I. Introducción.
La arrogancia es un defecto que se refiere
al excesivo orgullo de una persona
en relación consigo misma y que la lleva a creer y exigir más privilegios de a
los que tiene derecho. El adjetivo calificativo relativo a esta pasión es arrogante. Se emplea frecuentemente con connotación negativa. Conceptos similares son el egoísmo,
el narcisismo,
la vanidad, el egocentrismo
y la soberbia.
La arrogancia no entiende de límites. La practican personas de cualquier
estatus o geografía. Está presente en la política, en la cultura, en lo social,
en lo racial, en lo religioso, en lo económico. La psicología explica como la
arrogancia es la respuesta inconsciente a nuestros temores por nuestras propias
emociones, a las perdidas, a la soledad y al compromiso efectivo.
Es probable que muchos de nosotros vivíamos estos estados en diversas
etapas de nuestra vida; pero a la vez puede darse el caso de que aquellos que
más condenen la arrogancia sean los que al verse reflejados en su espejo vean
su rostro.
II. Goliat
Leer 1Samuel 17: 1-16. Goliat era
extraordinariamente alto para la media incluso para los estándares actuales,
pues medía seis codos y un palmo (2,9 m). Su cota de malla de cobre pesaba
57 kg, y la hoja de hierro de su lanza era de 6,8 Kg. Era uno de los
refaím,
y puede que haya sido un soldado
mercenario del ejército filisteo.
No mucho tiempo después que
Samuel ungió a David, y una vez que el
espíritu de
Dios había dejado al Rey
Saúl,
los filisteos se reunieron para guerrear contra Israel en Socoh, y acamparon en
Efes-damim. Cuando las líneas de batalla de los filisteos y el ejército de Saúl
se encontraron de frente a cada lado del valle, el gigantesco guerrero Goliat
salió del campamento filisteo y en voz alta desafió a
Israel para que presentara a un hombre que
luchase con él en un combate cuerpo a cuerpo, cuyo resultado determinaría qué
ejército llegaría a ser siervo del otro. Durante cuarenta días, Goliat desafió
al aterrorizado ejército de Israel cada mañana y cada atardecer. No obstante,
ningún soldado israelita tuvo suficiente valor como para aceptar semejante
reto.
Al desafiar a los ejércitos de Dios,
Goliat abre un nuevo capítulo en la historia de Israel. Un pastorcillo llamado
David de la tribu de
Judá,
quien era pródigo en talentos y buen semblante, y sobre quien estaba el
espíritu de Dios, hizo frente a su reto.
Goliat, precedido por su escudero, avanzó,
invocando por sus dioses el mal contra David. A esto, David respondió: Tú vienes a mí con una espada y con
una lanza y con una jabalina, pero yo voy a ti con el nombre de Dios de los
ejércitos, el Dios de las líneas de batalla de Israel, a quien tú has desafiado
con escarnio. Cuando David le lanzó una piedra con su honda, esta se le
hundió en la frente y Goliat cayó a tierra. Acto seguido, David se plantó sobre
Goliat y con la espada del gigante le cortó la cabeza.
III.
Identificando al arrogante.
Si bien generalmente uno puede identificar al arrogante a
través de sus palabras, también es posible que el arrogante no se manifieste
preeminentemente a través de lo que dice sino más a través de sus actos. Por
ejemplo, en una reunión o en cualquier otro ámbito, el arrogante será fácil de
detectar porque será aquel que constantemente dirá sus opiniones y comentarios ante el resto de las
personas, por supuesto, situándose el por encima de las mismas con sus propias
opiniones y comentarios.
Por esto que mencionábamos es que casi siempre el arrogante
resulta ser un individuo bastante impopular y desagradable con lo cual es
preferible tener el menor contacto posible. Por otro lado, el estereotipo que constituye el arrogante es muy
usual de encontrar en la tradición narrativa; películas, cuentos, novelas y
obras de teatro siempre presentan en sus argumentos a algún arrogante que hace
de las suyas, porque los mismos, por las características que
por lo que ostentan son muy ricos a la hora de tener que desarrollar cualquier
tipo de trama argumental. Obviamente no son los buenos tipos, los héroes, sino
los antagonistas, los malvados de la historia, quienes presentan esta
característica tan común de la arrogancia.
IV. El antónimo.
Lo opuesto a la
arrogancia es la humildad. ¿Pero qué es la humildad? Es, entre otras cosas, contener la necesidad de decir o hacer gala de
nuestras virtudes a los demás. Una persona que vive la humildad escucha
atentamente lo que otro tiene que decir, el trabajo, el esfuerzo, las
capacidades de su prójimo inclusive sus ideas, aunque se contraponga a las
suyas propias, respetando, pero no necesariamente consintiendo. Jamás
confundiendo el respeto y la tolerancia con la hipocresía, en lo cual se
establece un límite bastante sutil que muchas veces se traspasa. Sabemos
también que con humildad se pueden conseguir muchas cosas, y podemos llegar
a sensibilizar el corazón más duro, abrir la puerta más herméticamente
cerrada, allanar el camino más pedregoso, y alcanzar grandes cosas, pero
siempre manteniendo la humildad. No creer que somos algo sin serlo, no creernos
con capacidades plenas, puesto que todo lo que somos y todo lo que hemos
alcanzado en la vida, también se lo debemos en parte a mucha gente que ha
estado con nosotros entregándonos lo mejor de si. Es decir no somos
autosuficientes en un valor absoluto, siempre requerimos de la ayuda de alguien
o de algo, del mismo Dios.
El éxito en el servicio a los demás
proviene de la humildad; cuanto más humilde, mayores logros obtendremos. No
significa no tener expectativas, ni proyectos; sino por el contrario, tener
claro que aunque todo lo hubiésemos hecho, nada hemos hecho hasta
ahora. No puede haber beneficio para el mundo sin la humildad. Lo
contrario sólo es marketing y publicidad.
Próximo tema: Jeroboam: cuando el fin justifica los medios.