jueves, 27 de septiembre de 2012

¡Libertad!


Gálatas 4: 22-31 y 5:1

El deseo de libertad es una constante en el ser humano. Es un bien muy preciado por todos y sin embargo, la historia nos demuestra una y otra vez lo difícil que resulta vivir en “libertad”. No siempre depende de nosotros pero cuando depende, resulta demasiado fácil no valorarla e incluso perderle.
Remontándome en el tiempo, mucho tiempo atrás, exactamente al momento en que los hebreos salen de Egipto junto a Moisés. Lo hacen después de unos 400 años de esclavitud y obedeciendo el
deseo de Dios de liberar al pueblo de la tiranía de los egipcios. Me parece especialmente interesante valorar algo que sucede prácticamente desde ese primer momento en el que inician el camino hasta que por fin llegan a la tierra prometida. A lo largo del camino y en varias ocasiones, el pueblo tiene la
osadía de quejarse a Moisés, y lo hace por asuntos como, las largas jornadas caminando o comer siempre lo mismo (cuando ni siquiera tenían que buscar el alimento). Llegando incluso a decirle que
estaban mejor en Egipto y recriminándole el que no les hubiera dejado allí.
Es sorprendente que esto lo diga un pueblo sometido durante 400 años a trabajos forzados, donde morían extenuados de cansancio y de hambre. Sin llegar a menudo a conocerse los abuelos y los
nietos, e incluso siendo exterminados si nacían varones. Inmediatamente me surge una pregunta (que podemos contestar entre todos), ¿Qué es lo que les podía ofrecer la esclavitud de
positivo para desear volver? ¿Qué ventajas tenía volver a Egipto?
Quizás...
. Seguridad: La seguridad de lo conocido.
. Comodidad: No tener que tomar decisiones. No arriesgar.
. Poder culpar a otros de la situación.
. Resignación: Puedes llegar a acostumbrarte.
. Tener varios dioses: ¿Uno solo podría con todo?
Creo que lo que realmente demostraron los hebreos con esta actitud al preferir continuar en las mismas condiciones en las que vivían, es “ Inmadurez”. No estaban preparados mentalmente para vivir en libertad.
Y quizá esto nos ayude a entender porque Dios los tuvo vagando por el desierto durante 40 años, cuando la tierra prometida podemos calcular (mapa en mano), que no llegaría a estar a más de un año de camino.
Y es que Dios conocía y conoce perfectamente las circunstancias que vivimos y no le importa demasiado el tiempo que cada uno necesitemos para madurar. Él confía en nosotros, sabe perfectamente de qué somos esclavos, a qué estamos sujetos, qué nos impide avanzar e incluso sonreír en nuestras vidas.
Conoce nuestro equipaje de mano, ese que nos acompaña allá donde vamos y que a veces va tan cargado que hace que andemos lentamente, con un innecesario sobrepeso. Él sabe a qué estamos sujetos. Quizás...
. A Personas.
. A Ideas o Pensamientos.
. A Malos Hábitos.
. A Circunstancias.
. Al Pasado...
Nos conoce, y porque confía en nosotros no le importa esperar. Quiere que seamos libres:
. Personas con Criterios Propios
. Dispuestas a Asumir la Responsabilidad de Nuestros Actos.
. Dispuestas a Perdonar y a Pedir Perdón. (Unas de las acciones más liberadoras que existen y, de las . más difíciles de realizar)
. Dispuestas a Cambiar Actitudes que nos Dañan a nosotros
. mismos o a los que nos rodean.
No sé que ventajas tiene para nosotros vivir en Egipto, pero Dios quiere que seamos personas que vivamos en autentica libertad. Por eso entiendo que el apóstol Pablo se dirija a esta comunidad de los gálatas, una de las primeras comunidades cristianas. Lo curioso es ver que lo hace más bien enfadado... Está claro que el que tiene paciencia es Dios.
Nosotros solemos estar molestos cuando nos toca convivir o trabajar en equipo con alguien que nos parece que no avanza demasiado. Dios comprende que cada persona tiene su tiempo, que cada persona lleva un proceso que solo Él conoce. Lo que me parece muy oportuno es que Pablo traiga a la memoria este pasaje de génesis, sin duda, con intención de recordar de quien somos hijos, utilizando la alegoría de los dos hijos de Abraham: Por un lado está Ismael, nacido de la esclava Agar y por otro Isaac, hijo de su esposa Sara, nacido por la promesa de Dios (a pesar de la esterilidad y avanzada edad de Sara).
La descendencia de Ismael sabemos que corresponde al mundo árabe, que practica la religión islámica recogida en el Corán. Consiste en cumplir obligatoriamente cientos de preceptos para conseguir agradar a Alá, a Dios. (curiosamente muchos de ellos comienzan con las palabras... te ordeno... te exijo...)
No obstante Agar antes de partir también obtuvo una promesa de parte de Dios, la de que formarían una gran nación. Y si wikipedia no nos engaña ahora mismo es la religión más extendida. Y no solo
eso, otro dato que añade y que a mi me sobrecoge es cuando leo con respecto a la cristiana que si se suman todas las confesiones pasamos a superar a la islámica. Me parece muy interesante el hecho de que desde fuera somos vistos así, divididos y contados por separado. Una realidad que necesariamente nos debe llevar a reflexionar.
Por otro lado está la descendencia de Isaac con el que se cumple la promesa de Dios hecha a Abraham de permanecer como su único Dios por siempre y de hacerle padre de numerosas naciones (Las doce tribus de Israel). Y de donde a su tiempo llegará el gran libertador.
Para finalizar quiero recordar unas palabras de este gran libertador “ Jesús” Este al que decimos seguir y del que hemos tomado el nombre de cristianos.
Jesús entró en la sinagoga... Luc 4;18-19
Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el rollo, halló el lugar donde estaba escrito: (Y leyendo en primera persona dijo:

