martes, 18 de octubre de 2011

Un estilo de vida reaccionario.

Curso Temporada del alma 3 Miércoles 19/10/2010

I. Introducción

Cuando hacemos el paso de la soledad agobiante a la soledad aquietante no lo hacemos de manera abrupta. Sino más bien que se trata de un caminar progresivo. De ir poco a poco experimentando lo que dejamos atrás y mirando con temor lo que tenemos por delante.

Nos gustan las distracciones. Nos gusta buscar maneras para no enfrentarnos a la idea de que tenemos que asumir compromisos y por eso buscamos excusas y diversiones que nos retarden la hora de asumir una responsabilidad. Si algo caracteriza a los hombres y a las mujeres contemporáneas es su habilidad para buscar entretenimientos, su habilidad para llevar una vida convulsa que transita entre las acciones y las reacciones del cada día. Esto es lo que se le llama estilo de vida reaccionario. Un estilo de vida que hace de la soledad nuestra una trinchera. Nuestra torre fuerte.

Los evangelios sinópticos relatan que Jesús subió a un monte a orar con algunos de los apóstoles, y mientras oraba se transformó el aspecto de su rostro, y su vestido se volvió blanco y resplandeciente. Aparecieron junto a él Moisés y Elías. Los apóstoles dormían mientras tanto, pero al despertar vieron a Jesús junto a Moisés y Elías. Pedro sugirió que hicieran tres tiendas: para Jesús, Moisés y Elías. Entonces apareció una nube y se oyó una voz celestial, que dijo: Este es mi Hijo elegido, escuchadle. Los discípulos no contaron lo que habían visto.

II. Cuando queremos construir tiendas.

Cuando no entendemos lo que sucede a nuestro alrededor, cuando lo que vemos no nos gusta o nos da miedo sugerimos construir tiendas. O sea, buscamos un entretenimiento para que el dolor sea menos. Y es que en nosotros está la tendencia al nerviosismo, a la ansiedad, ya sea motivada por las demás personas o por las circunstancias que nos marca la propia vida. Lo que sugiere Pedro a Jesús en realidad es a perpetuar la experiencia agradable y pacifica y no bajar al mundo real, sino hacer de ella una realidad alternativa. Pero esto no se acabó con Pedro. Hemos aprendido bien la lección y por eso queremos que las experiencias emocionalmente agradables persistan. Por eso optamos por quedarnos en lo alto del monte, aún corriendo el riesgo de que lo real, nuestra vida, se quede abajo.

Queremos construir tiendas cuando nos duele la vida. Cuando la soledad es tan asfixiante que no nos importa quedarnos a vivir en otra dimensión. Y es que nuestra inercia cotidiana nos empuja a buscar respuestas rápidas y fáciles, a emitir juicios parciales o ha ampararnos en la comodidad del silencio. Pero todas estas reacciones no nos hacen la vida más agradable. No nos dejan vivir en comunidad con libertad. Y acabamos al final del día tan solos como en el amanecer. Y es que construir tiendas en lo alto nos da permiso para seguir solos. Muy solos.

III. Con el corazón contrito.

Ya no escucho mucho esta frase. A no ser que se me ocurra leer el Salmo 51 o alguna confesión de alguien que se sienta culpable y quiera hacer penitencia. Esto de corazón contrito ha emigrado de nuestra espiritualidad. Al menos en el valle del Ebro no es algo de lo que la gente hable.

La contrición en términos teológicos se refiere al arrepentimiento, dolor, o la pena ante el pecado cometido o la ofensa hecha a Dios. Como veremos tiene una implicación individual y otra comunitaria.

Generalmente vivimos días donde nadie se espanta si tiene pensamientos oscuros, si dice palabras hirientes o si hace acciones injustas. Estas cosas son tan cotidianas que no nos escandalizan. Pero al no pensar en ellas también estamos liberados de sentimientos como la culpabilidad y el remordimiento. No nos gusta albergar estos sentimientos. Por otra parte ponemos todo nuestro empeño en desterrar el silencio de nuestras estancias, la muerte de nuestro alrededor y lo viejo de nuestra cercanía. Y no lo hacemos por contrición, sino por emoción.

IV. La realidad es una pesada carga.

¿Cómo podemos soportar la pesada carga de nuestra realidad? ¿Cómo permanecer abierto a todo el dolor que hay a nuestro alrededor? ¿Cómo no escudarnos en la construcción de tiendas si mi vida es dolorosa?

No tengo las respuestas a estas preguntas. Y es que a veces estas preguntas son muy mías. Pero reconozco que hay personas a nuestro alrededor que sufren. Y que han hecho del sufrimiento un animal de compañía. Y estas personas nos hacen que nuestras viejas cicatrices nos vuelvan a doler. Y es que nos recuerdan que un día vivimos así.

Quizás en los días por venir tendremos que aceptar que nuestra vida trascurre entre el saber y el desconocimiento, entre la visión y la ceguera, entre la emoción y la dureza del corazón. Quizás estemos en camino de volvernos más tolerantes con la vida que llevan nuestros familiares y amigos. Quizás necesitamos que alguien se muestre tolerante con nosotros ahora cuando la realidad nos pesa. Quizás tengamos que aceptar la idea que aun no estamos preparados para mirar de frente al dolor porque nos hace mucho daño. Y por eso le decimos a Jesús: ¡Haremos una tienda para ti!

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