martes, 19 de enero de 2016

Cosas que se ven cuando te acercas a mi iglesia



Devocional ofrecido en el 76 Sinodo General de la IEE

18 Muy de mañana, Jesús caminó otra vez hacia a la ciudad de Jerusalén. En el camino tuvo hambre, 19 y vio por allí una higuera. Pero cuando se acercó, no encontró ningún higo para comer. El árbol sólo tenía hojas. Entonces, Jesús le dijo: Nunca volverás a dar higos! En aquel mismo instante, el árbol se secó.

Mateo 21


Cosas que se ven cuando te acercas a mi iglesia

a. Somos iglesias minoritarias pero con un gran andamiaje. Nuestro modelo actual de vida cúltica y estructura nacional funcionó bien mientras la vida de los hombres y mujeres de la península y las islas baleares estaba centrada en la iglesia, cuando no había competencia intereclesial, cuando no teníamos casas en la playa y en la televisión no había Formúla 1 y cuando los hijos heredaban la fe de los padres. Pero ahora las personas eligen dónde ir y dónde no ir. Y la iglesia de celebración céntrica y dominical ya no es una opción a tener en cuenta.

b. Crecemos muy poco o nada: Necesitamos un avivamiento y si les da miedo esa palabra, entonces permítanme decir con mucha humildad que necesitamos otra reforma. Y entendida en nuestro plano humano no es otra cosa que la renovación del evangelio de manera comunitaria. Entre todos. Y esto excluye los juegos de tronos de nuestra praxis evangélica.

c. ¿Hacemos discipulado? Unos dirán que si. Otros que no, que lo que se ofrece es un catecumenado. Pero lo que no nos cansamos es de palpar un documento que fue escrito hace tiempo; Confesión de fe, y aprender algunos criterios de memoria para si alguien nos pregunta durante el camino saber qué responder. Se nos ha olvidado que el discipulado es un compromiso comunitario para toda la vida, para toda la iglesia. Que los creyentes han de estudiar y aprender a partir de las Escrituras y no de las confesiones de fe que son temporales. Que son finitas. Que son renovables. Y que las podemos cambiar. Como también podemos cambiar nuestra himnología. Claro que podemos.

d. Nuestras celebraciones optan por una liturgia y no por una relación. Nuestras iglesias, con una sólida teología, han perdido de vista la singularidad del evangelio, que también incluye la emoción y la sorpresa. La sorpresa y la emoción. Y esto hace que nuestras celebraciones de la Palabra sean portadoras de un doble error: se escribieron fuera del tiempo en que viven sus participantes actuales y no tienen en cuenta al corazón humano. O al menos el ventrículo derecho.

e. Apostamos por el conservadurismo interno: Creemos que somos parte de una iglesia reformada que intenta renovarse cada día y creemos bien, creemos que somos una iglesia progresista y creemos bien, nos proclamamos como una iglesia histórica y no está mal la proclama; pero cuando nadie nos mira y abrimos las puertas de nuestras capillas las mañanas del domingo la realidad es que la voz que más alto se escucha dice: si me mantengo haciendo lo que siempre se ha hecho así, entonces Jesús me quiere. Pero esto no es evangelio, esto no es gracia, esto es religiosidad, esto es ley. Esto es casi una maldición. Somos conservadores o tradicionalistas, cuando nos damos permiso para repetir los mismos programas, las mismas liturgias, las mismas canciones, los mismos procedimientos, las mismas campañas, los mismos comunicados que hace cincuenta años atrás y pretendemos obtener diferentes resultados. Somos conservadores cuando dejamos que los cambios que vienen de afuera nos asusten más que los que salen de nuestro interior.



¿Qué hacer, querida iglesia? Les  voy a invitar ahora antes de que empiecen las secciones de trabajo del Sínodo a cavar una zanja alrededor de nuestra higuera, a renovar la tierra, a humedecerla, a abonarla. Y a esperar. Tengamos paciencia. No todos los hermanos crecen a la misma velocidad. Así como no cambia nuestra manera de pensar tan fácilmente, los frutos nunca aparecen de la noche a la mañana. Necesitan tiempo.

Les quiero invitar a redescubrir el evangelio: Podemos proclamar muy buena ortodoxia bíblica y hacer gala de un método histórico crítico impecable y sin embargo fracasar a la hora de trasmitir las buenas noticias al corazón de los hombres y las mujeres que hacen el camino entre Jerusalén y Jericó.
Les quiero invitar a compartir las buenas noticias: La vida de la comunidad ha de centrarse en Jesús. Hay que hacer grupos de Jesús y aplicar sus ideales a nuestras vidas aquí y ahora. Y si el cuerpo pastoral no puede  porque está cansado, porque está herido, entonces tendremos que capacitar diáconos, ordenar presbíteros. Buscar soluciones tantos para los judíos como para los griegos. ¿Se puede compartir la esperanza en una iglesia informal, en una iglesia pequeña, en una iglesia pobre? Si, si y si. Claro que se puede. ¿Nos podemos dar permiso para hacer esto? Queridos sinodales, ¡dense permiso!

Y por último, les quiero invitar a renovar la presentación del evangelio: Doy gracia al Sr. Dios por ser parte de una familia cristiana que lucha por la libertad de conciencia aún; pero no nos han de dar temor las preguntas que nos hacen. ¿Son nuestras comunidades creativa? ¿Son nuestros lugares de culto alegres? ¿Se puede ser protestante para la teología y católico-romano para la estética? ¿Hay espacio para el espíritu Santo en nuestras celebraciones? Hay que trasmitir la riqueza de la gracia, toda la gracia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis y hacerlo bien. Hemos de hacer uso de la Palabra y la imagen desde el monte hasta la playa, desde la playa hasta el monte. Hay que reconstruir un habitáculo donde los hermanos de ayer y los de mañana puedan encontrarse hoy. Hay que producir brotes, hay que florecer, hay que dar higos.

Augusto G. Milian
10 Octubre 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario