Juan 15:1-8
Una de las cosas que siempre me ha gustado de estudiar la
Biblia es indagar en la simbología que utiliza. Creo que los ejemplos y
símbolos que escoge no lo son por casualidad y entrañan una complejidad y una
coherencia que solo la mente de Dios puede haber entretejido.
Me parece que, muchas veces, especialmente en el caso de
los símbolos empleados por Jesús, nos quedamos en la mera superficie, en la
idea –acertada, por otro lado-- de que Jesús tomaba ejemplos de la vida
cotidiana de las personas que le rodeaban para que ellos pudieran comprender
mejor sus explicaciones y nos quedamos a medio camino, sin escudriñar el
sentido profundo de por qué ese símbolo y no otro.
Creo que es el caso del pasaje que nos ocupa, el de la
vid y los sarmientos. Vamos paso a paso:
v.5.- “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”
La vid es el árbol en su totalidad, es el tronco principal,
fuerte, grueso y firme, bien asentado en el suelo gracias a las raíces. Las
raíces son las que lo sostienen y las que le proporcionan el alimento para
crecer, desarrollarse y mantenerse vivo. Jesús es la vid. Él es ese tronco
fuerte y firme, asentado sobre sus raíces. Él es quien toma el alimento y se
encarga de transmitírnoslo a nosotros, pero solo puede hacerlo si estamos
agarrados a su tronco, si somos parte de Él.
Los pámpanos, los sarmientos, son las ramas de la vid. Los pámpanos son largos, delgados y tiernos.
Así somos nosotros, débiles, finos, frágiles, no gruesos y duros como el
tronco. Las ramas de la vid son, además, flexibles y nudosas. Flexibles para
poder ser moldeadas, para que Dios pueda adaptarnos y amoldarnos a su imagen y
semejanza. Nudosas porque tenemos muchos
“nudos” que Él debe suavizar y pulir para que después, de ellos, puedan brotar
los frutos.
En las ramas, en los sarmientos, podemos observar tres
cosas:
1.- Hojas. Por medio de ellas se realiza la transpiración,
la salida del vapor de agua. El agua refresca, limpia, calma la sed, el agua es
vida. De una parte de nosotros, de nuestras hojas, brota el agua de vida. Ésta
es una de nuestras misiones: ser de refrigerio al cansado, llevar a quienes nos
rodean ese “agua de vida”.
También a través de las hojas se realiza la fotosíntesis,
que es la asimilación del alimento a través de la luz del sol. La Luz es el
Señor y su Palabra, Él es el Sol de Justicia, su Palabra es Luz en las
tinieblas, muchos pasajes aluden a esto. Dios nos capacita con su luz para
entender y poder nutrirnos del alimento de salvación que nos proporcionan las
raíces de la vid a la que estamos unidos.
2.- Tijeretas. Las tijeretas son unos órganos delgados que
utiliza la vid para asirse a objetos cercanos o tallos próximos. Ésto alude a
las relaciones personales. Una parte de nosotros, como ramas que somos de la
vid, es el instrumento que ésta utiliza para acceder a donde ella misma no
alcanza. Nuestras “tijeretas” deben alcanzarlos para hacerles llegar la verdad
de la salvación y, además, porque el propio sarmiento necesita un sostén y una
firmeza en las circunstancias que lo rodean. Nos necesitamos unos a otros y
necesitamos una serie de circunstancias propicias que nos ayuden a sostenernos
y poder seguir cumpliendo nuestro cometido con seguridad.
