En mi adolescencia, un fuego artificial explotó en mi cara. Me quemó las cejas y me dejó la cara llena de un polvo negro. Por unos días estuve con los ojos cubiertos por una benda. Pensé que me quedaria ciego. Tenía miedo de que nunca volvería a ver a mi madre o a mi padre, que no volvería a ver las montañas y las puestas de sol, los coches rápidos y las chicas hermosas de mi barrio. Durante esos días todo lo veía negro.
A mis treinta y tantos años, una explosión diferente sacudió mi mundo. Me puso en otro camino. Transformó mi vida en un montón de escombros. Todo lo que había definido mi persona y visión fue borrado de la faz de la tierra. Todavía podía ver con los ojos, pero yo quería estar ciego, no queria ver lo que tenía delante y era la angustía, el miedo y la desesperanza.A veces lo que podemos ver es lo que no queremos ver. Vemos un pasado plagado de errores, irreparables estúpideces. O vemos un presente lleno de gente que hemos defraudado, que hemos hecho infeliz. O vemos un futuro sin esperanzas. Vemos miles de cosas, pero ninguna de ellos es agradable a la vista.A veces vemos demasiado. Cuando Pedro, Santiago y Juan estaban en el Monte de la Transfiguración, Vieron muchas cosas. Ellos vieron una nube de luz que envuelve a Jesús. Ellos vieron a Moisés y Elías. Vieron maravillas que nadie había visto nunca. Y se postraron sobre sus rostros y temblaban de miedo. Jesús, entonces, se acercó a ellos, los tocó, y le dijo: Levántense no tengan miedo. Y alzando sus ojos, no vieron a nadie, sino solo a Jesús.A veces vemos demasiado. Cuando nuestras vidas van bien, vemos tantas cosas buenas que somos ciegos a la mano que nos ofrece todo por gracia. Cuando nuestras vidas se caen a pedazos, vemos tantas cosas malas que estamos ciegos ante el Consolado. Ya sea que seamos superados por la felicidad en la cima de la montaña o abrumados por el dolor en el valle, nuestra manera de ver nuestra vida puede ser nuestro mayor handicap.Para ver a Jesús no necesitamos perder la visión de todo lo demás. Sabemos que El es el que perdona nuestro pasado. Que Él lleva nuestras cargas, pero que nos invita a ver el mundo con otros ojos. Su amor transfigura nuestro pasado.Él es la esperanza de nuestro futuro. La tormenta de nuestra vida el la va a calmar con gracia. Lo que va a suceder, no puede cambiar lo que ha sucedido. Antes de dar un paso más, vivir un día más, Cristo ya ha vivido. Su resurrección moldea nuestro futuro. No importa lo que depara el futuro, Cristo ya está en él.Para ver a Jesús no hay que tener la mejor vista del mundo, simplemente hay que mirar.
A mis treinta y tantos años, una explosión diferente sacudió mi mundo. Me puso en otro camino. Transformó mi vida en un montón de escombros. Todo lo que había definido mi persona y visión fue borrado de la faz de la tierra. Todavía podía ver con los ojos, pero yo quería estar ciego, no queria ver lo que tenía delante y era la angustía, el miedo y la desesperanza.A veces lo que podemos ver es lo que no queremos ver. Vemos un pasado plagado de errores, irreparables estúpideces. O vemos un presente lleno de gente que hemos defraudado, que hemos hecho infeliz. O vemos un futuro sin esperanzas. Vemos miles de cosas, pero ninguna de ellos es agradable a la vista.A veces vemos demasiado. Cuando Pedro, Santiago y Juan estaban en el Monte de la Transfiguración, Vieron muchas cosas. Ellos vieron una nube de luz que envuelve a Jesús. Ellos vieron a Moisés y Elías. Vieron maravillas que nadie había visto nunca. Y se postraron sobre sus rostros y temblaban de miedo. Jesús, entonces, se acercó a ellos, los tocó, y le dijo: Levántense no tengan miedo. Y alzando sus ojos, no vieron a nadie, sino solo a Jesús.A veces vemos demasiado. Cuando nuestras vidas van bien, vemos tantas cosas buenas que somos ciegos a la mano que nos ofrece todo por gracia. Cuando nuestras vidas se caen a pedazos, vemos tantas cosas malas que estamos ciegos ante el Consolado. Ya sea que seamos superados por la felicidad en la cima de la montaña o abrumados por el dolor en el valle, nuestra manera de ver nuestra vida puede ser nuestro mayor handicap.Para ver a Jesús no necesitamos perder la visión de todo lo demás. Sabemos que El es el que perdona nuestro pasado. Que Él lleva nuestras cargas, pero que nos invita a ver el mundo con otros ojos. Su amor transfigura nuestro pasado.Él es la esperanza de nuestro futuro. La tormenta de nuestra vida el la va a calmar con gracia. Lo que va a suceder, no puede cambiar lo que ha sucedido. Antes de dar un paso más, vivir un día más, Cristo ya ha vivido. Su resurrección moldea nuestro futuro. No importa lo que depara el futuro, Cristo ya está en él.Para ver a Jesús no hay que tener la mejor vista del mundo, simplemente hay que mirar.
Chad Bird