1 Te. 5: 17-18 Domingo 29.08.10
Cuando miramos a Dios, lo hacemos desde nuestro corazón. Nos relacionamos con Dios mediante su Palabra y a través de la oración. ¿Qué creemos los reformados sobre la oración? ¿Cómo oramos? Estas son preguntas que intentaré responderle en esta mañana. Pero antes quiero hacerles una historia.
Tres monjes rusos vivían en una isla lejana. Un día el obispo decidió hacerles una visita. Cuando llegó descubrió que los monjes no conocían la oración del padrenuestro, así que empleó todo si tiempo y energía en enseñársela. El día de su regreso se sentía satisfecho de su trabajo. Cuando el barco ya estaba bastante lejos de la isla vio para su asombro que los tres monjes venían corriendo sobre las olas y gritaban:¡Padre, padre, hemos olvidado la oración! El obispo asombrado mandó a detener el barco y cuando los monjes llegaron a su lado les preguntó: ¿Hijos, cómo oran Uds? Ellos respondieron: Bueno, nosotros solo decimos, Dios, nosotros somos tres y tú eres tres, ten misericordia de nosotros. El obispo sobrecogido por la sencillez de la oración y por su santidad les dijo a los monjes:¡ Volved a vuestra isla y tengan paz!
Nosotros creemos que hay una diferencia abismal entre aprender oraciones de memoria y tener una conversación con Dios. Lo que dice nuestro corazón cuando estamos a solas suele ser más profundo y más importante que lo que decimos en una oración concreta que nos sabemos de memoria.
Cuando oramos estamos dando gracias, estamos alabando, estamos confesando, y estamos pidiendo. Cuando estamos orando acabamos por hacer súplicas. Un ejemplo de ello es la oración que cada domingo repetimos después de tomar el pan y el vino. Pero la oración devocional es otra cosa. Ella tiene más que ver con el corazón que con nuestra teología. Ella es más silente que oral. Y acaba relacionándose mucho con la paz, con la humildad, con la compasión, y otros frutos del Espíritu Santo. En nuestra vida es más importante la oración sencilla y hecha desde el corazón que la oración que aprendimos de memoria. Es la oración que hacemos desde el corazón la que nos permite orar sin cesar.
Leamos el texto paulino de esta mañana: 17 Orad en todo momento. 18 Dad gracias a Dios por todo, porque esto es lo que él quiere de vosotros como creyentes en Cristo Jesús. Estas palabras ponen de manifiesto que para Pablo la oración no es parte de la vida, no es una parte de sus pensamientos o una parte de sus emociones; sino el todo entero. Para Pablo no existen las medias tintas; el lo da todo y lo espera todo.
Quizás, este radicalismo, nos haga preguntarnos: ¿Qué significa el orar sin cesar? Quizás la respuesta no sea tan sencilla. Sino que exija una triple respuesta.
a. La oración como un clamor a Dios: En nosotros hay miedos y angustias. A veces por miedo no oramos. Cuando queremos orar y nos damos cuenta te nuestras cargas y preocupaciones la tentación es huir y ponernos a hacer cosas. Y hacerlas como nosotros sabemos. Pero el orar es depender de Dios. Poner nuestros miedos a sus pies. Revelar lo que nos angustia y nos paraliza. Solo delante de Dios somos sinceros. Solo delante de él podemos templar. Solo El nos puede perdonar.
b. La oración como una conversación: Cuando oramos dejamos de hacer monólogos para comenzar a dialogar. Y es en medio de este dialogo que podemos pensar en otras cosas y compartirlas con Dios. Es que dejamos de ser nosotros el centro para que lo sea Dios. Por tanto la cuestión no es tanto que le decimos a Dios, sino a quien le decimos las cosas y a quién le abrimos nuestro corazón.
c. La oración como contemplación: Finalmente la oración es una apertura de corazón. Es cuando oramos que somos consientes de que Dios está a nuestro lado y nos escucha. Cuando oramos es que podemos, únicamente, verle.
Pero para verle hay que ser fiel. Hay que ser fiel en la oración. No solo hemos de elegir un momento, un lugar y centrar nuestra atención; sino que hemos de descubrir que podemos estar siempre dispuestos a encontrarnos con El. Quizás este sea el camino para regresar a casa sin perder el rumbo.
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