“El Espíritu del Señor me ha enviado para dar buenas nuevas a los
pobres, a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad
a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los
quebrantados...”

Lola Sabroso
Iglesia Reformada de Zaragoza.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Nadie tiene la exclusiva de Jesús.


Marcos 9, 38-43.45.47-48

La escena es sorprendente. Los discípulos se acercan a Jesús con un problema. Esta vez, el portador del grupo no es Pedro, sino Juan, uno de los dos hermanos que andan buscando los primeros puestos. Ahora pretende que el grupo de discípulos tenga la exclusiva de Jesús y el monopolio de su acción liberadora.
Vienen preocupados. Un exorcista, no integrado en el grupo, está echando demonios en nombre de Jesús. Los discípulos no se alegran de que la gente quede curada y pueda iniciar una vida más humana. Solo piensan en el prestigio de su propio grupo. Por eso, han tratado de cortar de raíz su actuación. Esta es su única razón: "no es de los nuestros".
Los discípulos dan por supuesto que, para actuar en nombre de Jesús y con su fuerza curadora, es necesario ser miembro de su grupo. Nadie puede apelar a Jesús y trabajar por un mundo más humano, sin formar parte de la Iglesia. ¿Es realmente así? ¿Qué piensa Jesús?
Sus primeras palabras son rotundas: "No se lo impidáis". El Nombre de Jesús y su fuerza humanizadora son más importantes que el pequeño grupo de sus discípulos. Es bueno que la salvación que trae Jesús se extienda más allá de la Iglesia establecida y ayude a las gentes a vivir de manera más humana. Nadie ha de verla como una competencia desleal.
Jesús rompe toda tentación sectaria en sus seguidores. No ha constituido su grupo para controlar su salvación mesiánica. No es rabino de una escuela cerrada sino Profeta de una salvación abierta a todos. Su Iglesia ha de apoyar su Nombre allí donde es invocado para hacer el bien.
No quiere Jesús que entre sus seguidores se hable de los que son nuestros y de los que no lo son, los de dentro y los de fuera, los que pueden actuar en su nombre y los que no pueden hacerlo. Su modo de ver las cosas es diferente: "El que no está contra nosotros está a favor nuestro".
En la sociedad moderna hay muchos hombres y mujeres que trabajan por un mundo más justo y humano sin pertenecer a la Iglesia. Algunos ni son creyentes, pero están abriendo caminos al reino de Dios y su justicia. Son de los nuestros. Hemos de alegrarnos en vez de mirarlos con resentimiento. Los hemos de apoyar en vez de descalificar.
Es un error vivir en la Iglesia viendo en todas partes hostilidad y maldad, creyendo ingenuamente que solo nosotros somos portadores del Espíritu de Jesús. El no nos aprobaría. Nos invitaría a colaborar con alegría con todos los que viven de manera evangélica y se preocupan de los más pobres y necesitados.

