Yo soy hijo de pastor. Durante la mayoría de los años de mi juventud mi padre servía en iglesias metodistas en pueblos de entre 3.000 y 8.000 habitantes; por tanto, yo y mis hermanos éramos personajes conocidos. “¡Ahí va el hijo del pastor metodista!” Lagente esperaba de nosotros una de estas dos cosas,o que los hijos del pastor fuéramos los “mejores” o que estuviéramos entre los “peores”, en cuanto al comportamiento. Yo nunca podía ganar, porque si era bueno,esperaban que fuera malo, y siera malo, esperaban que fuera bueno.
Con esta historia no me sorprende cuando un domingo mi propio hijo adolescente,también hijo de pastor, toma la Santa Cena, y horasdespués cuestiona la divinidadde Jesús. “Dios está bien, pero afirmar que Jesús era Dios es una pasada.”
No me sorprende ni me escandaliza porque reconozcolas características de la adolescencia. Está cuestionando su propio sentido de identidad y definiendo su sentidode persona. Sin embargo, hay de notar que libremente tomó la Santa Cena. Además,ha sido confirmado y ha hecho una confesión de fe hace unos años. Casi todo creyente serio tiene períodos de afirmación plena de fe yde dudas profundas. En ese mismo culto de Santa Cena estuvo presente unmatrimonio en el que ella escreyente de toda la vida, pero su marido no es de clara confesión cristiana. Él es unode los millones de españoles que ha rechazado la espiritualidad cristiana en su formacatólica y ya no confía en ninguna confesión cristiana como vehículo para expresar yvivir su espiritualidad. Él ha adoptado el budismopara canalizar su sentido de serespiritual. Sin embargo, acompañó a su esposa a laiglesia y comulgó en la Mesa del Señor.¿Servirías la Santa Cena a personas como estas? Séque hay prácticas bien diferentesen las iglesias evangélicas. Algunos tienen más restricciones sobre el acceso a la Mesa y otros menos. Mi tradición, la metodista, tiene lapolítica de la Comunión abierta.
Con este artículo afirmo que la Mesa del Señor abierta e inclusiva tiene sentido yofrece posibilidades para avanzar el Evangelio.¿Es necesaria la confesión de fe para ser recibidoen la Mesa del Señor?En la famosa noche de la pascua judía cuando Jesúsinauguró el sacramento de la última cena, ¿qué creían los doce apóstoles? Si tuvieran que escribir su propia declaración de fe como requisito para sentarse a la Mesa,¿qué hubieran dicho? Por poner lapregunta de otra manera, ¿qué les califica para estar presentes?La invitación de Jesús. Nada más,simplemente la invitación de Jesús. Él es el anfitrión y el paterfamilias dela noche. Él determina quien puede o no puede sentarse alrededor de la Mesa. Si alguien está presente cuya teología no es correcta, ocuyas motivaciones son sospechosas, corresponde a Jesús, quien conoce los corazones de todos, negarle entrada a laMesa. Y sabemos que uno de los principales líderesde ellos le negará esta misma noche, y otro le traicionará. Jesús invita e incluyea quienes quiere.
Esta simple observación ya da una buena base para tener una política de Mesa incluiva. Jesús invita, y los mismísimos doce apóstolesno tenían bien clara su fe esta noche. No eran unos “super santos”. Eran personas normales, pecadores todos, con variantes teológicas y con una fe en plena evolución, que en realidad era más duda yconfusión que fe.
La santidad contagiosa
El gesto de la Mesa restringida pretende proteger la santidad del momento. Obviamente nadie quiere cometer un sacrilegio en un culto, pero creo que estamos operando con una idea equivocada de la santidad. En realidad estamos operando con laidea farisáica de santidad en vez de la de Jesús. Para los fariseos determinadas cosasson santas, y tenemos que edificar un muro de protección alrededor de ellas, porquesi entran en contacto con alguien impuro se contamina lo sagrado. La organizacióndel templo fue diseñada para evitar que gentiles ypersonas no suficientemente sagradas entrasen en contacto con lo sagrado. Con esta mentalidad los fariseos criticana Jesús por su contacto con los “impuros”, los pecadores, leprosos, prostitutas yotros. (No le critican por asociarse con un rico, sin embargo.)Jesús opera con un concepto diferente de santidad.
