martes, 15 de mayo de 2012

Goliath o el peso de la arrogancia.


I. Introducción.

La arrogancia es un defecto que se refiere al excesivo orgullo de una persona en relación consigo misma y que la lleva a creer y exigir más privilegios de a los que tiene derecho. El adjetivo calificativo relativo a esta pasión es arrogante. Se emplea frecuentemente con connotación negativa. Conceptos similares son el egoísmo, el narcisismo, la vanidad, el  egocentrismo y  la soberbia.

 

La arrogancia no entiende de límites. La practican personas de cualquier estatus o geografía. Está presente en la política, en la cultura, en lo social, en lo racial, en lo religioso, en lo económico. La psicología explica como la arrogancia es la respuesta inconsciente a nuestros temores por nuestras propias emociones, a las perdidas, a la soledad y al compromiso efectivo.

Es probable que muchos de nosotros vivíamos estos estados en diversas etapas de nuestra vida; pero a la vez puede darse el caso de que aquellos que más condenen la arrogancia sean los que al verse reflejados en su espejo vean su rostro.

 

II. Goliat

 

Leer 1Samuel 17: 1-16. Goliat era extraordinariamente alto para la media incluso para los estándares actuales, pues medía seis codos y un palmo (2,9 m). Su cota de malla de cobre pesaba 57 kg, y la hoja de hierro de su lanza era de 6,8 Kg. Era uno de los refaím, y puede que haya sido un soldado mercenario del ejército filisteo.
No mucho tiempo después que Samuel ungió a David, y una vez que el espíritu de Dios había dejado al Rey Saúl, los filisteos se reunieron para guerrear contra Israel en Socoh, y acamparon en Efes-damim. Cuando las líneas de batalla de los filisteos y el ejército de Saúl se encontraron de frente a cada lado del valle, el gigantesco guerrero Goliat salió del campamento filisteo y en voz alta desafió a Israel para que presentara a un hombre que luchase con él en un combate cuerpo a cuerpo, cuyo resultado determinaría qué ejército llegaría a ser siervo del otro. Durante cuarenta días, Goliat desafió al aterrorizado ejército de Israel cada mañana y cada atardecer. No obstante, ningún soldado israelita tuvo suficiente valor como para aceptar semejante reto.
Al desafiar a los ejércitos de Dios, Goliat abre un nuevo capítulo en la historia de Israel. Un pastorcillo llamado David de la tribu de Judá, quien era pródigo en talentos y buen semblante, y sobre quien estaba el espíritu de Dios, hizo frente a su reto.
Goliat, precedido por su escudero, avanzó, invocando por sus dioses el mal contra David. A esto, David respondió: Tú vienes a mí con una espada y con una lanza y con una jabalina, pero yo voy a ti con el nombre de Dios de los ejércitos, el Dios de las líneas de batalla de Israel, a quien tú has desafiado con escarnio. Cuando David le lanzó una piedra con su honda, esta se le hundió en la frente y Goliat cayó a tierra. Acto seguido, David se plantó sobre Goliat y con la espada del gigante le cortó la cabeza.

III. Identificando al arrogante.
Si bien generalmente uno puede identificar al arrogante a través de sus palabras, también es posible que el arrogante no se manifieste preeminentemente a través de lo que dice sino más a través de sus actos. Por ejemplo, en una reunión o en cualquier otro ámbito, el arrogante será fácil de detectar porque será aquel que constantemente dirá sus  opiniones y comentarios ante el resto de las personas, por supuesto, situándose el por encima de las mismas con sus propias opiniones y comentarios.
Por esto que mencionábamos es que casi siempre el arrogante resulta ser un individuo bastante impopular y desagradable con lo cual es preferible tener el menor contacto posible. Por otro lado, el estereotipo que constituye el arrogante es muy usual de encontrar en la tradición narrativa; películas, cuentos, novelas y obras de teatro siempre presentan en sus argumentos a algún arrogante que hace de las suyas, porque los mismos, por las características que por lo que ostentan son muy ricos a la hora de tener que desarrollar cualquier tipo de trama argumental. Obviamente no son los buenos tipos, los héroes, sino los antagonistas, los malvados de la historia, quienes presentan esta característica tan común de la arrogancia.
IV. El antónimo.
Lo opuesto a la arrogancia es la humildad. ¿Pero qué es la humildad? Es, entre otras cosas,  contener la necesidad de decir o hacer gala de nuestras virtudes a los demás. Una persona que vive la humildad escucha atentamente lo que otro tiene que decir, el trabajo, el esfuerzo, las capacidades de su prójimo inclusive sus ideas, aunque se contraponga a las suyas propias, respetando, pero no necesariamente consintiendo. Jamás confundiendo el respeto y la tolerancia con la hipocresía, en lo cual se establece un límite bastante sutil que muchas veces se traspasa. Sabemos también que con humildad se pueden conseguir muchas cosas, y podemos llegar a sensibilizar el corazón más duro, abrir la puerta más herméticamente cerrada, allanar el camino más pedregoso, y alcanzar grandes cosas, pero siempre manteniendo la humildad. No creer que somos algo sin serlo, no creernos con capacidades plenas, puesto que todo lo que somos y todo lo que hemos alcanzado en la vida, también se lo debemos en parte a mucha gente que ha estado con nosotros entregándonos lo mejor de si. Es decir no somos autosuficientes en un valor absoluto, siempre requerimos de la ayuda de alguien o de algo, del mismo Dios.
El éxito en el servicio a los demás proviene de la humildad; cuanto más humilde, mayores logros obtendremos. No significa no tener expectativas, ni proyectos; sino por el contrario, tener claro que aunque todo lo hubiésemos hecho, nada hemos hecho hasta ahora. No puede haber beneficio para el mundo sin la humildad. Lo contrario sólo es marketing y publicidad.
Próximo tema: Jeroboam: cuando el fin justifica los medios.

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