domingo, 26 de enero de 2014

Quiero arrepentirme.

Mateo 4: 12-23

Que el polvo de Jesús caiga sobre nosotros.
Después de leer el evangelio de esta mañana, una pregunta me ronda: ¿Es Jesucristo y su mensaje, un punto de cambio en mi vida?
Jesucristo inicia su anuncio desde Capernaúm. Y allí a la manera de Juan el bautista, comienza a invitar y a desafiar a cuanta persona le escucha con las palabras: Arrepiéntase, porque el reino de los cielos se ha acercado.
Para nosotros hoy es fácil poder comprender que el reino de los cielos se haya acercado. Pero aquella gente no sabía aún que Jesús era el Hijo de Dios, y aún así muchos le creen y se entregan a él. Nosotros hemos olvidado que arrepentirse es cambiar de rumbo, que es convertirse en algo nuevo, que es volverse a Dios; a quien le habíamos dado la espalda. El arrepentimiento viene a ser la preparación para entrar en la presencia de Dios. Por eso, en nuestra liturgia, siempre confesamos el pecado antes de acercarnos a la mesa donde esta el pan y el vino.
¿Qué es la primera cosa que Jesús hace cuando inicia el ministerio, según Mateo? Llama a los discípulos. La elección de discípulos es una estrategia muy reveladora. Nos indica que la venida del Reino no es algo que logra Jesús solo. El Reino es una comunidad, una comunidad radicalmente diferente de la sociedad imperante, y la venida de este Reino consiste entre otras cosas en ser una comunidad alrededor de Jesús. Los discípulos son los que acompañan a Jesús en su camino, los que aprenden de él, los que hacen lo que él hace, los que hablan lo que él habla. Los que perdonan como él perdona.
Jesús inicia el Reino de Dios y para ello se convierte en el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Tal como leemos esta salvación no es principalmente una esperanza de futuro exclusivamente. Es también, una visión de transformación que produce una sociedad alternativa con Dios en el centro, donde se respira la justicia como si fuera aire y el amor es la única Constitución.
 ¿Cabe el Reino de Dios en nuestra ciudad, en nuestra iglesia, en nuestra familia, en nuestro corazón? Si soy sincero tengo que responder que no. El Reino rompe con nuestras tradiciones y nuestras maneras de ver el mundo. Jesús llamó a los discípulos para que crearan una comunidad diferente y nosotros nos parecemos demasiado al mundo. Jesús nos llama por nuestros nombres para que salgamos al camino, pero a nosotros nos gustan mucho nuestras capillas. Jesús nos  volverá a llamar para que cambiemos el mundo y a nosotros los cambios nos dan miedo. Así que con vuestro permiso, antes de despedirme de Uds, quiero arrepentirme. Arrepentirme de haber perdido de vista a Dios por las luces de la ciudad. Arrepentirme de haberme dejado vencer por las aflicciones. Arrepentirme de no ser el buen samaritano. Arrepentirme por creer que estar separados de mis hermanos cristianos era algo bueno.
En la tradición judía existe una bendición que quiero compartir con Uds. aquí y ahora. Esa bendición dice: Que el polvo de tu rabino caiga sobre ti. Nosotros los cristianos creemos que Jesús va delante de nosotros. Que él es nuestro rabino. Y el polvo que levanta en la vida cae sobre nosotros. Y que ese polvo nos ofrece perdón para enfrentar el pasado. Si, en el nombre de Jesús somos perdonados. Creemos que ese polvo nos da fuerza para luchar contra nuestra realidad cotidiana. Si, creemos que en el nombre de Jesús hay poder frente a las enfermedades y la muerte. Creemos que ese polvo nos da esperanza para vivir mañana. Si, Jesús es nuestra esperanza.
Si, querida iglesia, Jesucristo, es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Esa es nuestra fe y nada ni nadie nos impedirá que lo gritemos a los cuatro vientos.
Amén.

Augusto G. Milián








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