José Antonio Pagola

miércoles, 19 de septiembre de 2012

¿Por qué lo olvidamos?


Marcos 9, 30-37
        
Camino de Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos sobre el final que le espera. Insiste una vez más en que será entregado a los hombres y estos lo matarán, pero Dios lo resucitará. Marcos dice que "no le entendieron y les daba miedo preguntarle". En estas palabras se adivina la pobreza de los cristianos de todos los tiempos. No entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en su mensaje.
Al llegar a Cafarnaún, Jesús les pregunta: "¿De qué discutíais por el camino?". Los discípulos se callan. Están avergonzados. Marcos nos dice que, por el camino, habían discutido quién era el más importante. Ciertamente, es vergonzoso ver al Crucificado acompañado de cerca por un grupo de discípulos llenos de estúpidas ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús?
Una vez en casa, Jesús se dispone a darles una enseñanza. La necesitan. Estas son sus primeras palabras: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". En el grupo que sigue a Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás, se ha de poner el último, detrás de todos; así podrá ver qué es lo que necesitan y podrá ser servidor de todos.
La verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, el primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas sino esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino. No lo hemos de olvidar.
Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad donde estamos atentos a quien nos puede necesitar. No es sueño de Jesús. Para él es tan importante que les va a poner un ejemplo gráfico.
Antes que nada, acerca un niño y lo pone en medio de todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y desvalidas, los necesitados de apoyo, defensa y acogida. No han de estar fuera, junto a la puerta. Han de ocupar el centro de nuestra atención.
Luego, Jesús abraza al niño. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así. Identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí...acoge al que me ha enviado".
La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos. ¿Por qué lo hemos olvidamos?

José Antonio Pagola

viernes, 14 de septiembre de 2012

Tomar a Jesús en serio.



Marcos 8: 27-35

El episodio de Cesárea de Filipo ocupa un lugar central en el evangelio de Marcos. Después de un tiempo de convivir con él, Jesús hace a sus discípulos una pregunta decisiva: "¿Quién decís que soy yo?". En nombre de todos, Pedro le contesta sin dudar: "Tú eres el Mesías". Por fin parece que todo está claro. Jesús es el Mesías enviado por Dios y los discípulos lo siguen para colaborar con él.
Jesús sabe que no es así. Todavía les falta aprender algo muy importante. Es fácil confesar a Jesús con palabras, pero todavía no saben lo que significa seguirlo de cerca compartiendo su proyecto y su destino. Marcos dice que Jesús "empezó a instruirlos". No es una enseñanza más, sino algo fundamental que los discípulos tendrán que ir asimilando poco a poco
Desde el principio les habla "con toda claridad". No les quiere ocultar nada. Tienen que saber que el sufrimiento lo acompañará siempre en su tarea de abrir caminos al reino de Dios. Al final, será condenado por los dirigentes religiosos y morirá ejecutado violentamente. Sólo al resucitar se verá que Dios está con él.           
Pedro se rebela ante lo que está oyendo. Su reacción es increíble. Toma a Jesús consigo y se lo lleva aparte para "increparlo". Había sido el primero en confesarlo como Mesías. Ahora es el primero en rechazarlo. Quiere hacer comprender a Jesús que lo que está diciendo es absurdo. No está dispuesto a que siga ese camino. Jesús ha de cambiar esa manera de pensar.
Jesús reacciona con una dureza desconocida. De pronto ve en Pedro los rasgos de Satanás, el tentador del desierto que busca apartar a las personas de la voluntad de Dios. Se vuelve de cara a los discípulos e increpa literalmente a Pedro con estas palabras:"Ponte detrás de mí, Satanás": vuelve a ocupar tu puesto de discípulo. Deja de tentarme. "Tú piensas como los hombres, no como Dios".
Luego llama a la gente y a sus discípulos para que escuchen bien sus palabras. Las repetirá en diversas ocasiones. No las han de olvidar jamás. "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga".
Seguir a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno. Pero hemos de tomar en serio a Jesús. No bastan confesiones fáciles. Si queremos seguirlo en su tarea apasionante de hacer un mundo más humano, digno y dichoso, hemos de estar dispuestos a dos cosas. Primero, renunciar a proyectos o planes que se oponen al reino de Dios. Segundo, aceptar los sufrimientos que nos pueden llegar por seguir a Jesús e identificarnos con su causa.                       

José Antonio Pagola