En vez de ser una santidad quepuede ser contaminada es una santidad contagiosa. Jesús no es contaminado por lamujer que lava sus pies con sus lágrimas, sino al contrario, él le contagia a ella con susantidad. Jesús la hace santa. ¿Por qué consideramos que los doce apóstoles son santos? Precisamente porque han estado con Jesús, y elencargo que Jesús les hace y refuerza con el don del Espíritu en Pentecostés es que ellos y la Iglesia continúan el ministerio de Jesús. La misión de la Iglesia es de santificar o “contagiar” al mundo conla santidad del Señor. No edifica un muro de protección para proteger lo sagrado sino que entra en el mundo en nombre de Cristo y santifica. Cuando Jesús predica y,toca al leproso, coge un niño en brazos y libera alposeído, está santificando. Es unasantificación misionera, y la Iglesia comparte esta misión.
El alcance universal de la cruz
La Mesa del Señor abierta e inclusiva refleja el Evangelio mismo, que es una invitación constante a recibir la gracia de Dios. Dios envía a su hijo al mundo por el amor,y todos están incluidos en el alcance de este envío. La obra de Cristo en la cruz tiene un alcance universal. Ni un solo ser humano de todala historia humana queda fuerade la provisión de gracia en la cruz; por tanto, todos están incluidos en la copa queofrecemos. La sangre representada en esta copa incluye a todo pecador, y esta inclusión les invita a responder con fe. Cuando cerramos la Mesa ponemos el rechazo en el lugar equivocado; el rechazoviene de la persona invitada y no de quien que invita, Jesús. Él, que les invita ya haincluido a todos en el pan y el vino, en el cuerpoy la sangre. La Mesa abierta escenifica y proclama esta inclusión y extiende la invitación.
La acción metodista viene de Juan Wesley, el fundador del movimiento metodista.Wesley considera que la Santa Cena es un sacramentoque convierte (a converting sacrament), es decir, tiene un efecto evangelizador. Cuandocelebramos la Cena damosuna explicación y una invitación, que en realidad e
s una repetición de la invitaciónde Jesús. Él es quien realmente invita. Luego la persona responde conforme a sconsciencia. No hay peligro de que el no creyente (¡mucho menos alguien de otra denominación!) vaya a “contaminar” los elementos consagrados. El peligro va en elotro sentido. Éste puede responder a la gracia divina y hacer una confesión de fe alfinal.
La psicología de la mesa abierta
La psicología también apoya la Mesa inclusiva. Todos queremos que las personas nocreyentes asistan a nuestros cultos. Queremos que la experiencia sea acogedora, desde el primer saludo hasta la despedida. Deseamos que se sientan incluidos y aceptados. No queremos edificar barreras innecesarias y artificiales al Evangelio.Cuando llega el momento de la Santa Cena ofrecemosuna explicación y una invitación. Luego permitimos que el visitante aplique supropio criterio para participar ono, sin presiones. Si no participa, es asunto suyo,pero sabe que la Mesa está abiertasi cambia de idea en el futuro. Si participa es porque se siente una conexión de algúntipo. Algo le atrae. ¿Puede ser el Espíritu Santo?El acto de participar refuerza el mensaje de las palabras de institución, que es un breve resumen del Evangelio. Participa porque se siente incluido de alguna manera, yesto puede llevarles a una confesión de fe. Es el mismo orden que Jesús usa en suministerio. Acepta a la persona, le da un ministerio y luego le llama a la fe.La Mesa restringida comunica algo muy diferente. Presenta un grupo de feligresesdetrás de su muro de “santidad”. Excluye al no adepto porque él o ella pueden contaminar lo sagrado. Si yo quiero participar en esteacto sagrado tengo que hacermecomo el grupo primero. En otras palabras, tengo quehacer confesión de fe antes departicipar, y hasta que confieso, soy una persona excluida. Esta restricción misma seconvierte en un obstáculo importante para la aceptación del Evangelio. En realidadno tenemos que preocuparnos por un gran sacrilegioen la iglesia. Sólo en el caso más extremo vendría alguien para burlarse de la iglesia durante un culto. Sería una persona claramente desequilibrada psicológicamente. Nohace falta un muro de protección para esos casos.
1 Corintios 11,17-24
Una de las justificaciones más comunes para mantener una Mesa restringida es 1 Corintios 11,27. De manera que cualquiera que coma este pan o beba esta copa del Señor indignamente,será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Las barreras a la Mesa están diseñadas para proteger la dignidad del sacramento. Sólo las personas con una confesión de fe sincera (yen algunos casos “certificada” por las autoridades del grupo) pueden participar dignamente. Este pasaje parece desmentir los argumentos previos a favor de la Mesa abierta e inclusiva. Sin embargo,una exégesis más cuidadosa revela el contrario.En este pasaje Pablo está tratando las divisiones internas de la comunidad, que ya hamencionado en 1,12. Estas divisiones se manifiestandurante sus celebraciones de laSanta Cena. Pablo se queja que la iglesia ha convertido el sacramento en una comidacomún. Exclama: “¿no tenéis casas en que comáis y bebáis?” La Cena del Señor es másque una comida común.
Gerd Theissen nos ayuda con su estudio sociológico.La iglesia de Corinto se compone de personas de diferentes niveles sociales. Normalmente cuando alguien invitauno a cenar, invita sólo a los de su propio estatussocial. Si es una persona de cierta categoría, llegan acompañados de un esclavo. El anf
itrión y su invitado comen y beben de la mejor calidad disponible y en cantidadesabundantes, pero los siervos y esclavos comen en la cocina de una calidad y cantidadinferiores. Vemos esta situaciónreflejada en Corinto. “Al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y mientras uno tiene hambre, otro se embriaga” (11,21). Es decir, están manteniendo las distincionessociales convencionales dentro del culto.
Después de describir el problema Pablo les recuerdala institución de la Cena del Señor (vv. 23-26). Es una manera de decir que son salvos en virtud de su unión conCristo; Cristo les incluye en su cuerpo y sangre. Este acto salvífico es el gran nivelador, y por eso nadie puede jactarse delante de Dios(1,29). La indignidad (11,27) consiste en “no discernir el cuerpo del Señor” (11,29). El discernimiento refiere a la percepción de que la comunidad se constituye por su relación con Cristo. Todos son unoen Cristo, y esta unidad debe reflejarse en la manera de participar en la Cena sin dis-
tinciones de personas.
Pablo no está enseñando que hay que verificar la confesión de fe de cada uno. No está hablando de una prueba teológica. Está hablandoprecisamente de la base de nuestra inclusión, Cristo, que se vive en una comunidaddonde no se respeta las distinciones sociales del entorno. Creo que la Mesa abier
ta comunica esta falta de distinciones e invita a la persona a participar en una comunidad del reino donde los desniveles sociales no valen y no se viven.
Implicaciones para relaciones interconfesionales
Uno de los puntos más sensibles en las reuniones ecuménicas entre las diferentes denominaciones, y entre iglesias evangélicas y la Iglesia Católica Romana es la ausenciade la celebración de la Santa Cena. Un gesto de laMesa abierta e inclusiva haría unacontribución importante para mejorar estas relaciones y daría un mejor testimonio alos observadores externos. Dado que Jesús es quieninvita a su Mesa, que la precisiónteológica tampoco es un criterio de aceptación o rechazo, y que la indignidad de quehabla Pablo es las distinciones y discriminacionesdentro del cuerpo de Cristo, en miopinión ninguna iglesia o confesión debe retener la invitación o cerrar acceso a laMesa. El criterio de no participar queda de lado del invitado y no de lado del que invita.En algunas ocasiones he sido invitado a participaren una Misa católica, donde el sacerdote sabía perfectamente quien era yo. He aceptado la invitación y comulgado sinproblema alguno. No compartimos la misma teología sobre el sacramento, pero estadiferencia ideológica no es una barrera a la realidad de nuestra unión en Cristo. Cristo mora en los dos, y ambos tenemos el Espíritu de Cristo. Nuestra unión en Cristo esun hecho desde la perspectiva de Dios, aunque discrepemos teológicamente sobremuchas cosas. Cuando acepto la invitación a la Mesa reconozco y vivo la unión realen Cristo.Este es un punto vital. Al nivel de la realidad “real” o esencial, es decir, desde laperspectiva de Dios, yo y el otro creyente de cualquiera confesión somos uno en Cristo. Nuestra división existe al nivel de la realidad“virtual”. Al nivel de los documentos oficiales, la manera de ser iglesia y la teología en muchos puntos, hay una diferencia real. No es lo mismo la perspectiva anabaptista y la reformada, por ejemplo,pero sus diferencias están al nivel virtual y no alnivel real. Dios ve a anabaptistas yreformados como hijas e hijos suyos, con diversas maneras de comprender la fe y supráctica, pero los dos con una intención de agradarle y obedecerle. No hay una barrera entre Dios y las personas de los distintos grupos. Las barreras que mantenemosson nuestras y no suyas. La Mesa abierta expresa larealidad real.
Así que, la próxima vez que alguien de otra confesión te invite a la Mesa, no apliques un criterio teológico y no refuerces la realidad “virtual”. Acepta la invitación de Jesúsy comulga con tu hermana o hermana en el Espíritu y en verdad. Disfruta de la realidad “real”.
MMarcos Abbott
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