3.- Racimos. Los racimos son el fruto que nace del sarmiento bien
nutrido. Y ese fruto no es único. Dios no eligió la ilustración del manzano o
del melocotonero. Nuestro fruto no es uno solo, es un todo múltiple, compuesto
de muchos frutos más pequeños que conforman un racimo. Nuestras capacidades y
nuestro valor son múltiples y así los emplea Dios a la hora de que llevemos
fruto.
v2.- “el Padre quita todos mis sarmientos improductivos”
Podemos ser un pámpano aparentemente completo: con hojas
y sarmientos, en espera del nacimiento del fruto. Calmamos la sed de las
personas que nos rodean porque damos del agua de vida que recibimos; nos
nutrimos de la Palabra y nos agarramos con firmeza a nuestra vida, a nuestras
amistades; todo va funcionando, pero si no cumplimos nuestra verdadera misión,
esto es, que salgan uvas de nuestra rama, la verdadera razón de ser pámpanos,
se queda desierta y el Padre nos quitará.
¿Cómo llevar fruto, entonces?
v.5
“el que permanece unido a mí (…) produce mucho fruto”
Permanecer en la vid significa seguir siendo una rama de
ella , seguir pegados al tronco y tomar el alimento que nos da a través de sus
raíces. Debe de ser muy importante permanecer porque lo repite 10 veces en 6
versículos.
¿Cómo permanecemos, entonces?
Juan 6:56
dice: “el que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en Él”
Comer su carne y beber su sangre alude directamente a la
celebración de la Santa Cena. En ella recordamos su muerte y su resurrección,
hacemos memoria de su sacrificio en favor nuestro. Aun estando muy bien este
recordatorio, creo que para permanecer en la vid hace falta más que un mero
recuerdo. Hace falta que asumamos, interioricemos, asimilemos ese sacrificio
como parte intrínseca de nuestra vida y de nuestro ser, que forme parte de
nuestros tejidos y de la manera que estamos hechos. La comida y la bebida que
tomamos a diario pasan a formar parte de nuestro organismo, las asimilamos, las
hacemos nuestras. Eso debe ser Jesús y su sacrificio para nosotros, alimento
diario y parte de nuestra esencia.
Juan 15:10 “solo permaneceréis en mi amor si cumplís mis
mandamientos”
Otra forma de “permanecer” en la vid es obedeciendo su
Palabra, haciendo lo que Él nos dice. Que su alimento sea parte diaria de
nosotros mismos es indispensable, pero también lo es someter nuestra voluntad a
su obediencia.
Quiero ahora llamar la atención sobre el verbo “quitar”.
Hemos visto antes que el texto dice que el labrador quitará toda rama que no da
fruto.
Las ramas nuevas de la vid tienden a crecer extendiéndose
por el suelo, entremezclándose con el barro del terreno, se ensucian y así
difícilmente pueden dar fruto.
Ese “quitar” no es tirarlas a la basura como inútiles. El
verbo griego utilizado es “airo”, que significa levantar. El labrador levanta
las ramas del suelo, las lava y las sujeta en alto para que puedan llevar
fruto.
La limpieza es un proceso en ocasiones doloroso porque
nos quita esa suciedad dura muy apegada a nosotros. Dios quiere levantarnos del
barro y darnos la oportunidad de dar fruto alimentados con la luz y sostenidos
por las tijeretas.
Otro proceso de limpieza es el de la rama que está dando
fruto. Estos pámpanos también necesitan ser limpiados para que puedan dar más
fruto.
v.2
“todo aquel que lleva fruto lo limpiará, para que lleve más fruto”
v.3
“ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”.
Este proceso de limpieza es distinto al anterior porque
ya ha habido un proceso de limpieza profunda. Es como un “limpiar los pies del
polvo del camino”. La Palabra ya ha hecho la parte más difícil porque al oírla
y aceptarla como verdad ha limpiado nuestro interior. El Labrador ahora tiene
que limpiar la rama de nudos e impurezas, soltar las tijeretas enredadas donde
no deben y limpiar las hojas para que puedan respirar aire puro y nutrirse
apropiadamente de la luz.
Y la promesa final para el pámpano fructífero es:
v.7
“si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid
todo lo que queréis y os será hecho”.
Gema Gutierrez
Me gusta saber la traducción del verbo quitar, ¡cómo cambia el concepto! Gracias Gema.
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