Marcos 8: 27-35
El episodio de Cesárea de Filipo
ocupa un lugar central en el evangelio de Marcos. Después de un tiempo de
convivir con él, Jesús hace a sus discípulos una pregunta decisiva: "¿Quién
decís que soy yo?". En nombre de todos, Pedro le contesta sin dudar: "Tú
eres el Mesías". Por fin parece que todo está claro. Jesús es el
Mesías enviado por Dios y los discípulos lo siguen para colaborar con él.
Jesús sabe que no es así. Todavía
les falta aprender algo muy importante. Es fácil confesar a Jesús con palabras,
pero todavía no saben lo que significa seguirlo de cerca compartiendo su
proyecto y su destino. Marcos dice que Jesús "empezó a
instruirlos". No es una enseñanza más, sino algo fundamental que los
discípulos tendrán que ir asimilando poco a poco
Desde el principio les habla "con
toda claridad". No les quiere ocultar nada. Tienen que saber que el
sufrimiento lo acompañará siempre en su tarea de abrir caminos al reino de
Dios. Al final, será condenado por los dirigentes religiosos y morirá ejecutado
violentamente. Sólo al resucitar se verá que Dios está con él.
Pedro se rebela ante lo que está
oyendo. Su reacción es increíble. Toma a Jesús consigo y se lo lleva aparte
para "increparlo". Había sido el primero en confesarlo como
Mesías. Ahora es el primero en rechazarlo. Quiere hacer comprender a Jesús que
lo que está diciendo es absurdo. No está dispuesto a que siga ese camino. Jesús
ha de cambiar esa manera de pensar.
Jesús reacciona con una dureza
desconocida. De pronto ve en Pedro los rasgos de Satanás, el tentador del
desierto que busca apartar a las personas de la voluntad de Dios. Se vuelve de
cara a los discípulos e increpa literalmente a Pedro con estas palabras:"Ponte
detrás de mí, Satanás": vuelve a ocupar tu puesto de discípulo. Deja
de tentarme. "Tú piensas como los hombres, no como Dios".
Luego llama a la gente y a sus
discípulos para que escuchen bien sus palabras. Las repetirá en diversas
ocasiones. No las han de olvidar jamás. "El que quiera venirse conmigo,
que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga".
Seguir a Jesús no es obligatorio.
Es una decisión libre de cada uno. Pero hemos de tomar en serio a Jesús. No
bastan confesiones fáciles. Si queremos seguirlo en su tarea apasionante de
hacer un mundo más humano, digno y dichoso, hemos de estar dispuestos a dos
cosas. Primero, renunciar a proyectos o planes que se oponen al reino de Dios.
Segundo, aceptar los sufrimientos que nos pueden llegar por seguir a Jesús e
identificarnos con su causa.
José Antonio Pagola
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