:7
Venimos a la iglesia porque queremos que nos quieran. Venimos a la iglesia porque queremos que alguien tenga misericordia de nosotros. Y es que a veces no encontramos el amor ni la misericordia a nuestro alrededor.
La misericordia es tener compasión por gente en necesidad. Eleos es el verbo griego que describe a la misericordia y tiene que ver con la percepción del dolor, la miseria y la aflicción que produce el pecado. Una cosa es tener misericordia y otra es tener gracia. La misericordia nos alivia, la gracia nos ofrece perdón. La misericordia nos cura, nos sana, nos ayuda. La gracia nos limpia y nos restaura.
En esta bienaventuranza Jesús no nos dice en quien está pensando cuando habla de los misericordiosos. No nos dice si está pensando en aquel viajero entre Jericó y Jerusalén que fue asaltado y golpeado por unos ladrones y con quien el buen samaritano usó misericordia, o está pensando en los hambrientos y marginados de los cuales el mismo tuvo piedad.
La única certeza que tengo en esta mañana es que Dios es misericordioso y los ciudadanos de su reino han de mostrar misericordia.
Ya sé que vivimos en un mundo sin misericordia. Pero a veces la iglesia no es un lugar donde ella abunde. Al menos la iglesia que yo veo y de la cual formo parte hace uso más frecuente de la mundanalidad que de la misericordia. El mundo que conozco prefiere aislarse y ponerse a salvo de los dolores y las calamidades. El mundo que vivo prefiere la venganza y no quiere oír de perdón. Pero aquellos que se muestran misericordiosos, la encontrarán.
Bienaventurados los que tienen misericordia, porque para ellos habrá misericordia…
Quizás alguna persona crea que el asunto que tratamos dice que para recibir hay que dar. A los que así piensan he de decirles que la cosa no es perdonar por perdonar ni ser misericordioso por ser misericordioso. La cuestión es que sólo recibimos la misericordia y el perdón de Dios a menos que estemos arrepentidos. Y el arrepentimiento como lo entienden las Escrituras cristianas está vinculado con la misericordia por los pecados de los demás.
Nada nos mueve tanto a perdonar, como el hecho de saber que ya hemos sido perdonados. Nada habla tan claro de que ya hemos sido perdonados que nuestra disposición a perdonar.
Si la mansedumbre nos lleva al reconocimiento de nuestros pecados, la misericordia nos conduce a tener compasión por los demás, porque también ellos son pecadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario