La clase media no se droga, sino que sigue un camino de
autodestrucción. El señor de clase media que se droga, nunca se droga,
sino que está en una permanente transición entre algo nunca
especificado, pero que no parece preocupar a nadie, y la liberación
total de algo que cuando ocurre se publicita mostrándolo como un héroe.
Porque el señor de clase media que se drogaba es un héroe por haber
superado esa condición, a diferencia de los negritos villeros, que se la
pasan yendo de granja terapéutica a celdas infames, y roban para seguir
drogándose.
El señor o señora de clase media que se droga nunca tiene
muy claro si se está drogando o teniendo una inquietud social que en
algún país que cita dicen que hace bien y la practican los hombres
sabios. Pero cuando es encontrado muerto o muerta en su departamento
neoyorquino, rodeado de jeringas y bolsas con droga, muere de una causa
no determinada, y hay que hacer autopsias y larguísimos análisis hasta
que su agente arregla con la prensa que murió porque se confundió y se
tomó una aspirina con el aguarrás que habían dejado los pintores. Y van
presos los pintores. El hombre pobre, muerto por la groga, será un drogón por siempre, y delincuente. Sin demasiadas pruebas. Por lo tanto,
no merecerá justicia. Ni él ni sus familiares cuando intenten explicar
lo que en realidad ocurrió.
El famoso encontrado muerto siempre será un
talentoso que nos deja un legado que nunca olvidaremos, aunque haya
hecho dos películas o un solo disco. Y recibirá una cobertura mediática
de fotos suyas en las redes sociales, adosadas a un moño negro con
frases como nunca te olvidaremos, y una señora en Fiambalá y un
adolescente en Namibia sentirán que perdieron algo, aunque la misma
industria que hizo millonario al famoso había decidido que no haya cines
en Fiambalá o en Namibia.
Los amigos y la familia del famoso, los
amigos y la familia del señor o señora de clase media que se drogaba
dirán que no sabían que se drogaba, y se resaltará en ellos la actitud
caballeresca de no revelar que sabían que se drogaba, pero mientras
pudiera estar de pie y produciendo dinero, no iban a inquietarse
demasiado. Los amigos y la familia del chico pobre muerto por la
Bonaerense, cuando digan que no sabían si se drogaba, recibirán por
respuesta que no se preocupaban por él. Su madre será una pésima persona
sobre la que nadie se explicará porqué no internaba a su hijo. La
familia del señor de clase media que se drogaba dirá que sus frecuentes
internaciones fueron porque tuvo un fuerte cuadro febril o se tenía
que hacer el chequeo periódico que nadie se hace. Y los periodistas
dirán que hacer más preguntar significa en este caso no respetar el dolor.
Moral azul. La usamos para muchas otras cosas. Todo el tiempo.
Odemo Porferrol.
Mar del Plata.
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