jueves, 1 de septiembre de 2011

Cruzando el Ebro: con miedo y con fe

Mateo 14:22-33

Este texto nos invita a reflexionar sobre el miedo y la fe. Una fe sacudida, amenazada, agitada, probada. Una fe comunitaria (barco) y también individual (Pedro).

Por un lado vemos una comunidad amenazada que rema desesperadamente en medio del temporal. Una comunidad que lucha por sobrevivir en medio de resistencia, oposición, desunión. Una comunidad que cree estar sola y teme desaparecer. Que se pregunta por las ventajas de acatar una orden y un envío.

Una comunidad que experimenta más tarde que alguien está allí para evitar que naufrague. Alguien que les acerca palabras de seguridad y confianza. ¿Qué bueno es cuando una comunidad se siente sacudida? ¿No les parece que la tranquilidad exagerada puede ser reflejo de que no pasa nada o que se ha acomodado a este mundo y es cómplice de tanta violencia y maldad?

Sabido es que una comunidad no se compone de personas imbatibles en la fe, de superhombres o super mujeres que a todo le hacen frente; sino de personas temerosas, llenas de dudas, contradicciones, inseguridades. Sin embargo estamos dentro del barco, estamos embarcados y sabemos que la otra orilla aún no fue alcanzada. O sea, el Reino de Dios aún no ha concluido. Por eso es necesario remar a pesar de las adversidades, de los vientos contrarios, de las críticas, resistencias, oposiciones. Incluso comparaciones que no ayudan en nada a mejorar. Cada ser humano es único, irrepetible y cada uno hace o da lo mejor de sí según el tiempo o tarea que le toque realizar.

Lo que nunca debemos olvidar es que la presencia de Cristo calma cualquier tormenta y es por eso que no debemos temer. Además la presencia de Cristo nos ayuda a seguir trabajando para alcanzar la perfección y ser auténticos ciudadanos del Reino. Si Uds. no se vuelven como niños.....Si Uds. no cambian su manera de pensar, de sentir y de actuar....

Por otro lado podemos hablar de una fe individual representada por Pedro, fiel retrato de nuestra propia fe: insegura, desconfiada. Creo que es el mejor ejemplo de nuestra caminada hacia Jesús; una caminada llena de dudas: "Si eres tú, ordena que vaya hacia ti..." Pero al mismo tiempo cuando comienza a hundirse puede con certeza decir : "Señor, sálvame". En nuestra vida de fe muchas veces atravesamos tiempos de pruebas, noches oscuras, vientos contrarios. Pero muchas veces son obstáculos necesarios para verificar la profundidad y la autenticidad de nuestra fe. Pero cuando las dudas y el miedo se apoderan de nosotros, y no vemos salida, corremos el riesgo de hundirnos o ahogarnos. ¡Qué bueno es también cuando en lo personal somos sacudíos!

Un cristiano o discípulo que no es sacudido, es porque seguramente está recluido en su casa. Porque no se está comprometiendo con nada. Es preferible arriesgarse como Pedro, aunque liguemos un reproche de Jesús, que quedarnos fuera solo criticando. Dice René Trossero "Una fe que no entra en crisis, permanece infantil"

Es cierto que Jesús nos envía para el medio del temporal (como ovejas en medio de lobos), pero no nos suelta la mano. En todo caso nos garantiza su presencia salvadora. Entonces las dificultades no deberían hacernos retroceder (ni como comunidad, ni como creyentes). Al contrario, más que nunca debemos arriesgarnos, jugarnos, comprometernos, sin especular: ¿Puedo? ¿Me conviene? ¿Me beneficia? ¿Soy capaz? Tal vez más tarde; cuando tenga tiempo, etc....

Las palabras de Jesús aún resuenan en nuestros oídos: "La cosecha es mucha y los trabajadores son pocos". Es decir, hay mucho por hacer, decir, modificar, revertir. No podemos, por miedo o comodidad, no hacer o no decir nada. Porque nos perdemos la posibilidad de dar testimonio y privamos a otros el poder conocer el Evangelio.

Este texto nos desafía con una orden: Vayan... Pero también nos tranquiliza con una promesa: Voy a estar con Uds. todos los días hasta el final.

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