domingo, 28 de abril de 2013

¿Sometimiento o rebelión?



Hace unos días compartíamos Efesios 5, uno de los textos que me resultan de alguna manera incómodos. Reconozco que yo habría querido un evangelio lleno de palabras como libertad (sólo 1 vez en labios de Jesús) o igualdad, denuncias categóricas del machismo, de la esclavitud, del poder, del aborto…

 ¿El mensaje de Jesús busca cambiar la realidad? ¿O sólo la dulcifica?

Haciendo una lectura superficial, lo que encuentro es:
·        Jesús no pretende cambiar una letra de la ley (Mt 5, 17-20)
·        El hombre es la cabeza de la mujer (Ef. 5,23)
·        No rechaza la esclavitud (Ef. 6,5)
·        Jesús acepta el pago de impuestos y la autoridad imperial (Mt 17,24-27 y Mt 22,15-21)
·        Elude presentarse claramente como Dios, ni siquiera como rey (Mc 15,2)
Ni Jesús ni Pablo promueven una plataforma política para liberar a su pueblo, ni una revolución social que equipare a las mujeres o libere a los esclavos, ni una filosofía que se enfrente a la imperante entonces.
Ir al plano político les habría convertido en una alternativa de poder, como tal habría tenido más o menos seguidores y el final que han tenido todas las alternativas: auge, estabilidad, decadencia y desaparición. Al final es la excusa para que Pilatos acceda a matar a Jesús.
La alternativa filosófica hubiera sido similar: una escuela con la que confrontar al resto, discusiones, libros e interpretaciones sin fin.
Ni siquiera en el plano religioso Jesús busca el enfrentamiento directo. No busca rebatir la ley, sino que pone evidencia las contradicciones de los ortodoxos fariseos, que en Sabbath permiten circuncidar pero no sanar el cuerpo entero (Jn 7,23), que cargan pesados fardos en la espaldas de los demás. Tampoco es en lo religioso, en lo cultual, donde Jesús quiere aportar cambios. Sólo el sumo sacerdote se da cuenta de que Jesús no es sólo otro pseudoprofeta iracundo, y que representa una auténtica amenaza para todo lo que ellos quieren conservar (Jn 11, 49-50)
Es en el plano espiritual en el que Jesús libera una carga de profundidad que no va a dejar piedra sobre piedra. Y por ser espiritual no ha envejecido sino que  sigue viva al cabo de 20 siglos.

Pero Jesús habló no a occidentales del siglo XXI sino a judíos del siglo I.

La lucha contra Roma le habría llevado al campo de los zelotes, la renovación religiosa al de los esenios, y meterse en filosofía habría acabado con Pablo liderando a los estoicos. No eran esos los objetivos.

Jesús socava los fundamentos del poder político y religioso sin enfrentarse a ellos con sus mismas armas.

¿La Ley? No cambiará una coma, pero es la ley la que está hecha para el hombre y no al revés. No ha de impedir el socorro al necesitado (Jn 7, 23) ni alimentarse a los hambrientos (Mt 12,1-8) La misma venida de Jesús representa la Nueva Alianza, que completa la antigua (Heb 9,15).
¿Qué cristiano va a poner la ley por encima del amor?

¿Pagamos los impuestos? Desde luego (Mt 17, 25). Al poder sólo le daremos lo que es suyo, el dinero que él mismo acuña para mantenernos controlados y trabajando. Pero el resto, lo importante en verdad, es de Dios (Mt, 22,21). El dinero tiene la imagen del césar, nosotros somos imagen del mismísimo Dios.
¿Qué cristiano va a ser más celoso del orden que del amor?

¿Jesús es rey? ciertamente, pero de un Reino que no tiene nada que ver con los que conocemos. Un reino en que el último es el primero, y cuya condición de acceso es dejarlo todo (Mt 19,21-30).   ¿Qué cristiano puede creer compatible el Reino con el poder?
¿La mujer debe someterse al hombre? A un hombre que la ame como Cristo a la Iglesia, dando la vida por ella y amándola como a sí mismo. (Ef. 5, 25-33) En esa relación llena de amor ya no cabe sumisión como la entendemos. El amor hace imposible una relación de superior e inferior.                                                                                  ¿Qué cristiano puede dar soporte al machismo, a la discriminación?
¿Amos y esclavos? Conforme. El esclavo debe trabajar lealmente para su “amo temporal” pensando más en Cristo que en la gente. Y el amo debe saber que para Dios ambos son iguales y que no hay distinción alguna (Ef. 6, 9)  Un amo cristiano, que se sabe al mismo nivel que su esclavo, con el que comparte al mismo padre,  ¿va a maltratarle, a abusar de él?


De hecho, los cristianos de entonces (como los de ahora, donde los haya) sí que pusieron en peligro el mantenimiento del “orden”:

·        los soldados se negaban a ser instrumento de opresión y abandonaban las armas.
·        las mujeres se negaban a ser sólo instrumento de placer
·        las comunidades acogían y ayudaban a los que hasta entonces eran rechazados y aislados de la sociedad “decente”.
·        el dinero dejaba de ser otra forma de discriminar, porque ¡se compartía! (Hch. 2,44-45)

Los cristianos no apoyaban un nuevo partido que impugnara leyes. Pero tenían una ley, espiritual, que estaba por encima de cualquier otra escrita. Y no había imperio que pudiera con eso. El imperio se enfrentaba a un enemigo que no combatía con armas. El mensaje del amor fraterno era, entonces y ahora, tan absurdo y pueril fuera del plano espiritual que sólo podían menospreciarlo. Y no entendían cómo podía llevar a los cristianos a socavar las mismas bases de la sociedad romana.

Esa coherencia vital entre lo creído y lo hecho es lo que falta en nosotros, cristianos de nombre, que nadie puede distinguir si no llevamos pegatinas en el coche o un versículo para cada ocasión. Esa coherencia era lo que les hacía ser levadura en la masa, y grano de mostaza. Pequeñas comunidades de las que decían “mirad cómo se aman”. Y que desde su pequeñez eran una amenaza para la sociedad  y no sólo buenas personas con buenos modales.

A falta de esa levadura son los poderosos quienes siguen apropiándose de la Palabra para deformarla en su interés: Jesús no quiere que cambiemos la realidad. Es sólo el fundador de una religión para vivir hacia adentro. Una religión adaptable como ninguna, domesticada.

Y ese mismo poder legitima la sumisión al poder, a la ley, al varón y al padre.

Mikel Snö
Zaragoza 

No hay comentarios:

Publicar un comentario